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Ángel Correa, corazón rojiblanco

La cicatriz en el centro de su pecho esconde algo que va más
allá de una operación arriesgada. Un tumor en el corazón, detectado durante su
reconocimiento médico con el Atlético de Madrid. Los del Manzanares tenían dos
opciones: echar atrás el acuerdo con San Lorenzo o dar su apoyo a un joven
argentino para el que el fútbol lo era todo. Optaron por lo segundo. Le
salvaron la vida y le dieron una nueva. Y, aunque parezca de chiste, ni de
lejos ese tumor en el corazón fue lo peor que le pasó a Angelito a lo largo de
su corta, pero extensa vida.

El fútbol siempre lo ha sido todo para él. E incluso para su
familia. Tanto fue así que, cuando tan sólo tenía 10 años, su padre falleció y
Ángel fue el encargado de llevar el dinero a casa. ¡Con diez años! No era
mucho, pues qué iba a ganar un chavalín jugando al fútbol en Argentina. Pero
aún así, fueron tirando hacia delante. “Tenía un representante que me daba un
sueldo, y yo se lo daba a mi madre”, afirmó hace tiempo en una entrevista.
Desde temprana edad empezó a gambetear a la vida.

“Con lo poco que ganaba teníamos que comer mis hermanos y yo,
porque mi mamá ni siquiera quería comer”, fue una de las frases de esa charla
que más me impactó. Cómo un joven rosarino de diez años podía ser tan cabal,
humilde y responsable. La inmensa mayoría de chavales, a su edad, vivían en el
colegio y en la calle jugando. Él era el cabeza de familia.

Nunca ha escondido, el bueno de Ángel, que gracias al fútbol
no se dio a la mala vida que rondaba por su barrio. Drogas, malas influencias y
delincuencia era lo que le rodeaba. Pero esa figura esférica le mantuvo ajeno a
todo el mal que había a su alrededor. Pueden decir que el fútbol es solamente
un deporte, pero no lo es. Salvó la vida de Ángel.

El contrato con San Lorenzo le hizo ganar más plata y eso
fue lo que salvó a su familia. Después vendría lo que ya todo el mundo conoce.
Su ascensión al primer equipo argentino, su operación y su fichaje por el
Atlético de Madrid. Pero la historia fatal de su vida familiar no acabó ahí. En
2017, ya vistiendo la rojiblanca, llegaron las noticias desde Argentina que,
uno de sus hermanos, se había lanzado desde un puente y había muerto. Suicidio
por depresión. Para poner en contexto cómo el fútbol ha podido salvar una vida
como la de Correa.

Ahora, el 11 del Atlético disfruta del terreno de
juego, donde se olvida “de lo de su papá y sus hermanos”. Es único regateando,
recibiendo de espaldas y buscando las cosquillas a sus rivales. No sabremos qué
hubiera sido de él si el fútbol no hubiera aparecido en su vida. Como tampoco
sabremos qué hubiera sido de cualquiera de nosotros si hubiéramos estado en su
lugar. Lo que sí sabemos es que estamos hablando de un pequeño hombre con la
fuerza de un gigante. De un chaval con un corazón que no le cabe en el pecho y
que, quizás por eso, tuvieron que hacerle una abertura. 

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