Somos seres vivos y cambiantes, no lo digo yo sino un tal Charles Darwin. Las especies varían con el tiempo, es una de las bases de la teoría de la evolución y es lo que les permite sobrevivir en entornos que van mutando. Xavi Hernández es un talibán de la genética, que le ha sido transmitida por sus ancestros. Como tal, se siente el mensajero del ADN de sus mayores y en la obligación moral de sacarlo a relucir con cierto tufillo a “ser superior” que diría Butragueño. Normal, ha sido bendecido con semejante privilegio y ha vivido el fútbol más puro que yo al menos haya visto en un campo. Ese que Pep Guardiola regaló al mundo con varias piezas de coleccionista, entre ellas un director de orquesta majestuoso como Xavi.
Aquella excelencia era tal que por eso no se va a repetir. La propia palabra de antemano ya te prepara para saber que es algo único y lo es precisamente porque lo vives una vez. Lo que venga se le puede acercar más o menos, pero si no asumes la realidad será ella quien te pegue en la cara. Así le viene pasando al Barça en los últimos años, ahogado en el estilo. Nada vale si no es como aquello. No sirve lo de Luis Enrique, a quien ahora se venera. Cojan la hemeroteca de entonces. Toqué fondo cuando ganó en Vallecas 1-5 y se lanzaron artículos y vídeos cuestionando que algunos goles llegaron gracias a balones largos desde la defensa. Por supuesto tampoco vale que Valverde consiga dos Ligas y su correspondiente Copa en un equipo post Neymar. No era el ADN Barça decían, el fútbol era aburrido, una palabra tan subjetiva como puedas ver tú el arte. Escuchabas tertulias donde parecía que eran once jugadores preparados para defender. ¿O ese era el Cholo?
El que sí valía era Quique Setién porque con el Betis y Las Palmas representaba una oda al fútbol diaria, porque fue al Camp Nou y ganó jugando un partidazo. Los partidos que pintaba en la sala de prensa eran hermosos. Unos trazos armónicos, poéticos, estabas deseando ir al campo a verlos, pero resulta que la música no sonaba tan bien. Donde habías comprado una entrada para disfrutar de la Primavera de Vivaldi sonaba una verbena de verano (que también tienen su encanto). Hablar de algo es más fácil que hacerlo, y en esas está Xavi.
El gurú del ADN ha cogido la bandera del estilo para atizar con ella a quien haga falta. Ya sea a los antiguos entrenadores del Barça porque ‘le sorprende mucho que haya conceptos básicos del juego de posición que sus jugadores no conocen’ o al entrenador del Atlético de Madrid porque un equipo grande no puede jugar con once defendiendo. Esta música también me suena. La frase es muy similar a la que ya pronunció las dos veces que su Barça de excelencia fue eliminado por el Atlético del Cholo en la Liga de Campeones. El de Messi-Neymar-Suárez-Iniesta y…Xavi. Eso le dolió al egarense, no lo asumió bien, seguramente hubiera preferido un equipo más abierto al que elogiar en la sala de prensa y penetrar en el campo. Era un gran momento para entender las distintas formas que tiene el fútbol para llegar al mismo fin, la única mosca que aparece fija siempre en las pantallas de televisión: el resultado.
De momento no se han inventado copas para los sentimientos que cada uno tiene por el juego. Y que no se equivoque Xavi porque aquí tiene un admirador impenitente del Barça de Guardiola. Sin duda el mejor equipo que yo he visto jugar. Eso sí, también admiro al Atlético del Cholo. Esa manera de competir y rebelarse me encanta, será que mi ADN es más bizarro. Le vendría bien escuchar cómo Simeone y Guardiola se hablan desde las antípodas ideológicas. Muchas veces no es lo que digas sino cómo y sobre todo cuándo. Xavi desprende cierto aire despótico sobre todo lo que no le cuadra y el problema es que la estrella del fútbol español, hablando de los banquillos, solo es un meritorio. Es obvio que el Cholo, no es ningún Santo, se la tenía guardada.
Básicamente el argentino le ha venido a decir, ‘tanto hablar llega el momento de que lleves al campo ese fútbol con el violín al cuello”. Es el riesgo que corres cuando lo dices antes y no después, que se encuentra con la mejor versión culé de la temporada. El problema es que, hasta que llegaron los fichajes, no hubo ADN, ni excelencia, ni brillantez, y se sobrevivió con goles de cabeza de Luuk de Jong (¡herejía!). Si hubo que encerrarse, se hizo, con Piqué como testigo de cargo gracias a los micrófonos de la banda. Que te quedas con diez: defiendes, fuerzas faltas y vas a la esquina a perder tiempo, eso también lo hace Xavi. Que el Atleti lo hace más a menudo, es indudable, pero escupir hacia arriba solo te lleva a encontrarte con la teoría de la gravedad. La brillantez del domingo hay que repetirla cada día, a eso te obliga el ADN. Pintar palabras es fácil, llevarlas al óleo ya es otra cosa.
Yo le recomendaría a Xavi que lea de nuevo a Darwin. La genética le hace diferente, tan cierto como que las especies han ido evolucionando para adecuarse al paso del tiempo y las nuevas condiciones del entorno. Si no realiza esa adaptación, quizá lo que le hace sentirse tan especial pueda acabar convirtiéndose en una teoría de la involución.
Imagen de cabecera: FC Barcelona
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