Olga TORRES | El partido de octavos de final ante Túnez que este domingo ha realizado la selección española y que ha terminado con un contundente 28 a 20, ha sido toda una lección de todo lo bueno que este grupo sabe hacer. Nos ha permitido por momentos trasladarnos a otro gran choque de recuerdo imborrable, nos hemos sentido como si de nuevo estuviéramos viendo el vendaval que arrasó en la final del 2013. Cómo decían compañeros que saben mucho de esto, como Noe Quero o Paco Caro, por momentos nos ha trasladado a aquella inolvidable jornada en el Sant Jordi de Barcelona.
Ese salir dominando, noqueando con un parcial de 4 a 0 a un rival, ese no dejar respirar a tu rival para cuando quieran sentirse en la pista tu distancia en el marcador sea inquebrantable. Primero, no parar de correr, para cañonear a la contra, para matar palomas a latigazos desde la primera línea, para atacar por los flancos abiertos, ser poderoso en la zona de fuego de los seis metros, mostrado todo el poderío hispano.
También poder nublar el ataque de tu rival con una defensa abierta, poner el cerrojo cuando tu defensa se repliega y hace raya en seis metros y si tu adversario consigue encontrar una grieta en todo esto, toparse una y otra vez con un portero que te llega a desesperar. Y es que señores, lo ha dejado muy claro el míster Manolo Cadenas con una frase que como el partido de hoy perdurará en la memoria del archivo de buenos momentos de este deporte. Esto es territorio hispano y los rivales, si habían olvidado que suponía que España sea España, han podido recordarlo.
Ante Túnez se ha puesto sobre el 40 x 20 las credenciales del campeón del mundo, sus mejores armas, en su mejor versión. Se ha dejado la tarjeta de visita con una nota que decía “ si te ha gustado, el miércoles volvemos a jugar, ven a vernos no te va a decepcionar”. Durante este campeonato vienen muchas veces a mi cabeza unas palabras de Antonio García en Oviedo: “Hasta cuando no estamos bien, somos buenos” y pienso en el fondo de verdad que tenían. Cuando no estamos bien somos buenos, cuando estamos bien somos casi invencibles.
Irrefrenables, por mucho que Dinamarca se cruce en nuestro camino, pues para ganarnos no hay que desactivar un elemento, hay que neutralizar un todo y eso no es nada fácil de lograr. Vamos camino de reconquistar el mundo, de convertir esta cita en la conquista Hispana, de volver a ganar en Catar lo que ganamos en Barcelona.
El primer paso ya se ha dado con una master class de balonmano en los octavos de final, si seguimos fiel a nuestro estilo, toca seguir mejorando e ir a más. Si se van dando pasos hacía el objetivo, esta exhibición ante los tunecinos, esa que tanto nos ha hecho vibrar, ascenderá de grado y se convertirá en aquella tarde en el Sant Jordi de Catar.