En pocos lugares se vive el fútbol como en Sudamérica. Los festejos, los cánticos y los aplausos son sinónimo de alegría, de felicidad, de la pasión con la que viven el fútbol. Por desgracia esto se transformó en llantos y gritos de dolor cuando el general Pinochet llegó al poder, y el Estadio Nacional se convirtió en el escenario principal de torturas y asesinatos de uno de los regímenes más sanguinarios de la historia. En la eliminatorias para el Mundial 1974, se produjo uno de los momentos más esperpénticos de la historia del fútbol. A Chile le había tocado jugar la repesca contra la Unión Soviética, tras un empate sin goles en Moscú, todo se decidiría en Santiago. La URSS decidió no viajar alegando que «por consideraciones morales los deportistas soviéticos no pueden jugar en el estadio de Santiago salpicado por la sangre de compatriotas chilenos», pero la FIFA se lavó las manos como siempre y el partido se jugó igual, sin rival y sin todas las victimas que fueron asesinadas en aquel estadio.
Chile venía de un gobierno presidido por Salvador Allende, el primer presidente de ideología marxista elegido en elecciones de un Estado de derecho. El presidente tenía en contra a Estados Unidos, que apoyaba a sus opositores, y tras un intento fallido como fue el ‘Tanquetazo’, el 11 de septiembre de 1973 se produjo un Golpe de Estado que acabó con el suicidio de Allende y la subida al poder de Pinochet. Durante 15 años se extendió uno de las dictaduras más sanguinarias de la historia, hasta que, en 1988, Pinochet se tuvo que enfrentar a un plebiscito para tener la oportunidad de seguir gobernando el país. En la televisión chilena se permitían 15 minutos diarios para hacer campañas a favor del «Sí» y del «No», siendo esta última utilizada brillantemente para dar un vuelco a los sondeos y teniendo como protagonista a un futbolista, un delantero que cambió la historia de Chile.
En uno de los múltiples anuncios que se utilizaron en la campaña, que fue llevada al cine de la mano de Pablo Larraín, uno de los mejores directores actuales, en la película «NO» (2012), aparece una mujer que dice que fue torturada, vejada y humillada; de repente la cámara gira y allí se ve a Carlos Caszely, uno de los futbolistas más famosos de Chile, que dice las siguientes palabras: «Por eso mi voto es no. Porque su alegría es mi alegría. Porque sus sentimientos son mis sentimientos. Porque el día de mañana, podremos vivir en democracia, libre, sana, solidaria, que todos podamos compartir. Porque esta linda señora, es mi madre”. Un anuncio impactante, emocionante y que cala directamente en el espectador. Según afirma el propio Caszely el 100% de los indecisos eligió el no tras ver el anuncio. Pero la labor del delantero no quedó solo ahí, ya que en una recepción a la selección chilena, el nueve se negó a darle la mano al dictador y, según cuenta, se produjo un silencio sepulcral. Además cabe destacar que al igual que la selección soviética, se negó a jugar en el Estadio Nacional por los crímenes que se produjeron en él.
Este ha sido un pequeño repaso a una de las épocas más oscuras de la historia de Chile, una época donde uno de los templos de la libertad se transformó en la sede del reino del terror, pero donde un hombre nos enseñó a no doblegarnos nunca ante el poder establecido y a que un futbolista no solo puede ayudar a su país con goles; sin odio, sin violencia y sin miedo; Carlos Caszely, el futbolista que ayudó a cambiar la historia de Chile.
1990/ Estudiante de periodismo/ Santiago-Sevilla/ “El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios… pero hay una cosa que no puede cambiar… no puede cambiar de pasión.” (El secreto de sus ojos)