El fútbol moderno no entiende de
presente. Importan los resultados y que sean inmediatos. La paciencia no existe
ni para clubes ni aficionados. Andoni Zubizarreta fue víctima de esta
vertiginosa corriente.
Verano de 2014. El Barcelona
necesita renovarse. Una temporada irregular obliga al club a tomar medidas
excepcionales. Una inversión de cerca de 165 millones le da un lavado de cara a
la plantilla. Las expectativas renacen. Ter Stegen, Bravo, Mathieu, Vermaelen,
Rakitic y Suárez llegan como principales refuerzos para apuntalar al equipo de
arriba abajo. Nadie podía prever que se venía una de las temporadas más raras
en la historia del club.
Un inicio, de nuevo, irregular
generó dudas entre la afición. Con el paso del tiempo, el clima de tensión
creció paulatinamente hasta explotar en Anoeta. 2015 arrancaba de la peor
manera posible: el equipo estaba perdido, Messi amenazaba con irse y Bartomeu
con cargarse a Luis Enrique. ¿El sacrificado? Andoni Zubizarreta. Se le criticó
su gestión –yo el primero– y ello le costó su cargo.
El tiempo, no obstante, suele
poner a cada uno en su lugar. Tres años después uno echa la mirada atrás y
comprueba como su gestión no fue tan mala. Quizá hasta fue buena. Muy buena. Ter
Stegen ya no es una promesa, es un hecho; Rakitic es un pilar imprescindible y
Suárez es el mejor nueve del mundo.
Cierto es que Douglas, Mathieu,
Vermaelen, Rafinha y Deulofeu no han ofrecido lo que se esperaba de ellos, ni
mucho menos. Pero sin los tres anteriormente citados, el Barça tampoco habría
ganado todo lo que ha conseguido en estas tres temporadas: seis títulos de
nueve posibles entre Liga, Copa y Champions. Y vivo en las tres en esta cuarta.
Ter Stegen es el ángel de la guarda, Rakitic el equilibrista y Suárez el depredador.
Este es un ejemplo más de que el
fútbol debe recuperar la pausa que ha perdido. Algo similar le ha ocurrido al
Real Madrid esta temporada, que en verano contaba con una plantilla inigualable
y ahora parece que haya que renovarla de arriba abajo: en su caso, los jóvenes
necesitan tiempo, confianza y aprendizaje a base de errores. CONFIANZA.
Zubizarreta fue el sacrificado en
2015. El Barcelona ganó esa misma temporada el triplete. Zubizarreta lleva desde
entonces sonriendo. Sabe que su gestión fue buena, clave en el futuro del club.
Al césar lo que es del césar.
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