Alejandro CENTELLAS – Hay un tópico muy utilizado en el fútbol en el que se dice que lo bueno de éste es que si hay malas noticias, duran una semana. El tiempo que transcurre entre un partido y otro es el periodo de expiación de pecados, de corrección de errores y exámenes de conciencia. Después de ese proceso llega una nueva jornada. Una nueva oportunidad para subsanar los errores del ya remoto partido pasado y volver a recuperar el ánimo; y una nueva oportunidad, también, para afianzar las buenas sensaciones. Partido nueva, vida nueva.
El Real Madrid ha encontrado una isla en medio de un agitado océano. Sienten que es un alivio que dos días más tarde se escriba una nueva página. Después de una semana inundada por el Madrid-Barça, un partido movido y un pospartido tenso, llega una nueva jornada de Liga. Para el Madrid no es una jornada más. Lo hubiera sido de haber ganado en el Bernabeu, pero haberse visto superado por su eterno rival ha hecho que el viaje al Pizjuáa sea un punto de inflexión. Ahora bien, en el vestuario es conocido el escenario. Una caldera imponente que puede servir de remedio cicatrizante o de cuchillo que profundice en la herida. En cualquier caso, el Madrid necesita cambiar de aires.
De sus cuitas en el Clásico, ni Sergio Ramos ni Di María podrán estar ante el Sevilla. Parece que los recambios son claros: Varane para sustituir a Sergio Ramos e Isco para sustituir al argentino. De los experimentos futuros de Ancelotti nada se puede aventurar, pero el laboratorio está demasiado caliente como para probar nuevas fórmulas. El resto, salvo problema inesperado, parece ya escrito. Cristiano Ronaldo intentará redimirse de su discreción en el Clásico y aliviar sus teorías conspirativas. La defensa tendrá la responsabilidad de devolver la seguridad adquirida meses atrás y confirmar que las dudas son pasajeras.
Pero enfrente no hay un rival que invite a pensar en un trámite. El Sevilla, aupado anímicamente por su gesta en el “euroderbi”, tiene la misión de no comprometer su billete en el tren de Europa. Entre el Athletic de Bilbao y el Sevilla hay un camino largo, pero el deber del equipo de Nervión es no descolgarse del quinto puesto. Villarreal y Real Sociedad vienen desde atrás con las pilas cargadas y, aunque su presencia en la Europa League parece segura, conviene no tentar a la suerte. En la última jornada, el Sevilla consiguió el triunfo en Osasuna, territorio inexpugnable esta temporada para los grandes, y llega lanzado al partido frente al Real Madrid después de una semana emocionalmente perfecta.
Ivan Rakitic, santo y seña del Sevilla de Unai Emery | Getty Images
Además, el escenario. El Sanchez Pizjuán es un condicionante favorable al Sevilla y de importante calado para el visitante. Si además la visita es del Real Madrid, con las escasas muestras de cariño que recibe, la olla aún soporta más presión. De sus garras han salido mal parados muchos equipos y la experiencia refuerza la tesis de que el Pizjuán es un campo en el que se ganan o pierden Ligas. El Real Madrid lo sabe y una victoria a domicilio en un campo tan determinante mata dos pájaros de un tiro: salva un obstáculo importante en su pelea por la Liga y, sobre todo, cose la herida abierta en el Clásico. Sea como sea, toca partidazo.
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