La siempre controvertida mística que persigue al Atlético de Madrid vivió ayer su penúltimo capítulo cuando se anunció lo que todo rojiblanco sabía pero no quería escuchar: que el Vicente Calderón albergará la final de la Copa del Rey que enfrentará a Barcelona y Alavés el 27 de mayo. Algo que podría pasar inadvertido de no ser porque, calendario en mano, aquel será el último encuentro oficial que se dispute en el feudo que durante medio siglo ha sufrido, disfrutado y llorado con las locas aventuras colchoneras.
El Calderón -en sus orígenes, Estadio de Manzanares- nació celebrando los goles de Gárate y Luis Aragonés y las cabalgadas de Irureta, con Adelardo como jefe de filas. Creció en clave brasileña con Leivinha y Pereira, maduró con Arteche, Abel y Manolo y disfrutó con Futre y Schuster. Tocó el cielo con el Doblete de Antic, Simeone, Toni, Vizcaíno, Solozábal, Penev, Kiko, la diestra de Pantic o Caminero, para bajar al infierno solo tres años después de la mano de Ranieri, hoy merecido héroe en Leicester.
Resucitó, como no podía ser de otro modo, con el eterno Aragonés al mando y con la estela de un Niño que luego, entre lágrimas, tuvo que irse. Para poder volver, claro, ya con el Cholo en el banquillo, para disfrutar en casa del quizá mejor Atleti de la historia y que mientras no estuvo Torres siguió vibrando con Agüero, Forlán, Courtois, Godín, Falcao, Arda, Gabi, Koke, Miranda, Juanfran, Diego Costa y compañía.
Si Luis Aragonés levantara la cabeza, volvería a esconderla para no ver lo que están haciendo con su Atleti, al que en menos de un asalto han cambiado de estadio, escudo y ahora seguramente privarán del último encuentro en su casa. Porque, salvo que el Atleti juegue la previa de la Champions –o de la Europa League- en agosto, días antes del traslado al Wanda Metropolitano, el encuentro entre Barça y Alavés será el último que se dispute en el feudo colchonero.
Pero pensar en el verano es irse muy lejos. Más en la esencia cholista, una forma de vida que no entiende de agostos cuando ni ha terminado febrero. Cerca de tres millones de euros ingresará el Atleti por pasar de vivir el último aliento del Calderón. Los rojiblancos ya sabían desde hacía mucho que a partir de mayo no podrían ir nunca más al Manzanares, al Estadio Vicente Calderón, como también sabía Joaquín Sabina que ya no podrá seguir llorando dentro del Calderón, que es su casa. Lo que no pensaban era que, salvo que el verano lo remedie, lo último que verán en el Manzanares no será un centro de Koke, un pase de Gabi, un regate de Carrasco, una genialidad de Griezmann o un gol de Torres. Condenada idiosincrasia.