El 29 de octubre de 2014, los Charlotte Hornets regresaron a la NBA. El regreso de uno de los nombres clásicos de la década de los noventa despertó mucha ilusión entre los aficionados al baloncesto de Carolina, pero, en estos cinco años, los Hornets han pasado por la liga con más pena que gloria.
En una de esas historias rocambolescas que solo pasan en las ligas estadounidenses, la franquicia que hasta entonces conocíamos con el nombre de Charlotte Bobcats cambió su denominación porque el equipo originalmente llamado Hornets y que jugaba en Nueva Orleans tras su mudanza desde Carolina del Norte decidió dejar ese apellido por uno más acorde con la idiosincrasia de Luisiana: Pelicans. Los New Orleans Pelicans mantuvieron su historia desde su aterrizaje en NOLA (2002) y los nuevos Charlotte Hornets recuperaron el legado de los avispones originales (1988-2002) y mantuvieron el de los Bobcats (2004-2014).
El rebranding fue un golpe de efecto por parte de Michael Jordan. En primer lugar, porque borraba del mapa a unos Bobcats que siempre serán recordados por el infame 7-59 de la temporada 2011-12 (el peor registro de la historia de la NBA). Y segundo, porque el aficionado norcarolinés siempre ha sentido nostalgia de los años de aquellos Hornets de los noventa (aquellas camisetas teal -verde azulado- que lucieron los Dell Curry, Larry Johnson, Alonzo Mourning, Glen Rice, Muggsy Bogues y compañía).
Charlotte volvía a ser la Buzz City y había base para ilusionarse, ya que en un par de temporadas el equipo pasó del 7-59 a un digno 43-39. Steve Clifford dirigía a un cuadro en el que Kemba Walker y Al Jefferson eran las principales estrellas. Por primera vez en mucho tiempo, Carolina era un destino atractivo para jugar al baloncesto profesional. Prueba de ello fueron los fichajes del propio Jefferson en 2013 y de Lance Stephenson en 2014 cuando este era una pieza muy cotizada tras ser la némesis de LeBron durante dos temporadas. Pero la cosa empezó a torcerse casi desde el principio.
Aquel 29 de octubre, los Hornets “volvieron” ganando a los Bucks. Fue la única alegría de la temporada, porque el resto del curso fue un desastre. Las diez derrotas seguidas que encadenaron en noviembre fueron un lastre del que no se pudieron librar de cara a la lucha por los Playoffs. Las pocas opciones que tenían las tiraron por la borda en abril (dos victorias en nueve encuentros). En el año en el que tenían que consolidarse como un equipo de la parte noble del Este, los Charlotte Hornets terminaron con un balance de 33-49, sólo por delante de Pistons, Magic, 76ers y Knicks.
Tras el fiasco del año del retorno, los Hornets vivieron un repunte la temporada siguiente de la mano de un Kemba Walker que estrenaba extensión de contrato (48 millones de dólares por cuatro años) y que estuvo bien secundado por Nicolas Batum. El 48-34 de 2016 (sextos del Este) fue la mejor campaña de los Hornets en lo que va de siglo XXI. Además, pusieron en serios apuros a los Heat llevando su duelo en primera ronda al séptimo partido. Ese fue un logro importante, ya que como Bobcats, el equipo fue incapaz de ganar un solo partido de Playoffs (4-0 ante los Magic de Dwight Howard en 2010 y 4-0 ante los Heat del Big Three LeBron-Wade-Bosh en 2014). La última victoria de la franquicia en postemporada databa del 9 de mayo de 2002, justo antes de la mudanza a Nueva Orleans.
En el verano de 2016, muchos jugadores de clase media de la NBA pegaron el pelotazo de sus vidas gracias a la subida del límite salarial de ese año. Batum, a raíz de su buen año en Charlotte (en el que expiraba su acuerdo con Portland) firmó un contrato con los Hornets por cinco años ¡y 120 millones de dólares! MJ cubrió de oro a un jugador muy bueno pero que nunca será catalogado como estrella. Otro que rubricó un buen trato ese año fue Marvin Williams (cuatro años y 54’5 kilos), jugador importante para Clifford, aunque nunca ha tenido el peso en la liga que se esperaba de un número dos de Draft como lo fue él en 2005.
Otra vez los Hornets ante la oportunidad de dar el paso hacia la consolidación y otra vez que la temporada fue una completa decepción. Tanto en la 2016-17 como en la 2017-18, los de Carolina del Norte terminaron con el mismo récord: 36-46 y fuera de las eliminatorias decisivas. Jordan dio por terminada la era de Steve Clifford después de cinco temporadas (el técnico que más ha permanecido en el banquillo de un equipo dirigido por His Airness) y también la del general manager Rich Cho tras siete años. Mitch Kupchak fue contratado como nuevo GM y James Borrego (discípulo de Gregg Popovich) como nuevo entrenador.
A pesar de estos cambios, el curso baloncestístico 2018-19 de los avispones fue similar al de los últimos dos años: momentos buenos, muchos no tan buenos… y dependencia excesiva de su base. La única diferencia es que esta vez pelearon sus opciones de Playoffs hasta el final y eso que su calendario era muy complicado. Sus victorias épicas ante cocos como Raptors y Spurs quedaron en nada tras la derrota ante los Lakers. El último día de temporada regular todavía tenían posibilidades, pero tenían que ganar a los Magic y esperar a que los Pistons perdieran en Nueva York. No sucedió ni una cosa ni otra. Al final, otro año más fuera de Playoffs.
Michael Jordan tiene ante sí el verano más importante de su carrera como propietario, pero la sartén por el mango la tiene un Kemba Walker ya tres veces All-Star que será agente libre. Los Hornets son el equipo que más dinero le pueden ofrecer, pero con la treintena de edad muy cerca tal vez no piense únicamente en cobrar la mayor cantidad de dólares posible, sino también en formar parte de un proyecto que al menos sea perenne en Playoffs. Conviene recalcar que en ocho campañas sólo ha jugado dos veces la última fase de la liga. Ofertas de equipos top no le van a faltar.
Hay dos escenarios posibles. El primero, que Kemba se quede. En ese caso, Kupchak deberá trabajar muy duro para atraer a otros cracks de la liga. Es evidente que los Durant, Irving, Leonard y compañía no van a jugar en el Spectrum Center, pero en el mercado estarán otros jugadores interesantes como Tobias Harris, Nikola Vučević, Julius Randle, DeAndre Jordan o J.J. Redick, que pueden formar un bloque desde luego mucho más sólido que el que hay ahora.
Los Hornets tienen comprometidos unos 100 millones en salarios aproximadamente para la temporada que viene, siempre y cuando Bismack Biyombo, Marvin Williams y Michael Kidd-Gilchrist ejerzan sus respectivas opciones sobre sus contratos (cosa que es muy probable que hagan). El margen salarial no les deja maniobrar mucho, pero tampoco están maniatados. De todas formas el peligro de sobrepagar siempre estará ahí porque Charlotte no es un mercado atractivo precisamente. Prueba de ello es que los últimos fichajes destacados han sido Roy Hibbert, Dwight Howard y Tony Parker, siendo los tres sombras de lo que fueron.
El segundo escenario es el más probable: que Walker se vaya y que los Hornets se vean abocados a la reconstrucción. Eso conllevaría tragar con el último año de los contratos de Biyombo, MKG y Williams y empezar a navegar por las aguas profundas de la NBA para tratar de pescar algún pez gordo de la NCAA. Un arma de doble filo porque los aciertos en el Draft por parte de los Hornets no abarcan ni los dedos de una mano.
El primer lustro de vida de los nuevos Hornets ha tenido más sombras que luces. La euforia del retorno de la denominación ha desparecido y el proyecto deportivo se ha estancado considerablemente. Si su estrella termina yéndose, vendrán tiempos mucho más difíciles en Charlotte.
Periodismo UCM. NBA en @SpheraSports y Sporting en La Voz de Asturias (@sporting1905).
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