Imagina que eres enfermera. Que estás en el hospital, hablando con un paciente sobre lo poco que va a tardar en salir a la calle y lo que ha cambiado el tiempo desde que está ingresado en planta. Imagina que, de un día para otro, dejas de ver las cosas con nitidez. Que te cuesta reconocer a tus compañeros y a tus pacientes. Descubres que algo malo está ocurriendo. Te informan de que sufres miopía magna y glaucoma, una combinación explosiva que va restando la vista poco a poco. A tus 32 años, tienes que dejar el trabajo por el que has luchado toda tu vida. Porque cada día lo ves todo aún más negro.
Algo parecido le pasó a Izaskun Oses, que convirtió su discapacidad en una oportunidad. Dejó su trabajo, sí, pero no estaba dispuesta a tirar su vida por la borda. Adoraba el atletismo desde hacía ocho años, aunque se encontraba bastante lejos de la élite. Comenzó a entrenar con atletas con discapacidad y participó por primera vez en una prueba (Campeonato de Europa de Italia) tan solo dos meses antes de los Juegos. En Brasil, la navarra ganó una medalla de bronce siendo la atleta de más edad de la categoría. Y lo que veía negro se volvió más cristalino que nunca.
Ésta es una de las mil maravillosas historias de superación que nos regalan cada cuatro años los Juegos Paralímpicos. Unos Juegos que estuvieron a punto de no celebrarse por la incompetencia brasileña, que gastó casi todos los fondos en los Olímpicos. Semanas antes de la inauguración, el gobierno aportó una cantidad extra que sirvió para salir adelante, aunque con menos transporte y personal del previsto. Ni eso ni la escasa expectación (en el primer día de competición solo se había vendido el 12% de entradas) desilusionaron a los deportistas presentes en Río. Todos dieron lo que tenían dentro para hacer que nos sintiéramos orgullosos.
España ha firmado una proeza en estos Juegos Paralímpicos. El botín final ha ascendido a 31 medallas, once menos que en Londres pero mejor puesto en el medallero gracias a los nueve oros logrados. Toda una hazaña sabiendo que, desde Sidney 2000, la obtención de metales ha caído en picado. Entonces fuimos cuartos en el medallero con 106 preseas (38 oros), más del triple de las conseguidas dieciséis años después.
¿Las razones? Más que obvias. La crisis económica en el país ha mermado las ayudas deportivas en (casi) todas las federaciones, con recortes todavía más drásticos si cabe en el seno del Comité Paralímpico Español. Las aportaciones en este ciclo han sido una cuarta parte de lo que se ha destinado al plan ADO (programa de preparación del equipo olímpico español).
Algunos deportistas, como Abderramán Ait, estaban obligados a ganar una medalla para que su familia no pasara apuros. Con molestias durante gran parte del maratón, acabó firmando un impresionante segundo puesto. La segunda plata en unos Juegos de un marroquí que con ocho años cayó a un pozo y tuvieron que amputarle el brazo, que con 15 logró, a la cuarta ocasión, llegar en patera a España, donde consiguió hacerse ver en las pistas de Camp Dragó mientras repartía propaganda o se empleaba en un párking. Tiene dos metales en su haber, pero ni mucho menos será suficiente para seguir sobreviviendo. Por esa plata cobrará tres veces menos que cualquier medallista olímpico español.
Desde que en los Juegos de Barcelona se impulsara el deporte paralímpico convirtiendo a nuestro país en uno de los mejores del mundo, apenas se ha invertido, apenas hay un plan que haga creer en un futuro esperanzador. La juventud lo tiene cada vez más difícil y es que la media de edad de nuestros representantes es de 32,8 años (la mayor de toda nuestra historia). Apenas se trabaja en las canteras, y el número de deportistas paralímpicos se ha estancado de forma considerable.
Es en la natación donde se descubren las grandes joyas. Sarai Gascón (22), Nuria Marqués (17), María Delgado (19), Óscar Salguero (18) y Ariadna Edo (18) sumaron nueve metales en la piscina, siguiendo los pasos de una legendaria Teresa Perales. 40 años y 26 medallas, cuatro de ellas en Río. A buen seguro, la mejor deportista de la historia en nuestro país. Los datos están ahí: de las 31 preseas logradas en Brasil, 17 fueron en natación paralímpica. Ni el fútbol, ni el baloncesto, ni el tenis, ni el motociclismo. En España tenemos una fábrica de crear nadadores paralímpicos que triunfan y siguen triunfando. ¿Es que no se dan cuenta de la mina de oro que tenemos? Puede que, cuando abran los ojos, ya sea demasiado tarde. Y será una pena terrible.
Leer más: Todas las medallas españolas en los Juegos Paralímpicos de Río
Imaginen perder una pierna, un brazo, un ojo. No poder andar. No poder utilizar las manos. No ver cada día la luz del sol. Imaginen darle la vuelta y alcanzar la gloria ante miles de espectadores. Sí, eso son los Juegos Paralímpicos. Eso es el deporte, la herramienta más integradora, la que consigue convertir una vida sombría en un racimo de oportunidades. Esas personas son un ejemplo a seguir, son el reflejo y la demostración de que los sueños se pueden hacer realidad. Dejemos de ponerles la zancadilla y vamos a tenderles la mano de una vez por todas.
Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).
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