Es complejo hablar de justicia. Sobre todo, si eres periodista y no has estudiado derecho en la vida. El fútbol femenino español ha bajado la persiana de su liga y ha confirmado a un campeón que no es campeón; pese a los números de campeón que estaba consiguiendo. Una paradoja. Las futbolistas del FC Barcelona no tardaron en colmar las redes sociales con vídeos de celebraciones, confinadas por un virus que sigue enviándonos mensajes, pero que todavía no sabemos cómo contestar. Asisat Oshoala, en su Instagram y Twitter, fue una de las más comedidas. No tuvo tiempo de bailar ni enfrentarse a la cámara. Simplemente extrajo una foto genérica de la cuenta oficial del club e idealizó con sus palabras a un conjunto que, realmente, estuvo casi perfecto. Y ya está.
Con ese punto hermético, aunque desprendiendo en sus ojos una elocuencia que se traduce mucho gol, llegó la nigeriana a Can Barça un año atrás. A última hora y cedida desde China. Poco tardó en erigirse como uno de los puntales del cuadro catalán; y ya no había vuelta atrás: la iban a fichar de manera definitiva a los pocos meses. Oshoala ya ha sido nombrada cuatro veces mejor jugadora africana, un hito que asusta cuando uno observa, quedo, su edad: tiene 25 años. Una barbaridad. Sus pasos y sus ilusiones, a la vez que llegaban los triunfos, son parecidos a los de toda niña. Da igual que seas africana o europea. La de Ikorudu dio sus primeras patadas al balón regateando y defendiendo a niños que en esencia querían ser lo mismo que ella.
«Me encanta el fútbol y no puedo moverme con personas que tal vez solo quieran hablar sobre ropa y bolsos,» aseguró en una entrevista para The Guardian. La nigeriana tuvo que convencer a su familia que esto del fútbol iba a ser su trabajo. Sus padres, preocupados, no pudieron convencerla para que siguiera estudiando y que posteriormente ayudara en su empresa de moda. En su cabeza solo estaba la gambeta y el gol. “Me dije que si me iba de la escuela por el fútbol tenía que dar lo mejor y asegurarme de sacar algo bueno del fútbol. Hoy no me arrepiento.”
Desde sus primeros pasos en la liga local hasta este título de liga ha cuajado un viaje imponente. Ya ha pasado por el Liverpool, el Arsenal y por el Dalian Quanjian FC; antes de firmar por el Barça. Tres continentes en los que se ha ganado la vida haciendo lo que ella quería. Hoy tiene una fundación para convencer a todos los padres que dejen a sus hijas buscarse un futuro con lo que ellas crean: “No era fácil jugar a fútbol en mi país. Ni a fútbol, ni a baloncesto, ni a otros deportes. Muchas familias no quieren que sus hijas hagan deporte. Por eso, ahora intento ayudar con mi fundación para que esa situación mejore,” aseguró en una reciente entrevista para El Periódico. Tras marcar 20 goles este curso y convertirse en una de las referencias de uno de los mejores conjuntos de Europa, la nigeriana continuará su sinuoso camino. Como el de muchas. Pero ella, con un talento especial y con mucho más futuro que pasado, ya tiene una trayectoria que muy pocas podrán repetir. Y eso, viendo la entidad de sus tiempos pretéritos, son palabras mayores.
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