Olga TORRES | De Mundial a Mundial y tiro por qué me toca, Dinamarca volvía a una cita continental, con la vitola de favorito que da ser el vigente subcampeón del mundo y europeo.
Volvía con el recuerdo latente, de su última aparición en un duelo mundialista, ese día que se vio superado por un “tornado” hispano que constituye sin lugar a dudas uno de los golpes más duros en la histórica del combinado danés.
Esa sensación de derrota noqueante, que volvería a repetirse doce meses después en la final de su Europeo, cuando la Francia de Karabatic les avasalló en su casa, dejándoles otra vez “descompuestos y sin título”
Denmark, decimé que se siente, ese habría sido hoy el cantico perfecto de aficionados a la selección argentina, imitando a sus compatriotas durante el mundial de Brasil. Un cantico para envolver las emociones que dejaban los infatigables albicelestes en la primera gran sorpresa de este mundial de Qatar.
A los campeones del panamericano, les llaman los gladiadores y hoy han dado un poco más de valor a su apodo. Han conseguido amansar a la mayor fiera a la que se van a encontrar en esta primera fase y lo han hecho con la misma energía y pasión con la que se baila un tango.
Nunca le han perdido el ritmo al partido, ni siquiera cuando el marcador les llevaba “arrastrado” y lento siete abajo en el descanso.
Los de Eduardo Gallardo, saben que como Espartaco, para sobrevivir en la arena de Qatar, hay que construir una leyenda a base de pequeñas grandes hazañas.
Hay que construirse un nombre, a base de goles de Pizarro, un toquecito de Carou, un parte de Vyera y creer que se puede lograr una remontada. Una remontada como la que se materializó a menos diez segundos del final, con el 24 a 24 de las manos templadas del “chino Simonet”
Ahí sí que el tango se puso vibrante, pero todavía quedaba el paso final, atajar con la última nota del partido, el lanzamiento de Hansen que podría haber transformado esta bonita hazaña, en la letra perfecta para otro tanguito que hablase “de lo bonito que pudo ser y al final no se dió”.
Pero hoy no era día para canciones tristes, hoy era día para disfrutar y reivindicarse, era día para escribir otra bonita página en la historia de un país que nos está demostrando que sus pibes, no sólo juegan bien con la mano si se llaman Ginóbili.
Era un día de fiesta grande, otra vez con Dinamarca como actor invitado, como pasó en Barcelona, como pasó ante Francia, dos instantes imborrables en la historia de este deporte al que sumar lo vivido el 16 de enero en Qatar.
Seguro que si desde el vestuario argentino, hoy se hubiesen puesto a cantar versionando ellos también a la hinchada futbolera… “País decidme que se siente”: Orgullo no podrían haber recibido otra respuesta.