Cuando uno menciona Jamaica,
seguramente las primeras imágenes que uno reciba en su mente sean las de Bob
Marley y la música reggae, la cultura rastafari, los velocistas (con Usain Bolt
siempre a la cabeza) y una isla paradisíaca. Muy pocos asociarán a esta nación
con el fútbol y, en caso de hacerlo, seguramente recordarán que allá por 1998
lograron llegar a una Copa Mundial de la FIFA, aunque lo más probable es que
solo esté presente el nombre de Theodore Whitmore, el autor de los dos
goles ante Japón, en la histórica victoria de los caribeños. Pero existe un
jugador que fue sumamente importante en los años posteriores a aquella gesta y
que si es recordado tanto en su nación como en los Estados Unidos. Hablamos de Andrew
Williams.
Nació un 23 de septiembre de 1977 en Toronto, Canadá, aunque la vida siempre llevó al joven Andy de un lado a otro. Aunque de niño el tenis le tiraba más, lo cierto es que al final se decantaría por el fútbol (algo seguramente heredado por su padre Bobby, ex internacional jamaiquino en los 60¨). Su primer conjunto serio, tras años siendo uno de los jugadores más destacados a nivel colegial, sería el de la Universidad de Rhode Island (1994-1997), donde se convertiría en uno de los pocos jugadores en la historia del torneo universitario en alcanzar la marca 40 goles y 40 asistencias. Williams ya era un mediocampista ofensivo bastante completo, ya que gustaba tanto de dar pases como de terminar las situaciones de ataque. Su calidad estaba a la vista de todos.“Para ser honesto, probablemente ayudó a mis habilidades de ataque, permitiéndome probar más cosas en el tercio de ataque del campo. Además, marcar goles fue un poco fácil, así que intenté ayudar mucho más allí. Me ayudó a desarrollar la creatividad y me dio la libertad de probar cosas nuevas” mencionaría en una entrevista que le realizó el sitio web de la CONCACAF, la cual lo reconoce como una de las estrellas menos reconocidas de la confederación.
Tras volver brevemente a la patria de sus padres (jugando para el Real Mona y el Harbour United), a Williams le tocaría vivir los dos momentos más trascendentales de su carrera en 1998: primero llegaría a la naciente MLS estadounidense, donde se pondría la camiseta amarilla y negra del Columbus Crew, la primera de las varias que defendería a lo largo de su trayectoria. Sin embargo, el hecho más importante lo viviría el 14 de junio en el Stade Felix-Bollaert de Lens, Francia. Jamaica, una de las grandes potencias caribeñas, había muerto muchas veces en la orilla, pero aquella vez lograba el gran objetivo: disputar ni más ni menos que la Copa del Mundo. El equipo dirigido por el brasileño René Simoes se enfrentaba a una selección croata llena de magia. Era un duelo entre debutantes, aunque los de CONCACAF eran claramente inferiores. Y pese a irse con un empate a uno en el marcador al cabo de los primeros 45 minutos (Robbie Earle anotó el primer tanto mundialista), los europeos terminaron por demotsrar su superioridad, ganando 3-1. Nuestro protagonista viviría su mágico momento al ingresar en el minuto 74, reemplazando al propio Earle. Esos serían los únicos minutos que disputaría en Francia, pero poco importaba: ya había hecho historia junto con los suyos.
Miami Fusion, New England Revolution, MetroStars y Chicago Fire fueron los siguientes pasos de Williams dentro del fútbol estadounidense (con los últimos se llevaría la Lamar Hunt US Open Cup como la MLS Supporters Shield en el 2003), aunque el más trascendental, y por el cual se lo sigue recordando a día de hoy, fue la llegada a la recientemente creada franquicia del Real Salt Lake City. Andy, el primer jamaicano en la MLS, se transformó en una leyenda del conjunto de Utah, jugando 189 partidos y siendo clave en la obtención del único título liguero del RSL. Incluso en el año de su retiro llegaría a disputar ni más ni menos que la final de la CONCACAF Champions League, donde perderían con lo justo ante el Monterrey.
«Andy es una clase en sí mismo. Tiene una
gran mentalidad en el campo y su habilidad técnica le permite salir de espacios
reducidos y crear oportunidades para nosotros. Él lee bien el juego y hace un
excelente trabajo dirigiendo nuestro centro del campo para nosotros. No puedo
creer que haya estado en tantos equipos diferentes en el pasado porque yo lo
habría conseguido y lo habría mantenido. Constantemente registra goles y
asistencias” diría su ex
entrenador en Salt Lake John Ellinger.
Williams, campeón caribeño en dos oportunidades con los Reggae Boyz (2005, cuando fue clave en la fase final al convertir los tantos del triunfo ante Trinidad y Tobago y Barbados; y 2008), quizás no sea tan conocido para el gran público. Pero sí que ha dejado una huella en este deporte, ya sea por haber sido uno de los privilegiados que llegó a disputar un Mundial como por el hecho de ser nombre clave dentro de la creciente MLS. Y por su gran calidad, esa que solo poseen las leyendas. Incluso si provienen de países más pequeños.
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