Serie A

Gallo de pelea

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“Belotti es un jugador de primerísimo nivel. Lo digo abiertamente: apuntad bien su nombre. En unos años será un campeón. He visto pocos tan buenos. Cuando yo entrenaba al AlbinoLeffe, estaba en los juveniles del club y todos me hablaban bien de él. Y cuando se habla así de un jugador significa que el nivel está ahí sin discusión. Más tarde lo vi jugar y comprendí que se trataba de un verdadero talento, un atacante fuerte y repleto de calidad. Lo definiría como un punta de corte clásico. Tiene movilidad y la combina con un fantástico instinto ante la portería. Me recuerda a Boninsegna aunque es un poco menos potente y más veloz. Puede haber también un cierto parecido al Vialli más joven. Sus características son similares a las de Gianluca: tiene la misma materia prima para ser un enorme futbolista y desarrollar una trayectoria similar. Me la juego desde ya. Apuesto por este jugador. Ya lo veréis, hará una gran carrera”.

Quien así habla no es otro que Emiliano Mondonico, el segundo entrenador con más partidos dirigidos en la historia del Torino y el mítico técnico del último gran equipo granata, finalista de la Copa de la UEFA y campeón de la Coppa Italia a principio de los noventa con los Marchegiani, Martín Vázquez, Casagrande, Scifo o Lentini. Lo más reseñable de sus declaraciones es que datan de 2013, cuando Andrea Belotti acababa de abandonar el AlbinoLeffe y la Lega Pro para fichar por el Palermo, por entonces en Serie B.

En el Toro le costó al principio. Como a todos los jóvenes que llegaron a la corte de Ventura en los últimos años. Pero infinitamente menos que a cualquier otro. Nueve millones de euros desembolsó Urbano Cairo para hacerse con el que es el fichaje más caro de su gestión al frente del club, es decir, de la última década. Lo quería a toda costa pese a que Belotti no era más que un revulsivo en Palermo, de mucho peso eso sí. De hecho, disputó todas las jornadas durante el curso en Serie A en Sicilia, pero únicamente nueve de ellas como titular. Era un melón apetecible pero todavía por abrir. Sin embargo, las palabras de Zamparini afirmando que Djurdjevic, su “flamante” delantero centro recién incorporado, era mucho mejor que él supusieron el acicate definitivo para que cambiase de corral.

En Turín, Belotti tuvo que aprender a adaptarse a una mayor soledad y a una menor cantidad y calidad de balones surtidos -con dos creativos de primer orden como Vázquez y Dybala se vivía muy bien- pero, tras una primera vuelta en la que marcó un solitario tanto, El Gallo comenzó a responder, disipando las dudas que empezaban a asomar sobre su incorporación, y ya no ha parado hasta que todos hemos oído alto y claro su contundente cacareo. Un curso en el Torino le bastó para equipararse con los mejores delanteros de la Serie A para, al segundo, con Mihajlovic y más peso coral ofensivo, colocarse directamente entre los mejores artilleros del mundo. Así de sencillo. Así de complicado.

Si lo comparamos con todos los nueves puros del campeonato italiano, vemos que su porcentaje de acierto en el pase está por encima de la media, que es uno de los killers que más balones aéreos gana, así como uno de los que más juego genera a su alrededor por su tremendo impacto en la zaga rival y, he aquí el factor diferencial, es el punta central que más tackles por partido realiza con éxito, dando muestra de su exuberante generosidad y de su incansable carácter ganador. Siempre y sin excepción, es el primer defensor de su equipo. Las corre todas. Un portento físico con una agresividad perfectamente encauzada y siempre dispuesto a entregar el pellejo.


Andrea Belotti es, además, un nueve muy difícil de defender. Sin ser para nada un regateador, es el jugador del Calcio que más faltas recibe por partido. Si le encimas, su fortaleza física y el buen uso de su cuerpo se impondrán la mayoría de las veces. Si le esperas, su potencia, su gran punta de velocidad y su temible arrancada desde lejos pueden dejarte en el molde. Y si tratas de anticiparle, un par de amagos previos a alguno de sus fantásticos y profundos desmarques de ruptura pueden ponerle mano a mano con el arquero al mínimo error de cálculo. El Gallo se siente cómodo moviéndose por todo el frente del ataque, lo abarca con un ahínco que conmueve, aguanta a las mil maravillas el cuero de espaldas gracias a su robustez y sabe descargar en busca de la combinación que desbloquee el ataque de los suyos. El egoísmo está fuera de su manera de entender el fútbol, su implicación en el juego sin balón es total y no es un obseso de la finalización, aunque pocas veces perdona si tiene la oportunidad.

Como valores añadidos, su planta le permite ser un sobresaliente cabeceador, es un excelente rematador al primer toque y con su corpulencia e impredecibles giros con la pelota controlada, es capaz de provocar muchas penas máximas. Su único gran debe es convertirlas. El hasta hace poco bomber de la sub-21 italiana, con la que sumó nueve goles en 18 partidos, ha pasado de ser el mejor proyecto de delantero centro puro del país, a ser el mejor delantero centro puro del país sin medias tintas. Los argumentos los dan los últimos meses de competición salvaje que ha venido haciendo cada domingo.

Belotti, de auténtico estilo old school, es el señalado para coger por fin el testigo de los Vieri, Toni o Inzaghi. Como ellos y como la mayoría de los grandes delanteros centro de la historia de Italia, ha crecido desde abajo, sin pasar por la academia de un insigne club y tiene ese gen característico ajeno a la formación que lleva ausente de la Nazionale desde hace ya varios años. El agonismo, la rabia, el carisma, la entrega. El gol. La italianità. Es más fuerte que Destro, más completo que Pellè, más currante que Éder, más inteligente que Okaka, más práctico que Immobile, más matador que Gabbiadini y mucho más devastador que Zaza. No tiene rival. “Si este chico no llega a instalarse en la selección, lo consideraré un fracaso personal. Lo tiene todo: el hambre, la cabeza y la calidad”. Palabra de su exentrenador y actual seleccionador, Giampiero Ventura. A sus 23 años, El Gallo ha alzado la cresta, es el rey absoluto de su corral y está dispuesto a seguir martirizando a los porteros rivales a base de picotazos hasta tener espolones mientras sigue cantando gol cada domingo. Un nueve absolutamente descomunal.

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