Corría el minuto tres de partido cuando Berta Pujadas (Barcelona, 2000) notó un chasquido en la parte externa de la rodilla. La central del Valencia tuvo que ser sustituida, y aunque pronto se descartó la rotura de ligamento cruzado, se vio obligada a pasar por quirófano y someterse a una artroscopia. De aquello han pasado casi tres meses, y Berta todavía no ha salido del gimnasio.
“Todavía queda un poquito. Lo marcará un poco mi evolución, según tenga dolor o no… De momento trabajo en el gimnasio para ganar fuerza. Me quedará empezar en campo, tener un poco de impacto a ver cómo lo tolero… Poquito a poco”, nos cuenta la catalana, que afronta su primer contratiempo de larga duración tras más de cinco años en la élite. Confiesa que sus publicaciones en Instagram, donde va escribiendo mensajes sobre el camino al retorno, le ayudan a llevarlo mejor, aunque reconoce que lo está pasando peor de lo que esperaba debido a la delicada situación del Valencia.
“Es impotencia de no ayudar al equipo como a mí me gustaría. Porque las cosas no están saliendo, y esa impotencia se multiplica. No jugar ya fastidia a una jugadora, porque es a lo que se dedica, pero si los resultados acompañaran y las cosas estuviesen saliendo bien, sería la persona más feliz del mundo. Pero querer ayudar y no poder hacerlo a mí me hace sentir súper impotente. Me gustaría estar metida en el barro con ellas, jugar y sentir lo que ellas sienten. Pero ahora me toca vivir otra parte del fútbol que hasta ahora no había vivido y estoy aprendiendo a sumar de otra forma”.
A pesar de su corta edad (21), hace más de un año que Berta es una de las capitanas del Valencia junto a Marta Carro y Bea Beltrán, una labor que se hace más difícil lejos de sus compañeras. Los horarios en los que entrena el equipo coinciden en muchos casos con sus horarios de trabajo en el gimnasio. “Hay veces que no sé ni cómo hacerlo. Te sientes con esa responsabilidad de decir: soy una de las capitanas, tengo que aportar. Y es que igual no estás asumiendo esa responsabilidad. Yo donde siento que más aporto es dentro del campo. No hay otra que estar animando día a día a tus compañeras, estar pendiente de si alguna tiene un problema, que te sienta cerca por si necesita tu ayuda… esa es un poco mi labor ahora. Apoyar desde fuera, remar en la misma dirección que mis compañeras, encontrar soluciones para que esto salga adelante”.
Un Valencia en apuros
Tras una temporada más que aceptable en la 20-21, asentado en mitad de la tabla con un equipo joven y con mucho futuro, los fantasmas de un descenso que sería trágico vuelven a asomar por Paterna. El Valencia no ganó su primer partido hasta la jornada 7, y aunque en las últimas jornadas ha logrado vencer a Betis, Villarreal y Eibar, la zona peligrosa sigue cerca para un equipo con mayores aspiraciones.
“No está siendo una situación para nada fácil. Verte en el puesto donde estás, y teniendo equipo para estar más arriba, es algo que alarma, porque hay algo que no está funcionando. En muchos partidos nos ha penalizado no materializar las ocasiones que hemos tenido, y luego también errores propios. El rival llega tres veces y puede marcar tres goles, nosotros necesitamos cinco para hacer uno”, explica Berta, consciente de que muchos buscan una excusa en la juventud de la plantilla, la que menor media atesora de toda la Primera Iberdrola. “Sí que es cierto que un equipo con jugadoras mayores tendrá más experiencia, pero tenemos calidad. No es el primer partido de Liga. Esa experiencia la vas ganando según juegas partidos. No tenemos que basarnos en eso, sino en ser autocríticas y saber que lo que no está funcionando hay que cambiarlo. Estoy seguro de que será pronto porque se está trabajando bien y el esfuerzo que hacemos todos hará que se obtengan resultados”, remarca, positiva.
Pujadas es ajena a los rumores de una posible salida de Andrea Esteban, la técnica con menor edad del torneo (25 años). “Yo eso lo desconozco, la verdad. Lo que sí tengo claro es que tanto cuerpo técnico como jugadoras vamos de la mano en esta situación. Si lo sacamos lo sacamos todos juntos, y si nos hundimos, nos hundimos todos juntos. Tenemos confianza ciega en ellos”, señala Berta con contundencia, añadiendo el buen hacer del staff. “Yo estoy encantada, la verdad. Por muy joven que sea, sus conocimientos a nivel futbolístico son increíbles. Es como un libro. El hecho de que haya sido jugadora nos ayuda muchísimo, porque en muchas ocasiones se pone en nuestra piel y sabe lo que sentimos en cada momento. Hemos aprendido muchísimo en este tiempo con ella y es un lujo poder trabajar con ella, a nivel deportivo y personal”.
Hace dos temporadas, la pandemia evitó el que podía haber sido el descenso del Valencia, situado en puestos de descenso en el momento de la suspensión del campeonato. Se decidió dar por terminada la competición y se mantuvo a todos los equipos, ampliando a 18 con los dos que ascendieron desde Reto Iberdrola. “El primer año fue peor, porque te veías más con el agua al cuello. Era marzo, cuando llegó la pandemia. Ese margen de mejora era muy corto. Ahora queda toda la segunda vuelta. Lo que no podemos hacer es decir ‘como queda tiempo no pasa nada’. Hay que reaccionar, ser conscientes de la situación en la que estamos y actuar contra ello. Tenemos que salir sin presión, disfrutar y hacer nuestro fútbol. Haciendo eso vamos a sumar”.
El Valencia se ha habituado a jugar con una defensa de tres centrales, estilo implantado por Andrea Esteban precisamente en el partido en el que Berta se lesionó en el minuto 2. No obstante, la zaguera cree que le viene bien el sistema para tener más libertad a la hora de iniciar una aventura ofensiva. “A veces soy un poco loca, subir, bajar… igual lo puedes disfrutar un poco más en ese sentido. No sé si tendría la libertad, pero lo haría igual (risas). Porque si el partido está más controlado, tengo más cabeza. Pero si el partido está empatado, hay veces que pienso: es que me da igual que nos metan un gol, prefiero intentar ganar el partido. No pienso en el “y si pierdo”, sino en el “y si gano”. Cuando las cosas van mal me sale ese gen competitivo. Que si luego tengo que bajar, no hay problema, pero primero subo (risas).
El curso pasado la pareja titular era la formada por María Jiménez y la propia Berta Pujadas, con Anna Torrodà por delante ejerciendo de escoba. “Anna y yo nos conocemos desde bien pequeñas, desde la sub-12 autonómica. Y con ella me entiendo muy bien, no me hace falta estar en comunicación continua con ella para saber lo que va a hacer. Eso es un lujo porque te hace muchísima faena. Con María al principio costó un poco compenetrarse bien, pero a raíz de jugar con ella me sentí más cómoda, y que cada una tenga virtudes diferentes te complementa”.
De culé a perica, de perica a che
Berta ha tenido que afrontar dos decisiones tan complicadas como necesarias a lo largo de su carrera, las dos con un objetivo idéntico: seguir creciendo como futbolista. La primera fue dejar todo un FC Barcelona para fichar por el Espanyol, un clásico del fútbol femenino en horas muy bajas. Por entonces, la falta de minutos para las canteranas no era ni mucho menos el que ahora sí disfrutan Jana, Claudia Pina, Vilamala y compañía. La propia Laia Aleixandri nos hablaba en su momento de que la falta de oportunidades le llevó al Atlético, y lo mismo le pasó a Berta.
“Al final da pena, porque nos hemos criado allí, como aquel que dice. Nos han formado como jugadoras, como personas… pero igual la cantera no estaba tan valorada como lo está ahora. Y me alegro de que ahora sea así, porque se forman muy buenas jugadoras y son de futuro, con mucha proyección. Tienen sus oportunidades y están rindiendo. Nosotras tuvimos que buscarlas fuera del Barça para seguir creciendo, porque no eran las mismas”, explica la zaguera, que ni mucho menos siente rabia por no haber podido desarrollar su carrera como culé. “Estoy contenta con todo lo que he vivido. Me alegro de que ahora se valoren a las de abajo porque son realmente buenas, pero yo he disfrutado mucho en el camino de cinco años que llevo en Primera. No cambiaría absolutamente nada, porque no sería la jugadora que soy ahora”.
Lo que más le costó al llegar al conjunto perico fue el hecho de tener que cambiar el chip, de pasar a luchar por el título a pelear por la salvación. O lo que es lo mismo: pasar de ganar casi todo a sufrir para conseguir alguna victoria. “Cuando estás en el Barça quieres ganarlo todo. No te sientes con presión, pero sí tienes equipo para hacerlo. Estaba acostumbrada a ganar. Y cuando llegué al Espanyol me di con un canto en los dientes. Perdía un partido y estaba destrozada. No sabía perder. Salía todos los partidos llorando. Con las compañeras con las que tenía más confianza, como Eli, Inés o Mimi, me decían: “no llores, no pasa nada, has perdido un partido”. Pero me lo tomaba muy a pecho. No estoy acostumbrada a perder, no sé cómo gestionarlo. Y el primer año fue aprender a perder, a que pierdes pero tienes otra semana para competir. Y aprendí a valorar una victoria e incluso un empate. En el Barça no valoraba lo que costaba ganar tres puntos, en el Espanyol luchabas por la permanencia, así que perdías más que ganabas. Esa gestión del primer año fue horrible”.
Por eso, “ahora cada vez que ganamos me considero la persona más feliz del mundo. Sé todo el trabajo que conlleva y lo complicado que es. Me alegra haber aprendido eso porque en tu etapa futbolística tienes que pasar por todo, momentos buenos y malos, aprender a ganar, perder y empatar, jugar bien o jugar mal”, añade.
Ahora echa la vista atrás y sus dos ex equipos son dos polos radicalmente opuestos. “El Barça ha apostado y ha hecho una inversión increíble. A nivel económico pero también físico. Son atletas. Han dado un cambio increíble y se nota, por eso van primeras en la Liga y son el mejor equipo que hay. Te alegra ver que un equipo en el que has estado y le tienes tanto aprecio apuesta y ves que apostando se puede conseguir eso. Ellos lo han demostrado. Debería ser un ejemplo para todos los equipos. El Espanyol, en cambio, me da muchísima pena. No se ha apostado todo lo que se tenía que apostar. Ya tuvieron una segunda oportunidad en el año de la pandemia, y las cosas no cambiaron ni mejoraron. Da pena porque es una entidad que siempre ha estado arriba, pero no le han dado la importancia que tenían que darle estos años”, analiza la catalana, destacando además la inestabilidad en el banquillo como uno de los grandes problemas.
“Si en tres temporadas pasan cinco entrenadores y hay algo que sigue sin funcionar, para mí no todo es culpa del entrenador. Es igual de responsable el de más arriba y las jugadoras. Todos tenemos la misma parte de responsabilidad. Igual había que mirar un poco más allá. Pero no se hizo, y la situación ha ido a peor”, añadió.
Más brusco fue el cambio rumbo a Valencia. Primera vez lejos de su familia, en una ciudad nueva. “Al irme al Valencia sentía que tenía que dar un cambio, que tenía que seguir evolucionando. Sí que es verdad que cuando jugaba en el Espanyol seguía en mi casa (Barcelona). Ir a Valencia fue dar un cambio también en mi vida personal. El primer año fue un poco más de adaptación, porque compartía piso con una compañera en lugar de con mi familia, cambiar de ciudad, nuevas amistades, yo no conocía prácticamente a nadie, dejas atrás a tus amigos… era un cambio de vida brutal. El primer año fue más complicado, porque soy muy cercana y familiar, y encima si la situación deportiva no acompañaba, todo se juntaba y era complicado. Pero desde el año pasado siento Valencia como mi casa ahora mismo”.
Por eso no se plantea salir del club che, sobre todo tras la lesión sufrida. Las decisiones en base a su crecimiento se han paralizado para priorizar una recuperación óptima que le lleve a volver a liderar la defensa. “Si te digo la verdad este año no pienso en eso. Porque el único objetivo que me he marcado es volver mejor de la lesión. Es lo único en lo que me centro en mi día a día, que cuando vuelva me sienta al cien por cien y que sigo teniendo ese ritmo y capacidad que tenía antes de lesionarme. La lesión te hace ver las cosas de otra manera. Yo veo a mis compañeras jugar y pienso que son unas afortunadas. Y no miro a largo plazo, no pienso tanto en el futuro. Si no puedo disfrutar en el campo, voy a disfrutar con lo que hago en el gimnasio. Si me marco un objetivo a largo plazo es cuando igual te puedes agobiar. Limítate a disfrutar del día a día y cuando llegue la hora de volver, estar preparada para eso”.
Sin embargo, es imposible negar que llegar algún día a la Selección absoluta es un sueño. Pujadas ha formado parte de todas las categorías inferiores de la Roja y formando parte de una generación brillante que rozó la gloria en el Mundial sub-20 de Francia en 2018. “Nuestra generación es muy buena. Toda la gente que ha pasado por la Selección es por algo. Dar el paso a la absoluta es complicado porque hay jugadoras que son espectaculares. Si te tiene que llegar la oportunidad, te llegará. Pero todo pasa por trabajar en el día a día y en tratar de ser un poquito mejor”. Berta ve positiva la creación de una sub-23 (dirigida por Laura del Río) como paso intermedio a la absoluta, un objetivo más asequible una vez recuperada. “Creo que está bien. Entre sub-20 y absoluta es un paso muy grande. Y este tipo de concentraciones te hacen disfrutar de otra manera, conectar con otras compañeras que igual has coincidido en la sub-17. Es un lujo porque te aporta cosas súper diferentes respecto al equipo, y aprendes de tus compañeras, te adaptas a otras cosas… Es un lujo”.
Es precisamente ese Mundial sub-20 el torneo más especial para Berta junto con el Europeo sub-17 de Islandia, en 2015. Aquel fue el primer campeonato internacional de la zaguera, que apenas contaba con 15 años de edad. Tres años después llegaría la derrota en la final ante Japón, la de un equipo formado por Cata Coll, Laia Aleixandri, Patri Guijarro (Balón de Oro y máxima goleadora del torneo), Eva Navarro, Maite Oroz, Damaris…” Teníamos un equipo para quedar campeonas. Esa generación era de oro. Tengo la sensación de haber disfrutado y al mismo tiempo de tener una espinita clavada”, comenta la futbolista.
Le preguntamos si preferiría vivir la profesionalidad en la Primera Iberdrola o probar fortuna en un equipo extranjero. Para Berta no hay color. “Me gusta estar aquí, porque desde que empecé en Primera con el Espanyol hasta ahora la Liga ha evolucionado por la gente que viene a jugar aquí. Ahora tiene un papel súper importante. La Liga estaba más diferenciada entre los equipos, y ahora todos te exigen, juegues contra quien juegues. Si no das el cien por cien, cualquier equipo te puede ganar. Eso hace cinco años no pasaba·, concluye Berta. A sus 21 años, tiene toda su carrera por delante por plantearse sueños… y cumplirlos.
Imagen de cabecera: Valencia CF Femenino
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Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).
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