“Querido Iker:
Eras muy pequeño. Llegabas con tu padre de la mano a la ciudad deportiva –a la vieja claro- con una misión clara: parar todo lo que chutaban. Te veía Vicente del Bosque, que estaba en la cantera en aquella época, y le decía a todo el mundo que tú ibas a ser el futuro portero del Real Madrid. Seguramente mejor de lo que nadie se lo podía creer. Era fantástico poder observarte bueno, mejor dicho, un privilegio.
Y seguiste creciendo. Así llegaste al primer equipo aquella noche tan fría de Noruega. ¿Te acuerdas? Estabas en el instituto y te llamó el director. Debías sentirte confuso. Quizás intentaste recordar si habías hecho alguna travesura. Pero no. Las lesiones de los porteros del primer equipo te abrían las puertas de aquel avión que volaba hacia Trondheim, la ciudad donde juega el Rosenborg. No jugaste aquel encuentro pero tu perseverancia te hizo llegar a debutar en San Mamés. Estabas empezando a escribir tu historia.
Asimismo, cuando te llegó el momento de hacerte un hombre lo hiciste. Te dieron palos y tuviste que ver gran parte de la final de la octava desde el banquillo. Y eso que previamente ya habías ganado la séptima como titular. Y ¿Qué decir de la selección? Eras indiscutible y el paso de los años te hacía mejor. Eras como el vino. Cualquiera que sienta un mínimo de cariño a la roja recuerda tu Eurocopa en Austria y Suiza, donde parecías imbatible. Y luego llegó el mundial. Vaya palo que tuvo que ser el primer partido para vosotros. Perdisteis frente a Suiza pero luego os comisteis el mundo, literalmente. Y en Kiev cerrasteis el círculo. Tú y tus compañeros parecíais de otro planeta. Bueno, quizás lo seáis.
En algún momento de tu trayecto, sin embargo, cambiaste. Dejaste de ser tú. Permitiste que te señalaran e incluso algunos decían que ya no servías. Y cuando empeoró todo, buscaste a quien echarte la culpa a una sombra que a lo mejor era demasiado larga. Joder Iker. Es verdad que te lesionaste y que volver cuesta pero no parecías el mismo. Entre palos ya no estabas seguro y el Mundial de Brasil… Bueno fue demasiado duro. Ahí te diste cuenta que la vida golpea más fuerte que nadie y que no todo son éxitos y alegrías. Los chilenos y los holandeses eran los que reían y no vosotros.
Tuviste, finalmente, que marcharte del Madrid. Pero tu rueda de prensa final fue inmaculada. No dijiste que querías seguir en el Bernabéu aunque tus lágrimas finales lo delataban. Te fuiste al Oporto buscando seguir compitiendo en un gran club europeo obviando ofertas económicas mucho más altas al otro lado del charco. No enunciaste nunca ninguna palabra fea de tu antiguo club criticándolo por tu marcha. Eso lo hacen los cobardes y tú no lo eres. Tú eres capaz de todo”