Enrique JULIÁN GÓMEZ – En la quinta etapa del Tour llegaba uno de los días más esperados y a la vez temido por gran parte del pelotón. Nueve tramos de pavés -reducidos a siete tras la supresión de dos de ellos por las condiciones climáticas, entre los cuales Mons-en-Pévèle, el más duro- recorridos en la gran clásica París-Roubaix cada primavera, camino de Aremberg. Unos 15 kilómetros sobre adoquín, al que a su propia dureza se añadió la de la lluvia, que dejó los tramos embarrados y las carreteras resbaladizas.
No hubo que esperar siquiera al adoquinado. Los nervios previos y la tensión provocaron numerosas caídas en la primera parte de la etapa. Chris Froome, que ya se había ido al suelo ayer, cayó otras dos veces. Después de la última, no pudo volverse a subir a la bicicleta y el vigente campeón dijo adiós al Tour de Francia. Un abandono del anterior maillot amarillo en París que no se producía desde Bernard Hinault en 1980. Un mal año culminado de la peor manera posible en la carrera donde todos los focos están puestos.
A 65 kilómetros de meta se encontraba el primer tramo de pavés, al que Valverde y Van Garderen ya entraron descolgados por sendas caídas previas. Tinkoff controlaba de la mano de Bennati, con Contador muy bien situado a rueda. Con el abandono de Froome, su principal rival, todo parecía muy de cara para el ciclista español. El italiano Nibali, con el maillot amarillo, aguantaba agazapado. Por delante todavía marchaba una escapada formada al inicio por Clarke, Hayman, Tony Martin, Samuel Dumoulin, Gallopin, Taaramae y Westra, compañero del líder.
Segundo tramo de pavés, momento clave. Sep Vanmarcke lanza el pelotón principal y Vincenzo Nibali le sigue el ritmo con una suficiencia descarada. Todo lo contrario que Alberto Contador, que trazando lentamente, con excesivo miedo y sin confianza, queda descolgado. La etapa ya estaba completamente rota.
Ilustrativa la situación de carrera a falta de una treintena de kilómetros de meta, con los cuatro últimos y decisivos tramos adoquinados todavía por superar. En cabeza, un grupo con el líder Vincenzo Nibali, acompañado por dos gregarios de Astana, el escalador Fuglsang y el genial rodador Lieuwe Westra, proveniente de la fuga, que realizó una labor excepcional. Con ellos, los principales especialistas: Cancellara, Sagan, Vanmarcke, Boom, además de varios OPQS (Martin, Kwiatkowski, Trentin) y Cyril Lemoine con el maillot de la montaña. Por detrás, un grupo pequeño con Talansky y Bardet, y a un minuto y medio un pelotón con Contador, Valverde, Porte, Mollema, Van Garderen o Rui Costa.
El trabajo de Astana en los últimos tramos permitió ampliar ostensiblemente la ventaja del líder Nibali, hasta el punto de que también soltaron de rueda a los especialistas de la primavera. Solo Lars Boom aguantó con Nibali, Westra y Fuglsang en un cuarteto cabecero, perseguido por Sagan, Cancellara, Lemoine y Hayman, con Vanmarcke descartado por un pinchazo. En el último tramo, Boom se distanció unos metros para poder ganar la etapa en solitario, su primer gran triunfo sobre el pavés tras sus últimos fracasos en las clásicas. Justo triunfo tras una jornada en la que el excampeón del mundo de ciclocross no paró de atacar y bregarse sobre las mojadas piedras.
También merecido el botín que consiguió Vincenzo Nibali. Dejando estampas fotográficas para la historia, con el maillot amarillo embarrado, el siciliano consiguió una ventaja de 1:43 sobre Van den Broeck, 1:52 sobre Richie Porte -apoyado por Thomas en la parte final-, poco más de dos minutos sobre Talansky y Valverde y más de dos y medio sobre Alberto Contador, que ni siquiera pudo seguir el ritmo del resto de perseguirdores, descolgándose en solitario en los últimos tres kilómetros. Entre los especialistas, decepción de Fabian Cancellara, que no realizó ningún movimiento ofensivo y finalizó quinto, tras perder el sprint con Sagan, por detrás de Boom, Fuglsang y Nibali.
Honor para todos los ciclistas hoy sobre el pavés, bajo la lluvia, con la cara embarrada y marcada por el sufrimiento. Una jornada de ciclismo para la historia, en la que todos los corredores dieron el máximo, un espectáculo para el espectador de los que reenganchan con este deporte. Vencedores y vencidos, esta ha sido solo la primera batalla, precisamente el día en que se conmemoraba el centenario de la Primera Guerra Mundial, de una guerra que durará tres semanas. Las distancias generadas obligarán a los ciclistas damnificados a atacar en las numerosas etapas de montaña previstas, iniciando con los Vosgos en la Francia oriental. Pese al adiós de Chris Froome, lo que queda de Tour, con estos ingredientes y circunstancias, no debería decepcionar.
Madrid, 1993. Oscense de adopción. Editor en @SpheraSports. Combino Calcio y ciclismo con todas las consecuencias.
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