El Madrid no había cometido ningún delito y se enfrentaba a una pena injusta: un posible 2-0 al borde del descanso. En ese momento llegó la absolución: Vidal falló el penalti. El equipo de Zidane se fue al vestuario a tatuarse ‘Carpe diem’ en el pecho, disfruta sin mirar atrás lo que pudo ser y no fue, bueno o malo.
Y salió al campo a no desperdiciar la nueva oportunidad que le daba la vida. En poco más de un minuto ya había igualado el partido con una de las jugadas básicas del fútbol: apertura a la banda, centro y gol. Casemiro, Carvajal y Cristiano. El Madrid empezó a sentir que podía comerse el mundo, concentrado en once camisetas rojas en Múnich. Para eso hace falta sangre joven y la de Asensio sólo tiene 21 años. Con la entrada en el partido del mallorquín y la expulsión de Javi Martínez (tres minutos después), el campo se inclinó hacia la portería de Neuer, único portero capaz de hacer sombra a Oblak en Europa a día de hoy.
Entre las piernas se coló el segundo gol del Real Madrid | ODD ANDERSEN/AFP/Getty Images
Pero el muro tenía un agujero, concretamente bajo las piernas. Por ahí se coló el remate de Cristiano para hacer el segundo. Normalmente el desmarque va antes que el pase. En este caso fue al revés. Asensio le puso un centro al portugués que llevaba escrito hacia dónde debía correr el delantero para alcanzarlo. Asensio ve el fútbol antes que los demás y los demás empezamos a ver que la próxima temporada estará más tiempo sobre el césped. En Leganés y en Múnich ya ha puesto su bandera.
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El Madrid volvió a casa pensando que había dejado al Bayern con vida después de una segunda parte de avasallamiento continuo. Esa sensación desapareció al recordar que pudo haberse marchado 2-0 al descanso. Aunque la verdadera absolución se dio por la tarde, antes del partido: Lewandowski no podría jugar.