Muchos recuerdan actualmente a Colin Edwards como el
compañero de Valentino Rossi en Yamaha durante tres años de armonía, ayudando
al italiano a lograr su quinto título de MotoGP en 2005. Otros lo recuerdan
como un buen piloto que nunca fue capaz, por diversas circunstancias, de ganar
una carrera de la máxima cilindrada. Unos pocos, solo unos pocos, se acuerdan
del Edwards campeón de Superbikes en 2002 y 2002, en esta última ocasión en una
preciosa batalla con Troy Bayliss en la última carrera, en Imola.
Cierto es que coincidir con la mejor versión de Valentino
Rossi no ayuda a la hora de buscar victorias. Tampoco la llegada de una
brillante generación formada por Pedrosa, Stoner, Lorenzo y Dovizioso. Pero en
el paddock, lugar en el que es
complicado poner de acuerdo a muchas personas, no son pocos los que creen que
Colin Edwards merecía haberse retirado con, al menos, una victoria en MotoGP.
La tuvo cerca en ciertas ocasiones, como en Gran Bretaña 2009, cuando Dovizioso
logró su primer triunfo. O en Francia 2005, cuando llegó al final en el grupo
de cabeza con Rossi y Gibernau. Aunque todos recuerdan Holanda 2006. La chicane de Assen.
Corría el año 2006 y Rossi, tras cinco años logrando el
título con cierta comodidad, tuvo el primer bajón de rendimiento de su carrera
deportiva. Eso hizo que el abanico de ganadores de carreras y de aspirantes al
título mundial se abriera sorprendentemente. De hecho, fueron cinco los pilotos
que llegaron con opciones a las dos últimas citas: el propio Rossi, el veterano
Capirossi, el eterno aspirante Melandri, y los dos pilotos oficiales de Honda:
Hayden, excompañero de Valentino, y Pedrosa, que debutaba en la categoría tras
arrasar en 125cc y 250cc.
Ese mismo fin de semana, en Assen, Valentino se lesionó
durante los entrenamientos. El italiano, ganador de las dos últimas carreras en
Holanda (2004 y 2005) y de las dos citas anteriores a ese GP (Italia y
Catalunya) quedaba fuera de combate. Por tanto, el peso de Yamaha, equipo que
solía dominar en Assen, por las características del trazado, recaía en Edwards.
Y el estadounidense estaba dispuesto a no defraudar. Salió como a pista como un
poseso y sólo su compatriota Nicky Hayden, por entonces líder del campeonato,
le seguía el rumbo.
Hasta que se llegó a la última vuelta. Hayden, que había
tenido mejor ritmo en la segunda mitad de la prueba, partía con un segundo de
ventaja. Pero Colin, en una vuelta espectacular, llegó a las cuatro últimas
curvas pegado al colín de la Honda nº 69. Y ahí sucedió la historia que todos
recuerdan: la chicane de la
discordia. Edwards por el interior, Hayden por el exterior. El de Honda, sin
espacio, se sale de la pista, teniendo que recurrir a la gravilla, y Edwards
pasa, quedando a 150 metros de su primera victoria en MotoGP.
El destino, cruel en ciertas ocasiones, quiso que la Yamaha
de Edwards rozase la hierba en la salida de la chicane, haciendo que el piloto tejano saliese por los aires,
desperdiciando su mejor oportunidad de ganar una carrera. Hayden, que también
estuvo a punto de caerse, se sostuvo encima de su Honda, llegó a la meta y
ganó. Unos puntos que, a la postre, le darían el Mundial en Valencia, sirviéndole
para pasar a la historia como el hombre que logró destronar a Valentino Rossi
tras cinco años de férrea dictadura.
La escena de Hayden, Edwards y Assen ya forma parte de la
historia de MotoGP. Como si de la famosa escena de Match Point, la película de Woody Allen, se tratase, la suerte
sonrió a uno y castigó a otro: este desenlace dio a Hayden la victoria y, meses
después, el título. Edwards, sin embargo, acabó retirándose sin una victoria
que tanto merecía. Ese día la rozó, aunque ciertamente, como en tantas
ocasiones comentaba Dennis Noyes, estuvieron tan cerca de ir los dos al suelo
que es el día en el que Shinja Nakano, piloto de Kawasaki que entró en meta
segundo, pudo haber ganado. El motociclismo no deja de ser un deporte de
pequeños detalles.
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