La Historia la escriben aquellos que tienen el coraje de ser valientes. Carlos Alcaraz es, sin duda, uno de ellos. En el epicentro del mundo; sobre el tapete de la mayor pista de tenis del planeta, el de El Palmar se corona ante las miradas de propios y ajenos que se preguntan de dónde ha salido este chaval; este géiser tenístico que tiene tanta fuerza como para desplazar del cetro mundial a toda una época dorada para convertirse en la alternativa más firme de cara al futuro.
Avisaba después de doblegar al estadounidense Frances Tiafoe en semifinales: “Yo voy a hacer lo mismo para ir a por ello. No importa por lo que esté peleando: solo voy a ir a por ello y a disfrutar el momento”, en alusión a cómo su mentor Juan Carlos Ferrero doblegó, en 2003, a André Agassi para convertirse en número 1 mundial.
Como si se tratara de un epílogo, el murciano cumple el pronóstico y se eleva por encima del resto, en Flushing Meadows, para darle rock & roll a la noche neoyorquina y salir de la ciudad que nunca duerme en lo más alto del ranking ATP. El sueño está cumplido.
No es solo su primer Grand Slam, que ya es decir. El combo tiene tanta magnificencia que descubre estadísticas de precocidad hasta ahora desempolvadas. Es ya el jugador más joven de todos los tiempos en el primer escalafón.
Pero no es cuestión de suerte. “Que la suerte te pille trabajando”, como decía Truman Capote. “Me he preparado mental y físicamente para poder vivir este momento, para pelear por grandes cosas”, decía el joven jugador en los prolegómenos.
Cumplió lo que dijo con efectividad y espectáculo a lo largo de todo el torneo. La final no fue menos. Alcaraz apagó a un correoso Ruud y dio brío al tenis español que, tras Nadal, parecía abocarse a un futuro incierto.
Pero nada más lejos de la realidad, la alternativa es ya un presente convertido en el cuarto jugador hispano de la Era Abierta en alcanzar la cima. Tras Carlos Moyà, Juan Carlos Ferrero y Rafa Nadal, ahora es el turno de Carlitos. Don Carlos.
El desgaste físico acumulado tras tres partidos maratonianos previos (frente al italiano Sinner en cuartos de final fueron 5h15m) no pesó en las piernas del murciano que no ofreció muestras de debilidad sino el talante tan firme al que ya parece acostumbrarnos. Carlos, en los momentos grandes, se viene arriba y eso lo hace un “tiburón de la competición”, en palabras del propio Ferrero.
Esa es la diferencia. Mientras otros jóvenes jugadores del circuito se apagan en los instantes decisivos, Alcaraz da un paso al frente. Mira de cara al público. Sintoniza con el ambiente. Entra en erupción y saca su mejor tenis. Eso le ha permitido firmar el mejor año de su joven carrera deportiva con cinco títulos abrochados (los Masters 1000 de Miami y Madrid, los ATP 500 de Río de Janeiro y Barcelona y ahora el US Open). A buen seguro, el inicio de todo lo que está por venir.
En 2020, por las mismas fechas, era el número 158 mundial. Un año más tarde ocupaba el 38º puesto del mundo. En 2022 no hay límites. Es ya un alma libre en el lugar más codiciado al que aspira un jugador profesional. Atrás queda el australiano Lleyton Hewitt que, con 20 años, en el año 2001 izó la bandera aussie conquistando la tabla. Ahora el nombre que comanda el tenis vuelve a ser español.
“He jugado feliz y por eso tengo el trofeo”, dice copa en mano. La Historia ya sucumbe a su nombre.
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