Con un guion surrealista, la Copa África nos ratifica que el fútbol es inesperado y maravilloso. Costa de Marfil es la campeona del continente, no sin antes haber recorrido un camino donde ha ido esquivando los obstáculos de la adversidad. La anfitriona empezó con buen pie, pero la fase de grupos se puso cuesta arriba. Guinea Ecuatorial protagonizó la hazaña de hacerle encajar una goleada histórica que nunca había recibido un país anfitrión. Con solo tres puntos en su cuenta, accedería a los octavos de final con un papel mucho más endeble del esperado y la despedida de su seleccionador. Sorprendente, cuanto menos.
En busca del préstamo de Hérvé Renard y ante la negativa de la federación francesa, Emerse Faé, segundo entrenador, asumió el cargo y el reto en una circunstancia más incómoda que ilusionante. Sufrió en octavos ante Senegal, logrando el pase en la tanda de penaltis, ganó en cuartos frente a Mali en el último suspiro y logró vencer por la mínima a República del Congo en las semifinales. Aunque pudiera parecer un disparate, Costa de Marfil accedería a la final del torneo.
El último envite le enfrentó a Nigeria, quien también atesora tres trofeos en sus vitrinas y ya le había ganado en la tormentosa fase de grupos. Sin embargo, la sinopsis de esta historia debía incluir un final fascinante y, obviamente, resiliente. Si Costa de Marfil empezaría perdiendo el duelo, le daría una vuelta en el segundo acto para recuperar las llaves de su casa y proclamarse campeona. Los elefantes usaron sus enormes orejas para escuchar el mensaje de su resistencia, movieron los 40.000 músculos de su trompa y mostraron sus colmillos.
A Sébastian Haller le diagnosticaron un cáncer testicular en julio de 2022, recién llegado a Dortmund. El club alemán había depositado la ilusión en el delantero francomarfileño tras el adiós de Haaland. Volvió a los terrenos de juego con un mensaje elocuente en sus botas y firmó su primer gol un 4 de febrero, precisamente en el día mundial contra el cáncer. Un doblete suyo, en la penúltima jornada de la pasada edición de la Bundesliga, hizo que la ciudad de Dortmund rozara el título. Todo parecía estar escrito para que la sonrisa de Haller se reflejara en el metal, pero el destino le reservó fallar un penalti y el amargo sabor de quedarse a las puertas en la última cita.
Ante la adversidad de Costa de Marfil en la Copa África, el nombre de Sébastian Haller volvió a ser protagonista. Esta vez para ser héroe y anotar el gol con el que su selección ha redactado el final de una historia épica y rocambolesca. Probablemente, nadie merecía más estar invitado a esta fiesta. En el fútbol no hay nada escrito y la esperanza siempre tiene un lugar para estar presente.
