Hubo una época sublime, una época anterior, en la que las cosas eran perfectas, bellas y puras. Como se desvanecen las cosas, aquí en la tierra…Y lo que se desvanece, deja de ser. Pero los 80’ no fueron esa época idílica y pastoril. Todo lo contrario.
El mundo dividido en dos. A un lado del muro, el comunismo seguía obteniendo medallas en todas las modalidades deportivas mientras su sistema económico caía a cámara lenta. Al otro, Reagan y Thatcher hacían renacer el capitalismo en su versión más salvaje. Entre tanto, el baloncesto no paraba de crecer.
En Estados Unidos, la rivalidad Magic-Bird/Lakers-Celtics revitalizaba la NBA, y entre medias, un monstruo llamado Michael Jordan empezaba a emerger poco a poco, dejando que aquellos dos se mataran entre sí. En Europa, Sabonis imponía su ley bajo la zamarra de la URSS, y el diablo Drazen Petrovic hacía Europa suya, ante el odio generalizado de medio continente y el amor del otro medio.
En España, Madrid y Barcelona copaban parte de los éxitos nacionales, con los blancos incapaces de repetir título europeo desde su séptimo entorchado en 1980. El Barça, por su parte, seguía viendo fantasmas tras la final perdida en 1984 frente al Banco di Roma en Ginebra, con aquel tremendo partido de Larry Wright que dejó a los azulgranas sin gloria. Pero, ¿y la selección? ¿Qué había conseguido en aquellos años?
La selección nacional de baloncesto empezó dando sus primeros pasos en 1935, en un partido frente a Portugal, donde España ganó por 33 a 12. Desde entonces y hasta los años 80, únicamente fuimos capaces de lograr dos platas europeas, en los Eurobasket de 1935 y 1973. Pero con la llegada de la década de los ochenta, vinieron los primeros grandes éxitos de nuestra historia.
Para llegar a Los Ángeles hay que pasar por Niza
Arrancaba un nuevo europeo, esta vez con sede en Francia. España viajaba con las ilusiones puestas en hacer un buen papel y lograr una medalla, ya que la plaza para los Juegos Olímpicos de 1984 se decidiría en el Preolímpico Europeo. Este torneo se disputó desde 1964 a 1992. Se trataba de una competición que se jugaba tras el Eurobasket, y en el que se decidían las plazas para la cita olímpica. Pasados los Juegos Olímpicos de Barcelona, se decidió que por calendario y con el objetivo de revalorizar el Eurobasket, se eliminaría este torneo, y que sería el propio Eurobasket, quien al margen de repartir las medallas y la supremacía europea, también decidiría las plazas para los Juegos Olímpicos y los Mundiales.
Así que la presión por quedarse sin olimpiadas no existía antaño a la hora de afrontar los europeos, cosa que eliminaba la ansiedad de una manera tremenda.
España quedaba encuadrada en el Grupo A, junto a Italia, Yugoslavia, Francia, Grecia y Suecia. Había que quedar entre los dos primeros del grupo para poder acceder a las semifinales, sino, sólo pelearías por un puesto en el europeo en base a tu clasificación grupal.
La selección lograba la segunda plaza, por detrás de Italia, tras terminar la fase con cuatro victorias y tan sólo una derrota, frente a los italianos en el primer partido de la fase, el 26 de mayo de 1983 por 75 a 74, en un partido muy cruel. Cuando sólo quedaban 22 segundos y la posesión era española, Corbalán perdía un balón que terminaría con canasta de Marzoti para poner por delante a Italia y ganar el partido. De nada servía la buena primera parte en la que España acabó con 11 puntos de ventaja, ni el buen partido de Epi, Sibilio o Corbalán. Los transalpinos fueron liderados por el trío Meneghin, Vecchiatto y Riva. Con lágrimas en los ojos, los pupilos de Díaz-Miguel se retiraban del campo.
Se ganó a Yugoslavia en un tremendo partido que acabó 91-90, pero que estuvo a punto de perderse. Tras convertir uno de los dos tiros libres de los que dispuso Jiménez, España se ponía un punto arriba (91-90) a falta de 40 segundos por jugarse. La selección yugoslava exprimió al máximo la posesión, forzando un tiro de Petrovic que falló, así como el posterior palmeo de Radovanovic. Por primera vez en su historia, España ganaba a Yugoslavia.
Francia (75-73) y Suecia (81-76) claudicaron tras vender muy cara su derrota, y solamente ante Grecia se ganó cómodamente (100-79). En semifinales esperaría la Unión Soviética. Aquel 1 de junio de 1983 empezó a cambiar nuestra historia. Saltaban a pista en busca de un hueco en la final, España y la URSS.
En la lucha por las medallas
Antes del partido de semifinales hubo una polémica porque la FIBA decidió adelantar el partido un día, hecho que respondía, supuestamente, a una petición de la televisión holandesa. Noticia que no sentó muy bien en la selección, ya que iban con las fuerzas muy justas a ese partido. Una Unión Soviética liderada por un joven Sabonis ante la ausencia de Tachenko, que llegaba invicta al penúltimo partido del torneo.
En un partido para la historia del baloncesto nacional, España consiguió ganar a los soviéticos por 94-95, no sin antes sufrir. Tras dominar durante muchos minutos el partido, los fallos en los tiros libres complicaron de sobremanera el encuentro. Epi y Sibilio volvían a liderar a España, con 25 y 26 puntos respectivamente, pero también Martín, Romay y Jiménez. Por parte de la URSS, Sabonis fue el máximo anotador con 24 puntos, en una selección en la que destacaron Belostenny, Jovaisa y Khomitchus.
Parecía impensable, pero España volvía a pelear por un oro europeo 10 años después. Esperaba en la final Italia, motivo de nuestras lágrimas no hace tanto tiempo atrás. La final se disputó el 4 de Junio de 1983 en Nantes. El hándicap de jugar la semifinal un día antes favorecía ahora los intereses españoles de cara a la final del europeo.
El partido fue igualado en su primera parte, aunque dominado por Italia, que acabó con ventaja de 38-45 al finalizar la primera parte. En la segunda parte, el desgaste de los jugadores españoles fue clave, y permitió a los italianos marcharse en el marcador hasta los 20 puntos de ventaja. España reaccionó situándose a siete puntos, pero fue insuficiente, y una vez más tendríamos que conformarnos con la plata en un campeonato continental, esta vez por 96 a 105.
En la final, volvió a destacar Epi, con 21 puntos, convirtiéndose en uno de los máximos anotadores del torneo. También Martín y Jiménez. En Italia, Villalta y Gilardi fueron los jugadores que más castigaron el aro español. Las rotaciones de Díaz-Miguel y la superioridad transalpina, claves de una derrota tan dolorosa como justa.
Los Ángeles 84’
Tras la derrota ante Italia en la final del europeo anterior, los nuestros conseguían plaza para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles tras quedar segundos en el ya mencionado Preolímpico Europeo de 1984, previo a la cita olímpica.
Después de la buena participación en el Eurobasket anterior, España estaba en la obligación de hacer unas buenas olimpiadas. El reto no sería fácil, ya que comenzaría con una complicada primera fase, encontrándose con Estados Unidos, Canadá, Uruguay, Francia y China. Hay que recordar que a esos Juegos Olímpicos no acudió la Unión Soviética ni sus ‘satélites’, fruto del boicot político a la cita.
España accedió a los cuartos tras ganar cuatro de los cinco partidos que disputó, cediendo solamente un encuentro frente a Estados Unidos, donde caímos con claridad (68 a 101). Canadá (83-82), Uruguay (107-90), Francia (97-82) y China (103-82), cayeron.
En cuartos esperaba Australia, a la que tras algunos problemas, se superó por 101 a 93. Venía el primer gran reto de las olimpiadas, en semifinales esperaba el terrible roster de Yugoslavia, con los hermanos Petrovic a los mandos.
Que te jodan, Drazen
Yugoslavia llegaba a la cita en plena forma y con el cartel de favorita colgando de la espalda. Ayudó su condición de invicto y el hecho de ser el anterior campeón olímpico (Moscú 1980).
El partido comenzó con muchos errores por la escuadra española, que no terminaba de creerse muy bien donde estaba. Petrovic asumía los galones en ataque y Yugoslavia se marchaba en el marcador. Los cambios del seleccionador español, Antonio Díaz Miguel, vitales (en Francia fueron muy criticados). La entrada de Margall y Corbalán por Iturriaga y Solozábal dieron la vuelta al panorama.
Hasta que entró Radovanovic y destrozó la pintura española. Más cambios en España, que con Romay y José Luis Llorente crecía, el gallego frenaba al pívot yugoslavo y cerraba el rebote. Aun así, la ventaja crecía y se iba hasta el 28-38 a favor de los balcánicos, para después reducirse a sólo cinco puntos, 35-40, al descanso.
La segunda parte empezó de lujo para España, que gracias a la muñeca de Margall y la labor de Romay bajo los aros, lograba un parcial de 8-0 en los dos primeros minutos de la segunda parte (43-40). Mirko Novosel, técnico yugoslavo, metía a Aza Petrovic en pista como opción defensiva e instalaba una zona, la misma que en el primer tiempo fue tan bien y que en el segundo acto no funcionó tanto.
España mantuvo la serenidad en todo el segundo tiempo, manteniendo lo que le funcionaba, mientras que Yugoslavia se desesperaba, impotente ante el dominio español, que con Romay, Margall y Llorente frenaban el talento de los hermanos Petrovic, Radovanovic, Knego, Nakic y compañía. El milagro se consumaba y sin sufrimiento (entre un millón de comillas), España volvía a derrotar a Yugoslavia, y se plantaba por primera vez en su historia en una final olímpica. Aquel 74-61 entraba en los anales de la historia española. En el horizonte, sólo se veía al rival en la final, los Estados Unidos de América.
Salid y disfrutad
10 de agosto de 1984. Forum de Inglewood (Los Ángeles). Sé que ahora esperáis un relato épico de cómo España aguantó el tipo a Estados Unidos en su propia casa, donde sólo la mala suerte y el arbitraje apartaron a la selección de un hito mayor. Pues no. España pagó cara su falta de experiencia en este tipo de citas, y un grupo de universitarios estadounidenses nos vapuleó. Las larvas de una generación NBA inolvidable: Michael Jordan, Pat Ewing, Chris Mullin, Alvin Robertson y Sam Perkins, entre otros. Y dirigida por el polémico Bobby Knigth.
El partido tuvo poca o ninguna emoción, desde los primeros compases del partido, Estados Unidos demostró su superioridad física y técnica, arrinconando a una España impotente e inferior. El 95 a 65 final hacía patente una realidad incuestionable, Estados Unidos estaba a años luz de nosotros.
Pero lo de menos fue lo que decía el marcador, lo importante era la barrera que había roto España aquella madrugada de agosto. Tras toda una vida de derrotas y de caminar por el abismo de la mediocridad, al fin estábamos entre los mejores del mundo, con una generación inolvidable, de la que muy pocos hablan, y a la que los jóvenes no le procesan el cariño que se merecen. Los primeros, los que iniciaron la edad de oro del baloncesto español.
Subieron a aquel podio del Forum para recibir una plata que supo a oro desde el momento en que se ajustició a Yugoslavia. Ellos no lo sabían, pero fueron la primera piedra de un monumento que ahora es patrimonio histórico.
Juan Antonio Corbalán, Ignacio Solozábal, José Luis Llorente, Josep María Margall, Juan Antonio San Epifanio, Juan Manuel López Iturriaga, José Manuel Beirán, Andrés Jiménez, Fernando Arcega, Fernando Martín, Fernando Romay y Juan Domingo De la Cruz.
Gracias. Ah, y a la perilla de Iturriaga también.
Periodismo. Hablo de baloncesto casi todo el tiempo. He visto jugar a Stockton, Navarro y LeBron, poco más le puedo pedir a la vida. Balonmano, fútbol, boxeo y ajedrez completan mi existencia.
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