Llegó una noche en la que él era uno de los mejores. Le miraban y le respetaban. Ganaba partidos, premios de mejor técnico del año y, sobre todo, reputación. El Everton parecía demasiado pequeño. Cobraba más que cualquier jugador y mandaba casi lo mismo que Bill Kenwright, presidente de la entidad. Entonces llegó el Manchester United. Solo tenía un problema, debía reemplazar al más grande.
Que Alex Ferguson se iba a retirar se sabía, otra cosa era que alguien lo quisiera aceptar. Él iba a ser el que iba a decidir su recambio. Y David Moyes era el elegido. Su llegada fue recibida con matices. Sabían que era bueno que había sacado a los toffees del descenso para mandarlos a Europa e incluso a la Champions. Pero no tenía títulos. Y la plantilla del United no era la mejor. Empezó bien ya que consiguió ganar la Supercopa Inglesa. A pesar de que fuera el Wigan, que estaba en Championship, el escocés abría su vitrina algo que podía parecer que le daría crédito. Pero el crédito se acaba rápido. Su forma en liga preocupaba.
Los fichajes, por otra parte, no llegaron. No tuvo la suerte de Mourinho (ha gastado casi 200 millones de libras) con las incorporaciones. Mata y Fellaini aterrizaron pero la plantilla necesitaba algo más. El Bayern les eliminó de la Champions y en Premier, tras perder frente al Everton, se quedaron fuera de los puestos europeos. Su despido fue fulminante y su fama desaparecía. La Real Sociedad quería darle una oportunidad. Y entrenar en España es muy goloso.
En San Sebastián, seguramente, perdió mucha de esa reputación comentada previamente. Más, incluso, que en Old Trafford. Y es que en la Real tenía la oportunidad de romper con la leyenda de que la mayoría de entrenadores británicos no pueden triunfar fuera de las islas y más con unos medios parecidos a los del Everton y sin la presión de vencer cada fin de semana. Y no le faltó tiempo ya que después de llegar a mitad de temporada pudo, en el posterior curso, fichar y hacer la pretemporada a su gusto. Pero los resultados no llegaron.
El Sunderland, tras un tiempo de descanso del de Glasgow, decidió contratarle tras el fichaje de Sam Allardyce por Inglaterra. El año anterior el grupo estuvo a punto de descender. Y, actualmente, las expectativas no mejoran. Los black cats siguen con la dinámica del último lustro. Comenzar el año fatal, destituir a su técnico y salvarse con el nuevo. Con este procedimiento la carrera de Moyes estaría en estado crítico. La fiabilidad defensiva –caracterizada en su etapa toffee- ha desaparecido. Reciben tantos de todas las maneras y con una desconcentración latente. Jermain Defoe y la paciencia de los dueños le pueden salvar de otro fulminante despido. Pero los del Stadium of Light deben mejorar. Y mucho.