Cádiz

Contigo aprendí. Michael Robinson, el legado

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«El cáncer puede matarte una vez, pero no todos los días». Sir Michael Robinson.

Tengo 40 años, lo cual a meros efectos estadísticos me debería convertir en un hombre que se supone que está en ‘el ecuador’ de su vida. Llegar a los 80 no estaría mal, la verdad. Tal como está el tema, ¿dónde hay que firmar?

Si algo tengo claro a estas alturas del viaje es que hay dos cosas muy complicadas de lograr: caer bien a todo el mundo y tener el don de emocionar a la gente.

Michael John Robinson (Leicester, Inglaterra, 12 de julio de 1958 – Madrid, 28 de abril de 2020)​​ consiguió las dos, con el mérito que ello entraña. De hecho, se cuentan con la palma de una mano aquellos que han podido firmar este doblete vital.

Este pasado jueves 29 de octubre, Movistar + emitía el ‘Good, better, best’, un tributo póstumo a la figura de Michael, que fue encapsulado con brillo como el último ‘Informe Robinson’. Una genialidad audiovisual que ponía punto y final a trece años de historias, trece años de deporte, trece años de vida. Se cerraba así el círculo y se cerró a lo grande. Con muchas lágrimas, sí, pero elevando el reconocimiento a unas cotas de belleza difícilmente superables. Cada segundo desprendía una sensibilidad y una delicadeza dignas de admiración.

En esa maravilla documental que llevaron a cabo los compañeros del ínclito inglés (véase Luis Fermoso, Raúl Román, José Luis de la Osa, Román Escoda y José Larraza, entre otros), Michael empieza diciendo: «Soy un tipo afortunado. No me cabe más felicidad en mis 61 años. Si de fortuna y suerte se trata, es que tengo 130 años». Esta frase, pronunciada por un enfermo terminal de cáncer, sirve para resumir perfectamente la altura y calidad humana del protagonista de estas líneas.

‘Good, better, best’ nos enseña que Robinson fue un hombre honesto, leal e impasible al desaliento. Un tipo que hizo del esfuerzo un leitmotiv vital, que avanzó por la vida con un sentido del honor muy arraigado y con unos valores -de los de verdad, no de los que presumen de ellos-. Él mismo, se consideraba un futbolista sin mucho talento, pero lo cierto es que el talento es mucho más que marcar goles, firmar regates, tener una fina conducción de balón o hacer skills que subir a Tik Tok.

La historia del Michael Robinson futbolista es apasionante, sí, resultando especialmente entrañable su periplo y aclimatación en Pamplona. Su posterior paso a la televisión y su paulatino éxito en Canal +, dejan patente que Michael era un tipo que supo adaptarse al medio y evolucionar. De ‘tosco’ delantero británico a ‘fino estilista’ televisivo. Charles Darwin sonríe con este párrafo.

Tuvimos ‘Robin’ desde 1991 a 2020, se dice pronto. Básicamente crecimos con él. 29 años ‘invadiendo’ los salones de nuestra casa. Qué suerte tuvimos, la verdad. A mi madre le encantaba. El ‘guiri’ se ganó poco a poco a toda España con una sonrisa, carisma, esfuerzo y mucha empatía. Con esa receta se pueden conseguir muchas cosas en la vida. Ser admirado y querido en dos plazas tan diferentes como son Pamplona y Cádiz, bien vale para sustentar esta fórmula.

Dicho cuanto antecede, en lo personal, lo que más me ha marcado de la prolífica vida de Michael Robinson, más allá de su reinvención, es el mimo con el que se volcó para explicar el deporte desde una vertiente humana y emocional. Nadie antes lo había hecho en España. Era una apuesta muy arriesgada, pues la cultura deportiva de este país era la que era. Tuvo que venir un inglés, a mostrarnos a través de la joya audiovisual que supone ‘Informe Robinson’, que el deporte tiene luces y sombras, que el deporte es vida, y que la vida es bellísima aunque no siempre sea fácil.

Michael, ¿sabes qué?, contigo aprendí. Aprendí que un deportista granítico como Rafa Nadal llegó a tener miedo de salir a una pista de tenis. Aprendí que se puede canonizar a un joven portero de Móstoles. Aprendí que las montañas del Himalaya son droga para algunas personas, y que la droga mata. Aprendí que en Rosario (Argentina), el ‘Trinche’ Carlovich era un Dios y un espectro. Aprendí que una secuencia de pases y una buena música de fondo pueden ser la puerta de entrada para ganar un Mundial y caer en un mar de lágrimas. Aprendí que un chico de Fuentealbilla llegó a escuchar el silencio en un estadio de Sudáfrica lleno de gente. Aprendí que la gimnasia, el waterpolo o el rugby tienen unos códigos de esfuerzo y lealtad que nadie había mostrado antes en televisión. Y sobre todas las cosas, aprendí que basta que te digan que tienes esclerosis múltiple, y, que en breve no podrás ni andar 200 metros, para que te compres una bicicleta y acabes completando una prueba del ‘ironman’, demostrándote a ti mismo, a tu familia y al mundo, que los límites están para romperlos.

Este y no otro fue tu legado, al menos para mi, y todos deberíamos cuidarlo en la medida de nuestras posibilidades.

Si Sphera Sports nació en 2012 y a día de hoy sigue viva, básicamente es porque gente como tú nos enseñó que había otra manera de hacer las cosas y de abordar el deporte. Ni tenemos tu carisma ni tu talento, vaya por delante, pero trataremos de hacerlo bien, para luego hacerlo mejor.

Gracias por todo, gracias por tanto.

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