La sabana africana suele ser el lugar más propició para que podamos ver en plenas facultades a uno de los animales más imponentes de la tierra, el León. Solo en un puñado más de sitios alrededor del mundo, tendremos la posibilidad de contemplar a este depredador, y a la vez protector. Un guardián que vigila la sabana, velando por su bien. Encaramado en la cúspide, deja que las corrientes de aire mezan su abundante melena, mientras ruge y deja claro cuáles son sus dominios.
Cuál fue mi sorpresa, al darme cuenta que en España también tuvimos la posibilidad de ver uno, merodeando en este caso, por los estadios de fútbol de todo el país. Quizás no fuese del todo un león, pero presentaba su melena, lideraba, protegía y rugía como tal.
Y es que, en estos días que tanto se habla de centrales y capitanes, no puedo evitar acordarme de él, un león con forma humana, un «león futbolista» y que puso su firma en la historia de este deporte. Por supuesto, no es otro que Carles Puyol, uno de los mejores centrales que ha defendido la roja, uno de los mejores capitanes que lució el brazalete del FC Barcelona y uno de los defensas más importantes en la historia reciente del fútbol.
Puyol, un gol para la historia | Getty
Un gol para la Historia.
La tensión corta el ambiente. No me atrevo a quitar la vista de la pantalla. Nos atacan los bávaros, y aunque controlamos el miedo, nos infunden respeto. Suspiro cuando veo que conseguimos recuperar la redonda. Sigue pasando el tiempo y sigue sin moverse el marcador. Ni España ni Alemania se deciden a estrenar la red. Avanza el reloj y llegamos al 72:30, donde Xavi, Hernández, pone con cuidado el cuero en la esquina, para botar un córner que entraría en nuestra historia.
Balón centrado al segundo palo, cerca del área chica, para que entre los colosos germanos, el león de la roja, el tarzán español,Carles Puyol, se descuelgue de la liana y vuele hasta contactar con el esférico, para con un toque potente, deje sin respuesta al meta alemán, Manuel Neuer, al que solo le queda suspirar, mientras por fin, todos los aficionados que nos encontramos presentes en el bar, podamos estallar de júbilo.
Ese gol nos iba a dar una final, una final que ganaríamos, y tras la cual seriamos campeones del mundo por primera vez en nuestra historia. Creo que dicho esto, poco más que hablar de su valía.
Eterno capitán | Getty
Eterno Capitán
Puyol culminó una carrera extraordinaria con aquel título. Ya tenía todo trofeo posible en sus vitrinas, y en cada uno de ellos, había aportado su granito de arena. El suyo y si hacía falta alguno más. Siempre estaba atento a todo. Nunca fue egoísta. Siempre dio el cien por cien en el campo. Pero fuera de él, se dejó el alma por defender a sus compañeros, equipos, y por encima de todo, ese fútbol que desde pequeño le atrapó para el resto de sus días.
Comenzó su andadura como lateral, pero gracias a su liderazgo y potente físico, acabo reconvertido en central, uno de los mejores que vi si me permiten decirlo. Fuerte, rápido en el corte, y tremenda solvencia en el juego aéreo, además de un nada desdeñable toque de balón, le permitieron domar a los delanteros más fieros, y apoyar de vez en cuando en las labores ofensivas de los suyos. 15 años en el mundo profesional, todos ellos en la élite, indican su nivel.
Pero más allá de su juego, en el que fue un verdadero titán, una pesadilla para cuantos arietes tuvieron que bailar con él, Puyol fue un futbolista de los pies a la cabeza. Un capitán, con o sin brazalete.
Y es que un capitán no es llevar un brazalete y saltar al campo el primero. No es dar la mano al colegiado antes de comenzar. No es levantar un título. Ser un capitán se lleva dentro, y nadie te lo puede enseñar.
Ser capitán es ser el faro de los tuyos cuando la derrota asoma. Es hablar cuando tienes que hacerlo. Es dejar que tu compañero, saboree el éxito antes que tú. Es dar la cara aunque sepas que te la “romperán”. En definitiva, es hacer lo que tienes que hacer aunque no te guste, solo por el bien de tu equipo, de tu afición, pero siempre con el fútbol y unos valores de por medio.
Puyol dio una lección a muchos más de una vez. Dentro y fuera del campo fue un estandarte de lo que debería ser el fútbol. Respeto, esfuerzo, humildad y corazón. Por todo ello no he dudado en dedicarle estas palabras. ¡Eterno Puyol!