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Cambalache

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El Madrid no puede decir que no le avisaron. Salió al Pizjuán pensando que ganaría, pese a las advertencias hispalenses en los primeros minutos. Los locales, desde el pitido inicial, estrecharon las manos de sus rivales, perfumados hasta las trancas para insinuar que estaban ahí, de forma sutil. Sin embargo, los de Lopetegui hicieron oídos y narices sordas y cuando quisieron darse cuenta, eran personajes secundarios del tango que estaban bailando Banega y Mudo Vázquez. Sin mediar palabra.

Los de Machín, sabiendo que los blancos este curso suspiran más que nunca por el cuero, trataron de obviar la presión blanca con su clásica defensa de tres centrales y dos carrileros, más un centro del campo muy ofensivo, con un único pivote, como ya hiciera en el Ciutat de Valencia el pasado fin de semana. Por ello, para igualar a hombres en el centro, donde se ganan los partidos, Benzema tuvo que obsesionarse en frenar a Banega y dejar jugar a sus anchas a la zaga andaluza. Una tarea altamente complicada. 

El francés, además, en ataque debía equilibrar las pobres subidas de Nacho y de un Marcelo que parece fuera de forma, lo que dejaba el área contraria exenta de futbolistas madrileños, como un solar carísimo en un pueblo perdido que, el equipo blanco, no se podía permitir ni pisar. El entramado madrileño, sin el ajetreo de sus alas, parece un niño pequeño perdido en un centro comercial, buscando a sus padres a la desesperada. En el centro del campo, Kroos y Modric volvieron a repartirse alturas como pareja que se adjudica tareas del hogar. Tú te encargas de estar entre líneas, Luka, yo me comprometo a construir. Sin embargo, los movimientos ofensivos no fueron buenos y se echó de menos a Isco y a un Asensio que no compareció en el verde. 

En el segundo tiempo, tras el vendaval sevillano, Lopetegui se decantó por imitar a su homólogo colocando a Casemiro como tercer central, en una idea casi de bombero, si no fuera porque ellos salvan vidas. Es cierto que los merengues pudieron acortar distancias en el segundo acto, pero André Silva y compañía mantuvieron la manguera abierta. Aun así, en el chorro de ocasiones, el Madrid consiguió no mojarse más, tras salir empapado en el primer tiempo, y tuvo sus opciones de acortar distancias, aunque el resultado no se movió incomprensiblemente. El baile que el Sevilla impuso, con Banega y Mudo llevándose todos los aplausos y, de paso, las chicas que quisieron, fue demasiado para los de la capital de España. Cambalache. 

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