El fútbol no es una ciencia exacta. Todo es posible hasta que el árbitro señala el túnel de vestuarios. El Madrid lo sabe, domina los minutos finales mejor que nadie y contra el Sporting de Portugal volvió a demostrarlo por enésima vez. Zidane, por su parte, jugó un papel determinante.
El Madrid juega con la misma mentalidad del minuto 1 al último: esté mejor o peor, cree en sí mismo y en sus aspiraciones de ganar. Jugar con fuego y salir airoso es una de sus especialidades, y eso es una virtud. Los jugadores nunca bajan los brazos. Los canteranos crecen con esta idea. Jugar en el Madrid es creer, creer que puedes. Así ganaron la primera Champions contra el Atlético, sin ir más lejos. O la última Supercopa de Europa contra el Sevilla.
Gran parte de la culpa de la remontada contra el Sporting de Portugal, también hay que decirlo, fue de un Zidane que supo jugársela. Apostó por la juventud – Lucas/Morata – sacrificando dos patas de la BBC, y por la habilidad de James para asistir entre líneas. ¿El resultado? 9 disparos a favor en la última media hora y 0 en contra. Los cambios cambiaron la tónica del partido y el Madrid lo aprovechó para hacer lo que mejor sabe: superar a fuego lento al rival. Con sufrimiento, sin probablemente merecerlo, pero con eficacia y voluntad.
No hay otro equipo en el mundo que haya levantado tantos partidos en los últimos minutos. La remontada contra el Sporting de Portugal no será la última que veremos. El Madrid no fue superior, más bien inferior, pero su arreón final, marca de la casa, le bastó para sumar 3 puntos que pueden devenir claves en la lucha por el liderato del grupo. Al fin y al cabo, el ADN Madrid implica eso, no rendirse nunca, luchar hasta el final. Su historia así lo demuestra.