El fútbol, como la vida, ofrece un camino lleno de dificultades, obstáculos y errores antes de conseguir el éxito. Sin embargo, todas esas barreras siempre presentan detrás una segunda oportunidad. Adam Masina, uno de los jugadores revelación de la Serie A, tanto en su camino personal como en el profesional, ha sabido aprovecharlas a al perfección.
Adam Masina es marroquí, nacido el segundo día de 1994 en Khouribga, una ciudad del interior del país conocida por sus enormes yacimientos de fosfato. Sin embargo, su madre murió unos meses después del parto y el resto de la familia emigró a Bologna. El padre tenía problemas con el alcohol y Adam, junto a su hermano Zakaria, vivió primero en la casa de acogida Marana-thá. Luego fue dado en adopción a diferentes familias hasta que aparecieron Raffaele -que poco después se divorció de su mujer- y Teresa. A partir de entonces ellos serían su padre y su abuela.
A Masina le gustaba el fútbol. Empezó a jugar en el equipo de Galliera, el pueblo de los alrededores de la capital emiliano donde creció, y con 13 años entró en la cantera del Bologna. Era delantero, pero no convencía, habitual suplente. Unos años después fue prácticamente descartado y con 18 años se fue a jugar a la Serie C2 -cuarta división italiana- en la Giacomense, un equipo Masi Torello, cerca de la vecina Ferrara, ahora desaparecido al fusionarse para salvar de la quiebra a la histórica SPAL.
Allí coincidió con Fabio Gallo, el entrenador que cambió su carrera para siempre. Gallo pensó que un futbolista de las características de Masina, 189 centímetros de fuerza, potencia y esfuerzo, estaban desaprovechados en el ataque. Para sacar partido de su recorrido y zancada, le situó primero en el carril zurdo del mediocampo, luego más atrás como lateral izquierdo. En esa temporada 2012/2013 jugó 15 partidos a gran nivel, suficientes para que el Bologna le readmitiera.
Y esta vez, sin perder nunca de vista los estudios -presentó una tesis sobre Platón y Schopenhauer en el examen de maturità y escucharle hablar es un gusto-, Masina no desaprovecharía la nueva oportunidad. En 2014 fue uno de los mejores defensores de la segunda parte del campeonato de Serie B, en el que el Bologna consiguió el ascenso en el playoff. Y ahora, en su debut en la élite del fútbol italiano, allí donde soñaba llegar cuando pateaba balones en el extrarradio boloñés y tras superar tantos obstáculos, no solo no ha acusado el salto: se ha convertido en uno de los futbolistas más destacados.
Esforzado en defensa, aun con mucho que mejorar, su fortaleza son sus apariciones en ataque. Sube y se ofrece con inteligencia, centra con elegancia y precisión, sus llegadas son un peligro constante. En sus primeros tres meses en Serie A ya suma dos goles y cuatro asistencias, pese al desastroso inicio de temporada de su equipo. Ahora, con Donadoni en el banquillo su rendimiento aun puede ir a mejor.
Italia no es solo un país de acogida para Masina. Es también donde ha encontrado su lugar en el mundo. Por eso rechazó hace poco la convocatoria para la selección de Marruecos y ya ha debutado con la Sub21 italiana. Y dada la escasez de futbolistas de nivel en su posición, no sería nada sorprendente una temprana llamada de la selección absoluta.
«Tengo unas ganas de llegar lejos y de demostrar lo que sé hacer que me motiva cada día. Desde pequeño tengo una fijación: quiero dejar huella, quiero ser recordado, no quiero quedarme en el anonimato».
Por espíritu, esfuerzo y ambición, difícil que se le escape este nuevo reto.