Las relaciones humanas son complejas. A veces, incluso, muy complejas. Esta afirmación no te cae de nuevo porque seguramente estés sufriendo cualquier desencanto o sobresalto personal. En casa, con los amigos, con familiares, en el trabajo, con tu crush, con tu ex o con tu pareja. Es pura estadística. No agaches la cabeza porque sabes de lo que te hablo. Aquí pringamos todos.
El ser humano tiende a aparentar de forma natural, lo hace por inseguridad o por miedo a que su lado menos políticamente correcto sea descubierto. A veces son las dos a la vez. En esa apariencia que proyectamos, tú y yo también, se suele generar una expectativa menor o mayor por parte de los demás. Y claro. La realidad siempre sale a la luz. Es cuestión de tiempo, pero somos lo que somos y la realidad es la que es. Dura y áspera. Muchas veces ni siquiera es apta para todos los públicos. La mentira tiene las patas cortas y la goma que sujeta la máscara es finísima.
En esto también, una vez más, el fútbol y la vida se vuelven a dar la mano. ‘One more time’ diría Daft Punk. Y es que el balompié no escapa a este baile de máscaras, de hecho se nutre gracias a él. Estamos a 22 de junio. En una semana acabará oficialmente la temporada 2021/22 y se abrirá un nuevo curso, no sin antes dejar pie a unas ocho semanas frenéticas de rumores, fichajes, ilusiones, apariencias, expectativas y realidad. Cruda realidad en muchos casos.
Vaya por delante que hasta que el lector no esté de vacaciones, o caiga el primer fichaje de su equipo, aún le seguirá dando vueltas a esas cuestiones que subyacen en la memoria colectiva del futbolero que no tuvo un buen año. El clásico «este año parecía que sí, pero este año tampoco», «qué falló cuando lo teníamos rozando», «no compensa tanto sufrimiento», son axiomas inherentes al sufrido seguidor de un equipo que no logra sus objetivos, que generalmente suelen ser más de la mitad. Ahora bien, yo me pregunto: ¿quién tiene la culpa de estas frustraciones?
Los clubes han de vender abonos y para ello necesitan generar ilusión y levantar expectativas. Si manejan buenos presupuestos lo harán con fichajes. Y los que no, la gran mayoría, lo harán con anuncios y carteles que realzan el sentido de pertenencia, potencian los colores del escudo -si es que tienes suerte y no te lo cambian durante el verano- y a niños guapos con bufandas al viento. Todo muy Mr. Wonderful y un pelín forzado, pero es que ya se sabe que los creativos buenos son los argentinos.
Tal vez, solo tal vez, el aficionado debería abrazar a Nietzsche, pillar el martillo de su filosofía nihilista y partir de la base radical que esto es un juego, que hay muchos buscando lo mismo, que el tema de lograr un título o una alegría notable está complicado, y que esto tan cool de ganar es cosa del Real Madrid y algún espabilado más que aproveche una rendija en el aire acondicionado para salir a la luz – véase el Betis en la Copa del Rey-. Con expectativa cero solo te pueden sorprender para bien.
¿Lo haremos? No. ¿Por qué? Porque nos encanta sufrir y tener esperanza. Por eso mentimos. Por eso nos mentimos. Y por eso asumimos con una media sonrisa estúpida que nos mientan a la cara. Somos conscientes que el fútbol es una apariencia, que seguramente es una ilusión, pero lo tenemos interiorizado y miramos hacia otro lado mientras este deporte despiadado se ríe de nosotros una y otra vez por debajo de la mesa. ¿Por qué? Porque una vez has danzado con la ilusión en este baile de máscaras ya no puedes concebir el fútbol (ni la vida) de otra manera.
Generarnos unas expectativas sobrecargadas -con las personas o con tu equipo del alma- a veces es una simple cuestión de necesidad, y la necesidad desarrolla la salud mental, o la condena. Depende cómo lo mires. Lo único que está claro es que cada uno se hace trampas al solitario como más le conviene y se ahorca como quiere. Y si hay que retorcer el amor propio, bajar al fango otra vez y doblegar el discurso a nuestra conveniencia, pues se hace. En mayo de 2023 ya vendrá la realidad, y seguramente la hostia. Bendito baile este. Sarna con gusto no pica.
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