Lo más cerca que había estado el Union Berlin de la élite fue en 2001, cuando disputó la Copa de la UEFA siendo equipo de 2.Bundesliga. Aquello se debió a que, meses antes, había conseguido llegar a la final de la DFB Pokal dejando atrás a clubes como Oberhausen, Greuther Fürth, Ulm, Bochum y Borussia Mönchengladbach. Aquel año acudieron a la segunda competición continental porque el Schalke 04, su rival en la final, había acabado la Bundesliga como subcampeón, por detrás del Bayern, lo que le daba acceso a la Champions League, dejando un puesto libre para el finalista de Copa.
En ese 2001, el Union consiguió superar una ronda de la UEFA, eliminando al FC Haka finlandés y, posteriormente, fue el Litex Lovech búlgaro el que acabó con el sueño del conjunto de Köpenick. Aquel había sido, hasta ahora, el mejor momento en la historia del Union Berlin tras su refundación en 1966, viviendo siempre a la sombra de los otros clubes de la capital, aunque solo el Hertha BSC consiguiera mantenerse entre los importantes.
Ya en 2017, el club se quedó a las puertas de luchar por un posible ascenso, finalizando la Segunda División en cuarto lugar, quedándose a seis puntos, habiendo estado entre los tres primeros, al menos, en diez ocasiones a lo largo de la competición. Pero no, ese gran momento no llegaba. Se había quedado a las puertas y con la miel en los labios. Este año fue diferente. El conjunto de Urs Fischer, un hombre que hasta 2018 había hecho carrera en Suiza, su país, entre Zúrich, St. Gallen, Thun y Basilea, como jugador y como entrenador, llegando a debutar con su selección a finales de los 80 e inicios de los 90, quería un cambio de cara, luchar por algo importante, conseguir el ansiado sueño de, por fin, ascender a la máxima categoría. Llegar a conquistar aquello que Hertha, Blau-Weiss, Tasmania y Tennis Borussia, los otros cuatro clubes berlineses que participaron en la liga más importante del país, habían conseguido en su día.
En el Union se sentían como el hermano adoptado, aquel al que acogen a pesar de ser de fuera. Porque no siempre Köpenick fue un pueblo situado dentro de la capital. En su día, era independiente. En este municipio de no más de 60 mil habitantes es donde se encuentra el Stadion An der Alten Försterei, el campo en el que el 27 de mayo han hecho historia, no pasando del empate sin goles ante el Stuttgart, consiguiendo su billete para la Bundesliga, haciendo válido el 2-2 de días atrás en el Mercedez-Benz Arena.
Fischer hizo un equipo compacto, sin jugadores de renombre, aunque algunos de ellos, con mucha experiencia en Bundesliga, como Manuel Schmiedebach, que el verano pasado decidió dejar el Hannover 96 tras una década vinculada al club. Schmiedebach es berlinés y quería pasar sus últimos años en las filas de un club de la ciudad, tras haber pasado en sus inicios por las filas del Hertha BSC, aunque sin presencia en el primer equipo. Ahora, su actual club ha ascendido y, los que hasta el verano pasado eran sus compañeros, han vuelto a caer a 2.Bundesliga. Caprichos del destino.
Y eso que este año no lo tenían nada fácil. Dejaron fuera de los puestos altos al poderoso HSV, que ha visto cómo su primer año en el infierno se va a tener que alargar más de la cuenta. Fueron el mejor local de la Segunda División, cediendo cinco empates y una derrota ante sus rivales en esta temporada, además de solo haber encajado 11 goles en toda la temporada regular.
Gente como Felix Kroos, que dejó su carrera como actor secundario en el Werder Bremen para jugar en la capital las últimas cinco temporadas, ha obtenido su recompensa. En sus manos está el dejar alto el nombre de la capital, algo que no consiguieron los desaparecidos Tasmania Berlin o Blau-Weiss Berlin o, al menos, superar en la clasificación histórica al Tennis Borussia Berlin, el club de la capital que, sin ser el Hertha, ha conseguido pasar dos temporadas en la máxima categoría, aunque no fueran consecutivas.
Será un verano largo y duro en el que tendrán que decidir las piezas para formar la plantilla que luche por la permanencia en la 2019-20. Quizás no tendrán el presupuesto del RB Leipzig, que nada más ascender ya se colocó entre los grandes. Sin embargo, sí cuentan con algo con lo que sus vecinos del este contaron también en el año del estreno: la ilusión de la primera vez. El Stadion An der Alten Försterei será la sede más pequeña de todas las que albergarán un partido en la Bundesliga 2018-19, con un aforo cercano al Schwarzwald-Stadion, la casa del SC Freiburg, pero lo que no hay duda, es que la afición del FC Union no estará callada. En el fútbol alemán las aficiones rugen cada partido y, la del Union, no va a hacer menos, teniendo en cuenta que vivirán esa experiencia por primera vez y, aunque ya han visitado alguno de los grandes estadios alemanes en la DFB Pokal, ahora va a ser diferente.
A pesar de ser uno de los primeros clubes de fútbol de la capital, su historia, sobre todo en la época de guerras, fue algo complicada, pero aquello ya pasó. Ahora tienen ante sí la oportunidad de competir ante un Bayern, un Borussia Dortmund, un Borussia Mönchengladbach, etc. El hermano adoptado de los clubes berlineses dará sus primeros pasos en la Bundesliga a partir de agosto.
Puerto de la Cruz (Tenerife), 1983. Bloguero en fase de evolución. Amante del fútbol global, blanquiazul de corazón y rossonero por aficción a este señor deporte. Conocido en el mundillo como "Humilde Aficionado". El balón, nuestro mejor amigo.
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