«Hola Antonio, ¿cómo te va por ahí arriba?. Hace 10 años que no nos vemos, aunque ya sabes lo que decíamos, los amigos no necesitan verse para saber que siempre estarán a tu lado. Cada 15 días y a veces entre semana, siento que estás con todos nosotros, como pasaba antes del momento que decidiste irte tan lejos, al tercer anillo.
Por aquí todo ha cambiado mucho desde la última vez que nos vimos. ¿Recuerdas aquel zurdazo que levantó toda la grada? Fue brutal. Ahora, esa misma grada se levanta muy a menudo, aunque aquel día fue especial, aquel día fue la primera vez que ví a los nuestros, soñar despierto. Y tú fuiste el culpable, cabrón. ¡Cómo le pegaste!. Lo hiciste con el alma, la que por cierto siento que sonríe cada vez que el marcador alcanza el minuto 16 en Nervión.
Hasta 9 veces hemos mirado al cielo levantando un título desde aquel día. Alzamos la copa lo más alto posible para que llegues a acariciarla. ¿Puedes? Quizás no, pero en ese momento, al levantar la cabeza tocando metal, nos damos cuenta que hay una estrella brillando como si de un precioso diamante se tratase. ¿Lo logras ver desde tan alto?.
Algunos dicen que sigues entre nosotros, que sigues animando desde la grada, que nunca te fuiste. Yo creo que sí, que aunque no era el momento de abandonarnos, tenías que irte. Desde allí, la perspectiva es diferente, desde allí no te pierdes nada y no existen kilómetros que te priven estar en todos los partidos, en todos los desplazamientos, en todas las finales, en todas las celebraciones. Desde allí, Nervión se debe ver precioso, y más ahora que está cambiando de cara, gracias también a tí. Yo creo que ya no estás, y mira que me costó asimilarlo los primeros años, pero no, quisiste irte para ser eterno, para estar más tranquilo, disfrutando de nuestro Sevilla desde la paz que te rodea. Y a veces, créeme que te envidio.
Aunque es cierto que uno no muere si su recuerdo sigue vivo. Y tú, amigo, eres inmortal. Tú sigues entre nosotros, y seguirás siempre por muy lejos que te hayas ido. ¡Ah!, antes de que se me olvide. Aitor es zurdo, como su padre. Algún día lo veremos corriendo por la banda tal y como hacías tú. Yo lo veré, porque no hay partido que no entre por la puerta 16, aquella que se llenó de flores, bufandas, velas y fotografías la última vez que estuviste aquí.
Nos has malacostumbrado, Antonio. Nos hiciste ganadores y fuiste el primero que confió que podíamos hacer algo grande. Pero también por tu culpa sabemos que hay algo más importante que ganar. Y te hacemos caso. Por tí disfrutamos, reímos, lloramos, nos emocionamos y recordamos. Por tí nuestros valores han cambiado y por tí luchamos para devolverte lo que en su día, nos diste. No te olvidamos Antonio, somos consciente que tú tampoco lo haces con nosotros. La casta y el coraje siempre será eterna. Te dejo amigo, que como tú decías, mañana vuelve a salir el sol.»