Un día es blanco, otro negro. Un día se es favorito al triplete, otro a nada. Un día se cuenta con la plantilla más completa en años, otro es insuficiente. En los grandes equipos, a causa de la presión por ganar siempre, no hay término medio. A veces, admitámoslo, es difícil hallarlo, pero es necesario.
No ha sido el arranque de temporada deseado. Al Barcelona le está costando brillar y sacar rédito de su juego. Tampoco ayuda la pérdida de solidez, una de las principales características de este equipo en la temporada 2017/18. En este contexto, todas las miradas apuntan a un Valverde del que se espera que dé con la tecla adecuada. Dos de las opciones que más se debaten son la posibilidad de regresar al 4-4-2 o de prescindir uno entre Dembélé y Coutinho.
Sea la decisión que sea, porque medidas las habrá seguro, de nada sirve si los jugadores no dan un paso adelante. No puede ser que el Barcelona transmita la sensación que si no aparece Messi, y en menor medida la sociedad Leo-Coutinho, ganar se convierta prácticamente en una heroicidad. Hay jugadores que deben dar un paso adelante a lo largo de la temporada si se quiere, realmente, optar a todo.
Tampoco es lo correcto en tiempos de crisis disparar a los blancos fáciles. Los Vermaelen, Arthur, Munir o Malcom necesitan minutos y los inicios de temporada suelen ser caros en ese sentido para los teóricos suplentes. Hay que darles tiempo ahora mismo y exigir ese paso más a determinadas piezas clave como Roberto, Piqué o Suárez.
Pase lo que pase a corto plazo, la temporada es larga y será una montaña rusa. En la Champions y en la Copa los detalles marcan la diferencia; la Liga es cuestión de solidez y mente fría. El que sepa asumir mejor los altibajos será quién termine llevándose el gato al agua. El Barcelona no debe perder el norte. Contra el Athletic, tiene una ocasión perfecta para reenderezar las cosas.
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