Max Kilman se está haciendo un hueco en el fútbol inglés. Titular en las últimas jornadas con el Wolverhampton, su historia no es la de un chico cualquiera, sino la de aquel que siendo solo un crío fue rechazado por el Fulham, que le expulsó de su cantera al considerarle no válido y que hace solo dos años competía en una liga no profesional, mientras de manera paralela era una de las estrellas de la selección de Inglaterra de fútbol sala. Por eso, cuando en 2018 el equipo de Nuno llamó a su puerta, a él le surgieron las dudas. Aceptar la misiva del fútbol 11, donde nunca había pasado de la quinta división del fútbol inglés, suponía tener que dejar el parqué y abandonar la camiseta de Inglaterra con la que había debutado a los 18 años como la perla que era. Hoy, dos años después, parece que el tiempo le ha dado la razón, toda vez que está comenzando una carrera que puede ser mucho más exitosa a todos los niveles. Pero el suyo no es el único caso.
Porque los tres más grandes de la historia del fútbol cinco contra cinco hicieron sus pinitos también sobre el césped, aunque ninguno llegó a consagrarse. Falcao, elegido cuatro veces Mejor Jugador del Mundo (2004, 2008, 2011 y 2012), trató de convencer al Palmeiras en 2001 para que le diera la oportunidad, sin éxito. En 2005, nada más consagrarse como el mejor jugador del planeta, firmó durante una temporada con el Sao Paulo, cambiando las botas lisas por las de tacos, en un semestre que para él fue poco lustroso en lo personal. Porque sí, ganó la Copa Libertadores, pero nunca fue protagonista, regresando al Malwee de futsal donde volvió a aterrorizar a los rivales.
Fue un caso parecido, pero a la inversa, el de Ricardinho. El portugués, seis veces coronado como Mejor Jugador del Mundo (2010, 2014, 2015, 2016, 2017 y 2018), siempre soñó con jugar para el Oporto. Pero tras años y años de chascos, decidió abandonar el fútbol aún en edad juvenil. Todos los clubes le decían que era muy bajito y que jamás triunfaría en el deporte, hasta que descubrió que el fútbol sala estaba hecho a su medida, y nunca volvió a mirar atrás.
Paulo Roberto, pionero y quizás la primera gran estrella del deporte, también pudo dar el salto cuando jugaba en España, en las filas de ElPozo Murcia. Entonces, tenía todo acordado para hacer la pretemporada con el Atlético de Madrid B, jugar un puñado de amistosos con el filial, y si todo iba como se esperaba, dar el salto al equipo profesional. Al final, el miedo a lo distinto y la insistencia de los murcianos le hicieron dar marcha atrás y quedarse en un deporte que dominó durante años con mano de hierro.
Pero todo ello no queda ahí, pues son muchos los jugadores que han seguido el camino en ambas direcciones. Después de retirarse, Saviola o Craioveanu probaron las mieles del parqué. Giovanella, por su parte, encontró un vacío legal para jugar al fútbol sala con el Celta cuando aún tenía tiempo que cumplir en su sanción por dopaje; Kempes intentó triunfar en futsal antes de volver a la hierba y, como Kilman, hay futbolistas que llegaron a ser internacionales en el parqué antes de dar el salto al césped. Fue el caso de Brian Laudrup o Ben Yedder. El danés llegó a jugar un Mundial, mientras que el francés cambió de deporte porque económicamente el futsal no le daba para vivir.
Es común que jugadores aún en formación hagan sus inicios en el fútbol sala. Muy habitual es en Brasil, donde Coutinho, Robinho, Neymar o Ronaldinho comenzaron disfrutando de un deporte que dominan a la par con España en el panorama internacional. Caso aparte, como casi siempre, es Kazu Miura, el japonés que sigue jugando al fútbol profesional con 53 años. A King Kazu, después de 26 años de carrera profesional, en 2012 Japón le eligió como embajador del fútbol sala simplemente para dar a conocer el deporte en el país. Él, que por diversos motivos nunca había podido jugar un Mundial con la selección, decidió acudir a la Copa del Mundo de fútbol sala de 2012, donde pese a sus 45 años no solo no desentonó, sino que fue uno de los jugadores que destacó en una selección asiática encuadrada en el grupo de la muerte con Brasil y Portugal y que pese a ello accedió a las eliminatorias por el título, teniendo más éxito en el cambio de disciplina que aquellos dos que se acercaron a abrazarle, unos Falcao y Ricardinho que habían fracasado donde él había triunfado.
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