
Soy de los que firma
debajo de un maestro como Enric González cuando afirma que «son
más hermosas las victorias de los vencidos» y cuando dice que imagina
que «para los equipos ganadores el triunfo sólo les proporciona el
alivio del pronóstico cumplido y el fracaso les genera menos dolor que
estupefacción». Por juego, a mí también me hubiera gustado, y creo
además que el fútil merecimiento en el fútbol estuvo claramente de su lado, que
el Tottenham se hubiese llevado la eliminatoria ante la Juventus. Por
juego, a mí también me gustaría que el Napoli, de fronteras para adentro
y también con el fútil merecimiento del fútbol claramente de su lado, levantase
el actual Scudetto. Pero también pienso, con la aplastante lógica en la
mano, que no lo hará. Por el simple y gigantesco hecho de que es la Juventus
quien está enfrente.
La Juventus denomina
«prueba de madurez» a lo que para cualquier otro equipo italiano
sería la mejor victoria de su historia reciente. Los turineses, además de
madurez, encarnan todas las palabras positivas del diccionario que acaban en -ez:
avidez, brillantez, lucidez, robustez, solidez… Y también una que acaba en -eza:
grandeza. La Juventus es esa implacable trituradora
de los sueños de sus rivales. Y cuanto más factibles y argumentados sean estos,
más parece disfrutar haciéndolos añicos. Cuando se mide a equipos con quizá más
fútbol y recursos, pero sin su grandeza competitiva, siempre se impone. Y,
últimamente, sin excepción. Los tres rivales que han tumbado al equipo de Allegri
en Champions han sido el Barcelona, el Bayern y el Madrid.
Tres gigantes, con mayores galones en Europa. Ese es el siguiente y último
nivel, el que todavía les falta por completar y quizá no consigan en este
ciclo, sin embargo, cualquier otro club está destinado a claudicar. Aunque su
derrota sea inmerecida, aunque la victoria de la Juventus, como tantas otras
veces, nos pueda parecer, como en Wembley, incluso injusta.
Los bianconeri son
ese equipo que te gana 0-1 con un tallo como Mandzukic jugando de
extremo y despejando un balón peligroso en el área propia en la última acción
del encuentro. Ese equipo que sale indemne ante las dificultades. El del golpe
de gracia cuando está contra las cuerdas, cuando parece que solamente falta un
suspiro para que su imperio se venga por fin abajo mientras miras con desdén
desde arriba como todas las caras pasan de la esperanza al desánimo. El que
cambia de sistema como quien se cambia de calcetines. El que se sobrepone y se
retroalimenta de los errores de gol de Higuaín. El que se hace fuerte
desde sus límites y sus adversidades. El que presume orgulloso de su capacidad
de resistencia, con Chiellini como paradigma de su esencia. Y es que
jugar contra Chiellini, decía Morata, «es como entrar en la
jaula de un gorila para quitarle la comida». De igual manera que es
jugar contra la Juventus. El que hace caer la moneda de su lado cuando las
fuerzas son casi tan igualadas como las probabilidades de que salga cara o
cruz. No hay ningún equipo con esa capacidad de supervivencia en el éxito
dentro de su territorio en todo el mundo. No hay ningún equipo que odie tanto
perder.
Benatia o
Matuidi ahora, Dani Alves o Cuadrado recientemente, Evra
o Giovinco tiempo atrás. Lo que para otros serían pilares
fundamentales, la Juventus los utiliza con una concreción que empequeñece al
resto y engrandece a su equipo. Y no solo eso, sino que es capaz de hacer lo
mismo con futbolistas tan limitados como Padoin antes o Sturaro ahora.
Su superioridad se extiende como una enredadera por la fachada de una antigua
casa de piedra. Abarca cada detalle y nada se le escurre entre los dedos. De
ahí la dificultad de quitarle en Italia un título a la Juventus, de ahí que el
Napoli sea cada día que pasa menos favorito de cara al título, de ahí que
tendría tantísimo mérito que los de Sarri, en una carrera marcada por la
extrema regularidad en el triunfo, le birlasen el Scudetto a una
Juventus que lo siente como su coto privado porque es su coto privado.
A la
Juventus le da un poco igual sentirse cómoda atacando como ella quiere, que
sufriendo en defensas posicionales. Porque también lo hace como ella quiere. Le da un poco igual poder hacer circular el balón pasada la
medular o tener que bajar el bloque y jugar en largo. Atacar profundo por las
bandas o replegar y defender el área con uñas, dientes, encías, cejas y
pestañas. Empujar goles en la línea de fondo del rival o rebañar despejes en la
línea de fondo propia. Exhibir su pegada o mutilar la contraria. La
Juventus no divierte como conjunto, pero gana. La victoria es su estilo.
Minimiza riesgos a cada ventaja en el marcador. Parece no cansarse nunca un
ápice más de lo necesario. Y, obviamente, genera a su alrededor toda la
impotencia del mundo. Y lo hace sin pavonearse. Como guiada por una suerte de
código deontológico propio de los superhéroes. Serena en la derrota. Doble
palmada para sacudirse el polvo de las manos y recoger el revólver del suelo
tras el descuido. Impertérrita en la victoria.
La historia de la
Juventus está marcada, desde sus primeros años, por el ‘todos contra mí y yo
contra todos’. De hecho, el Torino, su gran
rival ciudadano y un adversario competitivo de verdad en las cuatro o cinco
primeras décadas de su existencia, fue fundado por un expresidente bianconero,
el suizo Alfred Dick, quien decidió fusionar al resto de clubes más o menos
potentes de la ciudad para plantarle cara al poderío de su anterior equipo. Y
es esa actitud grabada a fuego en su ADN, ese costumbrismo en la imposición
ante cualquier oponente la característica que no ha dejado de definir su legado
hasta hoy día.
Mi escena favorita de
la película Comanchería es cuando el ‘nuevo rico’, cuando el aspirante a
triunfador del año, el aparente gran ladrón de guante blanco, tras creer haber
dado el gran golpe de su vida, está en un casino, con un enorme montón de
fichas de su lado, dispuesto a poner la guinda a su particular pastel y empieza
a dirigirse con tono desafiante a un gigantesco nativo americano que también
está sentado a la mesa de póker, en pugna por la misma mano.
+
¿Eres comanche?
Y
el comanche solamente asiente.
+
Los amos del llano, ¿eh?
El
indio las ve y se lleva la gran mano.
Se
levanta y se dirige a quien ha osado desafiarle.
–
¿Sabes qué significa comanche?
+
…
–
Enemigos para siempre.
+
¿Enemigos de quién?
–
De todos.
Decía Luis Aragonés que las ligas se ganan
o se pierden en las últimas diez jornadas. Pues bien, la Juventus, que
solamente había ocupado de forma circunstancial la primera posición de la
clasificación de la actual Serie A en la segunda y en la tercera
jornada, ya está líder justo antes de encarar la primera de esas diez últimas
fechas. Con la puntualidad de un reloj suizo. Con la mentalidad ganadora 100% made
in Juventus. Con la actitud hermética, orgullosa y guerrera de un comanche.
De nuevo, todos contra mí. De nuevo, yo contra todos. De nuevo, en la mejor de
las disposiciones posibles para volver a ganar. Para no dejar de seguir
ganando. Para no dejar de seguir siendo exactamente quien siempre ha sido.
Sevilla. Periodista | #FVCG | Calcio en @SpheraSports | @ug_football | De portero melenudo, defensa leñero, trequartista de clase y delantero canchero

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