Hace un año aterrizó Bruno Fernandes en el Manchester United. Un mes después, antes de aceptar definitivamente que el coronavirus iba a cambiar nuestra vida, ya le poníamos por las nubes gracias a su increíble nivel con la zamarra de los red devils. La entidad de Old Trafford navegaba, un curso más, hacia el abismo más absoluto. Los de Ole Gunnar Solskjær ganaban algunos encuentros de enjundia, sí, pero la continuidad no era su fuerte. Faltaba un líder, alguien que, como el señor Lobo, dijera algo así: “Estoy a 30 minutos de allí. Llegaré en 10”. Y a los 9 ya se estuviera paseando por los aledaños del estadio. Ese era y es Fernandes. Un capitán que no necesita brazalete.
El portugués no se anda con chiquitas. Su encuentro con el club de Mánchester ha sido un choque entre dos personalidades similares. Aunque una, como gigante dormido, sigue sumada en un estado de somnolencia que lleva a que algunos piensen que este es un equipo pusilánime. Nada más lejos de la realidad. Ahí está el bueno de Bruno, presto para gritar y despertar a una entidad golpeada por el paso del tiempo. “Tienes que volver”, espeta el luso. Y poco a poco lo está consiguiendo.
El objetivo era claro: recortar esos 33 puntos de distancia con el Liverpool del año pasado. Lo de entrar en Champions League, por supuesto, ni lo comento. Con el portugués, de repente, eso se ha convertido en una obligación. El ex del Sporting CP está alejado de los parámetros normales de una estrella. No necesita hacerse TikTok, ni crear hashtags en Twitter. Es un cabecilla añejo: de los que lideran pidiendo la pelota, con pie duro y defendiendo a cualquiera de sus compañeros. Es distinto.
No le importa el contexto. Da igual el rombo, el 4-3-3 o que el equipo esté con uno menos. ¿Hablar de pizarras? Él le pega una patada a los que sacan los mapas de calor. Bruno Fernandes es importante en cualquier situación. Cuando llegó a la entidad inglesa parecía uno de esos secundarios de las películas de Quentin Trantino hasta que empezó a mostrar que su calidad e importancia era la de un personaje principal. Fue aterrizar y ya demandaba, la pedía y gritaba. Los red devils sonreían. Los puntos conseguidos desde su entrada en plantilla hablan por sí solos. Ahora, resulta, que pueden ganar la Premier League. Es una historia digna de Hollywood.
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