Dos jugadores, una estrella y una promesa, y un futuro bien diferente. Cristiano Ronaldo, 3 veces Balón de Oro y estrella del Real Madrid, y Kleberson, jugador del modesto equipo estadounidense Indy Eleven, fueron presentados como nuevos jugadores del Manchester United el mismo día. Su destino no iba a ser el mismo.
En verano de 2003 Kleberson y Cristiano Ronaldo aterrizaron en el teatro de los sueños. Se sumaron, así, a los fichajes ya realizados de David Bellion, Tim Howard y Eric Djemba-Djemba. El centrocampista brasileño de 24 años llegó para sustituir a Juan Sebastián Verón, nuevo futbolista del Chelsea, y lo hizo en calidad de estrella: fue el primer brasileño en unirse al Manchester United. Ronaldo, por su parte, fichó en calidad de promesa: fue el traspaso de mayor cuantía (15 millones) por un jugador de su edad (18 años) y heredó el dorsal de David Beckham. A ambos les deseaban los mejores clubs de Europa, pero el futuro les deparaba caminos bien diferentes.
Cosas de la vida, Kleberson se lesionó solo empezar y apenas pudo disputar 20 partidos en dos temporadas. Ferguson le sustituyó por Michael Carrick y él tuvo que emigrar a Turquía, para probar suerte con el Besiktas. 4 temporadas después de llegar a Europa Kleberson regresó a Brasil y fichó por el Flamengo. En la actualidad juega en el Indy Eleven de la Northern American Soccer League (II) recordando con anhelo sus triunfos con Brasil (Mundial 2002 y las Copas Américas de 2004 y 2007) y sus primeros días en Manchester.
La historia de Kleberson contrasta con la de aquella promesa que se presentó junto a él. La evolución de Cristiano Ronaldo es conocida por todos: su trabajo constante y forma de ser le han conducido a ser uno de los dos mejores del mundo actualmente. 1 Liga, 3 Premier Leagues, 3 Ligas de Campeones, 1 Eurocopa y 3 Balones de Oro le consolidan como lo que es: uno de los mejores de la historia.
Los caminos de Cristiano y Kleberson demuestran que no hay nada escrito y que el destino de cada uno depende única y exclusivamente de sí mismo. La fortuna, evidentemente, ayuda, pero solo es una mínima parte de la ecuación: no hay nada que con trabajo no se subsane.