Se dice que nada permanece, excepto el cambio. Aunque, según de qué se trate, el cambio también puede incidir directamente en que algo permanezca. Extrapolado al baloncesto, en este siglo, en la mejor liga del mundo, hemos visto cómo muchas cosas cambiaban, pero no permanecían. Y otras permanecían, pero cambiaban. Claro que esto último apenas se puede aplicar al instante, ya que la permanencia provoca que, a la larga, cuando varía el entorno, acabe igualmente la misma. El cambio y la permanencia…
Parece un juego de palabras. Tal vez lo sea. Pero realmente es así. Todo. En la vida y en el deporte. Por eso el caso de los San Antonio Spurs ha sido diferente. Hasta este verano. Durante dos décadas teníamos la sensación de que nada cambiaba en El Álamo. Cada año, los chicos de Gregg Popovich aparecían entre la lista de aspirantes (que no siempre favoritos) a ser parte de la última serie de playoffs de la temporada. Esto es, a ser uno de los dos conjuntos protagonistas en las finales de la NBA. Sin embargo, hemos ido comprendiendo que sí existían los cambios, necesarios para permanecer en la élite. La evolución silenciosa. Así, del juego abrupto pasamos a The Beautiful Game. Del barro a la pureza. Con el mismo resultado.
Fuimos testigo del traspaso de poderes de David Robinson a Tim Duncan, del crecimiento de un francés que salió del primer entrenamiento con las orejas gachas, de la pasión de un argentino que supo entender los momentos y las necesidades del colectivo, de los ajustes de un tipo que, pizarra en mano, impartía clínics una noche sí y otra también. Vimos al mejor cuatro de todos los tiempos hacerse a un lado y a un joven de Los Angeles tomar las riendas para imaginar otros diez años de candidatura.
Vaya que si hubo cambios. Siempre. El éxito de los Spurs fue justamente ése. Adaptarse para ser los mejores en las condiciones del momento. En los noventa y principios de siglo se jugaba a lo que los Pistons, a finales de la década anterior, habían establecido como modelo. A partir de 2010 todos querían correr, pasar, ser dinámicos o volar en ataque, como los Suns de Nash y D’Antoni. Los Spurs ganaron, elevando a la máxima potencia cada estilo. Siendo diferentes para seguir siendo los mismos; un grupo ganador.
Sin embargo, parece que, tras los movimientos del verano, nadie apuesta por los Spurs de cara a la temporada 2018-19. Curioso.
Bueno, tal vez esto tampoco haya cambiado…
Y es que, pese al éxito continuado, no fue hasta 2014, cuando arrasaron a los Heat del Big Three, que el reconocimiento generalizado no les alcanzó. Llevaban quince años en la élite y cargaban con cuatro anillos previos, pero, por alguna razón que a mí se me escapa, no se les daba un crédito acorde a sus méritos.
En cualquier caso, a ellos les importaba bien poco. De hecho, tanto Tim Duncan como Gregg Popovich parecían desear que todo fuese de esa manera.
Aunque, por otro lado, sí que existía una característica por la que eran reconocibles: su manera de proceder. El binomio Popovich – Buford como piezas claves en la maquinaria. La fuerza motriz desde el despacho y la pista. Peter Holt, propietario, sabía que su franquicia estaba en buenas manos. Luego, un líder silencioso, pero ejemplar, que propicie con su ejemplo que se cumplan una serie de normas no establecidas. El silencio, algo que en San Antonio se disfruta. Recordaba Brent Barry, parte de la plantilla que se alzó con el título en 2007, que vio “una pequeña sonrisa en el rostro del entrenador” tras finalizar el cuarto partido de la serie. Una pequeña sonrisa…
En 2011 llegaría Kawhi Leonard, en un traspaso durante la noche del draft. Al cabo los aficionados entenderían el valor de su nuevo jugador. Un brillo cada vez más intenso hasta convertirse, casi sin querer, en la gran estrella del equipo. Una personalidad que parecía en perfecta sintonía con la de Tim Duncan. El sucesor como líder en la cancha. El sucesor fuera de la misma. Apenas gesticuló cuando fue designado MVP de las finales en 2014. Tan Duncan, tan ‘spur’… Incluso invita a pensar que, si la franquicia hubiera ido a una fábrica de jugadores NBA para encargar uno acorde con la personalidad del equipo, Leonard habría sido hecho a mano por los mejores especialistas y entregado en la puerta del AT&T Center.
El verano de 2018 ha sido especialmente cruel. Leonard, considerado por la mayoría como el mejor two-way player y uno de los cinco mejores jugadores de la competición se ha ido. Él y Danny Green (otro baloncestista con ADN spur y adorado por la comunidad) fueron enviados a Toronto en un acuerdo que llevaría a DeMar DeRozan a Texas junto al joven Jakob Poeltl y una elección de primera ronda del draft. A esto hay que sumarle la marcha de Tony Parker, quien decidió partir en el ocaso de su carrera, y la despedida de Manu Ginóbili.
Y, a pesar de que los casos de Manu y Tony sean más sentidos, el daño real a la franquicia, porque con él ya estaban sentadas las bases, ha sido el propiciado por Kawhi. Pasado y futuro. Agradecidos a lo que unos entregaron, expectantes frente a lo que debía llegar con el otro. El pasado no se puede borrar. El futuro no está escrito.
Sin embargo, visto desde otra perspectiva, pudo haber sido peor. Leonard bien podría haber decidido cumplir su último año de contrato y salir libre una vez concluido el mismo. Lo siguiente parecía obvio: firmar como agente libre por Los Angeles Lakers. Vaya escenario…
Hay voces que creen que los Spurs podrían haber manejado mejor la situación. Leonard, frustrado por su lesión, comenzó a escuchar a personas cuyos consejos influyeron directamente en la decisión de salir de la franquicia. Claro que era algo complicado de prever. Pero…
Miami. Primer partido de las finales de 2013. Leonard responde en el vestuario a los periodistas que le preguntan respecto a su defensa sobre LeBron James, al que dejó en apenas 18 puntos esa noche. Tono bajo, brevedad en las respuestas. R.C. Buford ronda cerca y uno de esos periodistas le pide opinión: “¿Alguna vez se ha mostrado nervioso?”. “Él nunca dice lo suficiente como para que otra persona entienda realmente cómo se siente”. La frase del General Manager hoy cobra más sentido. ¿Y si los Spurs nunca supieron exactamente qué se le pasaba a Kawhi por la cabeza durante todo ese tiempo? Estaban juntos, pero al mismo tiempo separados. Ni siquiera Pop pudo recuperar el vínculo acabada la temporada, cuando se desplazó a la casa del jugador, al sur de California.
Luego llegó el caos. Leonard ha pasado de no querer ni pisar Canadá a estar abierto a una posible renovación en muy poco tiempo. El otro gran implicado en el traspaso, DeMar DeRozan, se sintió traicionado por los Raptors. Pero, si se trata de estabilidad, ¿qué otro equipo te garantiza más que los Spurs? Dos años de contrato por delante para comprobar si es su sitio y la opción de añadir un tercero si así lo desea.
ESPN pronosticaba que los Spurs no alcanzarían la post temporada por primera vez desde 1997. El dominio de los Warriors y Rockets en el Oeste, el crecimiento de los Jazz, la presencia de LeBron en Los Angeles y la dura competitividad ya existente hacen creer a los especialistas que los de Popovich no formarán parte del bracket formado por los 16 mejores equipos de la Regular Season. Mucho suponer. Una cosa es que desaparezca la red y otra es que los acróbatas no sean lo suficientemente buenos como para tener que cancelar la función. Y aquí entramos en valoraciones que también, debo reconocer, tienen carga subjetiva.
LaMarcus Aldridge viene de firmar su mejor temporada desde que saliera de Portland y podría formar una pareja más que interesante con el recién llegado DeRozan. El mismo DeRozan tiene ante sí el desafío de abandonar el sambenito de perdedor que le han colgado y, para ello, cuenta con un coach como antes no ha tenido y un entrenador asistente, especialista en el tiro (Chip Engelland), cuyos métodos han propiciado una mejora en el lanzamiento exterior de cada jugador que ha pasado por sus manos. Ellos dos son los principales avales de estos Spurs que sólo mantienen en la plantilla ganadora de 2014 a un aborigen australiano que responde al nombre de Patrick Mills y a un italiano de párpados caídos, Marco Belinelli, que regresa al sitio donde mejor ha rendido jamás. Pero los dos all-star y el equipo técnico no son las únicas bazas del conjunto de negro. El crecimiento de los jóvenes, encabezados por Dejounte Murray, o la llegada de un rookie que podría ser el nuevo robo de Buford (Lonnie Walker) pueden (y deben) reforzar y aportar capacidad física al grupo, oxigenando a los veteranos.
Y, por último, no entiendo por qué todos comparan nueva plantilla con la del curso pasado incluyendo en la misma a Kawhi Leonard. Al fin y al cabo, éste apenas participó en nueve choques, por lo que su incidencia resultó mínima. La comparación debería ser entre plantillas sin Kawhi. Ergo, no resulta tan mal negocio ahora, ¿verdad?
Sea como fuere, enterrar a los Spurs antes de tiempo no parece una buena idea. Y apostar contra ellos históricamente no ha resultado buen negocio. El desenlace, dentro de unos meses.
Nada permanece, excepto el cambio. Bueno, y los Spurs.
Tenerife. Estudié sociología aunque siempre he estado vinculado al mundo de la comunicación, sobre todo haciendo radio. Deporte en general y baloncesto más a fondo.
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