Sin quejas ni protestas permaneció Raúl Jiménez sentado en la banca del Vicente Calderón durante un año completo mientras miraba cómo las oportunidades de jugar en el Atlético de Madrid se esfumaban cuando los minutos eran escasos para mostrarse en la Liga de España.
Posiblemente defraudado por su participación con los colchoneros, tuvo que volar hacia Lisboa para encarar nuevos retos con Benfica.
Lejos de los reflectores que representa jugar en la competición que eclipsan Barcelona y Real Madrid, Raúl no podría estar a disgusto en Portugal debido a que con las águilas pelearía títulos locales. Tampoco fue sencillo de hacerse un hueco en la delantera de su nuevo club mientras Jonás se llenaba de goles y Konstantinos Mitroglou era la apuesta más importante de los capitalinos al frente pero, sin hacer ruido, acumulaba adeptos con los pocos minutos que disputaba.
Transcurrían las jornadas de la Primeira Liga y el campeonato para los encarnados era amenazado por sus vecinos del Sporting CP hasta que apareció Jiménez haciendo una pausa entre la ansiedad de los de Benfica para concretar los goles que a la postre coronaron una campaña donde Raúl fue determinante.
Con un total de 12 goles en 45 partidos disputados, el mexicano de 25 años se colgó en el pecho la medalla de campeón en Liga y Copa pero no se conformó y buscaba más. A diferencia de semanas anteriores donde en su comportamiento reinaba el silencio, Raúl se paró frente a los micrófonos y externó su deseo por disputar la Copa América Centenario y los Juegos Olímpicos con México demostrando que su pasividad no reprimía sus pasiones sino que probaba que el disimulo es su arma más fuerte.
Intervino poco en la Copa América y no fue prestado por Benfica para disputar los olímpicos señal que los campeones de Portugal tenían mejores planes para el oriundo del Estado de México.
Nuevamente Raúl se abstuvo de hablar acatando las órdenes de un equipo en el que ni siquiera él sabía si jugaría allí la próxima temporada pero, como dijo William Shakespeare, “es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras” y el glorioso equipo lisboeta desembolsó 22 millones de euros para convertir a Raúl Jiménez en el futbolista mexicano más caro de la historia y, de paso, regresarle suficientes billetes al América por derechos de su formación.
En el momento en que las aguas parecían calmarse y recuperar la calma que tan bien le hace a Jiménez, el diario ‘A Bola’ publicó que el Benfica rechazó 33 millones de dólares desde China por el delantero azteca haciendo aún más grande su compra por el cuadro de la capital portuguesa.
Raúl Jiménez es hoy el ‘9’ en el que los aficionados de las águilas posan sus esperanzas si Jonás finalmente se marcha mientras el mexicano, en silencio, siempre en silencio, se asienta en uno de los equipos más importantes de Europa.