Lo recuerdo como si fuera ayer. Todavía escuece, aún duele. Tan cerca lo tuvimos que pareció un sueño. Final de las Olimpiadas de 2008 en Pekín, España contra Estados Unidos. El partido de nuestras vidas.
Llegábamos a la cita olímpica con un sabor amargo, la victoria en Japón quedaba lejana y el recuerdo más inmediato en nuestra mente era la derrota contra Rusia en el Eurobasket de 2007, en el Palacio de los Deportes, con aquel tiro sobre la bocina de Pau Gasol que escupió el aro. Un europeo magnífico, donde sólo habíamos dejado escapar una victoria en la fase de grupos por 85-84 ante Croacia, hacía que nos esperara Rusia en la final.
Derrota, esa extraña palabra
Un partido un tanto extraño, con tanteo bajo y, cuando parecía controlado con el 59-54 a favor de España a 1:17 para finalizar, un bloqueo invadió a la selección. Rusia comenzó a anotar canastas fáciles y España se empecinó con meter balones en la pintura a Gasol, lo que provocó varias pérdidas seguidas que dieron vida a los rusos, hasta el punto de que a falta de dos segundos, Jon Holden ponía uno arriba a los rusos. La situación era crítica. ‘Pepu’ Hernández pedía tiempo muerto y diseñaba una jugada para Pau Gasol, el buque insignia. Carlos Jiménez sacaba de banda casi al límite de violar los cinco segundos, enviaba el balón a Gasol que hacía un reverso, tirando el balón a tablero, y éste, tras besar el cristal, hacía la corbata en el aro y se salía. Rusia era campeona de Europa. Tan increíble como merecido.
Poco bueno se podía sacar de aquel apagón final, por supuesto, que teníamos plaza olímpica asegurada para Pekín, pero tras haber sido finalistas, jugando en casa y cómo se llegó a los últimos segundos de partido, era un premio que sabía a muy poco.
Pero en el deporte hay que aprender a pasar página, y una cita olímpica era un reto demasiado importante como para seguir lamiéndonos las heridas del Eurobasket, así que la selección se puso entre ceja y ceja traer una medalla de vuelta a España. Comenzaba así la andadura olímpica por China de los nuestros.
Teníamos buenos recuerdos del continente asiático, sólo hacía dos años de nuestra coronación en Japón, pero también éramos conscientes de que el fracaso de Estados Unidos en 2006 les hacía infinitamente más peligrosos para esta nueva competición, y si a Japón fueron con un roster fabuloso, a Pekín viajaron los mejores del Olimpo.
Camino a la batalla de nuestras vidas
¿Se acuerdan de la frase que no lograron oír los campeones del Mundo en aquella celebración en lo alto del Fuji? ‘Mortales, si esta batalla os ha parecido difícil, ni os imagináis lo que los dioses tienen preparado para vosotros. Disfrutad’. Pues pronto empezó a cobrar sentido, en la primera fase de los Juegos Olímpicos España quedaba emparejada con Estados Unidos, una visión del futuro más cercano, junto a Grecia, China, Alemania y Angola.
España solventó con autoridad la primera fase, ganando 5 de los 6 partidos, tan sólo probó el sabor de la derrota, precisamente, ante Estados Unidos en un partido muy desigual en el que los americanos apalizaron a la selección por 119 a 82. Aunque el nivel de juego se puede decir que dejó bastante que desear en base al talento que había.
En cuartos esperaba Croacia, no hubo mayores problemas, 72-59 y a semifinales. Allí, aguardaba una Lituania con ganas de revancha por nuestras cuentas pendientes, pero tampoco pudo ser, la vendetta a la báltica ya fue en 2006. 91-86, partidazo y a la gran final. De repente, sentí vértigo, nunca había visto una final olímpica con mi país compitiendo en ella, y la sensación de ansiedad se apoderó de mí. Quería que llegara ya la hora y el día del partido.
22 de agosto de 2008. Recuerdo perfectamente donde lo vi. Estábamos apurando las vacaciones familiares en Jávea, y la última mañana antes de volver a Madrid, una congregación (hermandad autorizada de devotos) nos juntamos en una sala de TV del hotel en el que veraneábamos para ver juntos la final. Por aquello de que unidos somos más fuertes, chorradas. La sensación de hormigueo en el estómago era imparable, arrancaba la final.
La final
Es complicado afrontar un partido así para todos: jugadores, técnicos y aficionados. La plata era ya un orgullo, y hacía más grande la hazaña de los Iturriaga, ‘Epi’, Martín y compañía en 1984 en los Ángeles. Una plata que no se supo valorar en su momento, pero que pasados 32 años la vemos como un metal dorado. Sabes que tu rival es mejor, pero eso lo único que hace es darte el impulso y el honor para batallar los 40 minutos sin miramientos, sin pensar en el mañana. Cada bola como si no fuéramos a jugar más a esto.
En el quinteto titular de España estaban Ricky Rubio (con la lesión de Calderón ganó galones de manera precoz), Navarro, Jiménez, Gasol y Reyes. Por Estados Unidos, Kidd, ‘Melo’, LeBron, Kobe y Howard. Casi nada.
El partido comenzó a un ritmo de anotación extraordinario, con cinco minutos consumidos, España mandaba 17 a 14, sin arrugarse, con Gasol en modo imperial. España aguantaba el tirón de Estados Unidos a base de rabia, cerrar el rebote, solidez defensiva y el aporte ofensivo de Rudy. La barbaridad anotadora siguió, y el primer cuarto se cerró 38-31.
El segundo cuarto se iniciaba con la misma dinámica, poderío anotador y una España que perdía el aliento en no dejar marchar a los americanos. Con 60 a 49, la segunda unidad española daba la talla y dejaba el partido abierto al descanso, 69-61 para los estadounidenses. Vivos para luchar un día más.
No desconectarse al inicio del tercer cuarto era fundamental si España quería seguir soñando con la victoria, y así fue. El partido se convirtió en un toma y daca constante, con los dos equipos exhibiéndose atrás y anotando de forma compulsiva. Estábamos vivos, y eso de repente, molestó. Sería injusto pensar que todos los jugadores estadounidenses tienen que acostumbrarse sí o sí a los pasos FIBA, tras toda una vida jugando así es difícil adaptarse a otro reglamento para un período de tres semanas. Pero para eso están los árbitros, para poner paz e impartir justicia que diría el bueno de Paco Caro. Y si tienen que señalar 30 veces en un partido la violación de esta norma, lo hacen. Pero no fue así, y se notó de forma escandalosa. Esto sacó un poco del partido a España, que tras aguantar estoicamente todo el tercer cuarto, dejó irse a Estados Unidos hasta el +9 al finalizar penúltimo período.
Con cualquier otro país, el nivel de juego mostrado bastaba para ir por delante e incluso ganando fácil, pero ya sabemos que con Estados Unidos la historia es bien diferente. Además, tenían ganas de llevar el oro a su país, venían del fracaso de Atenas 2004, dónde perdieron contra Puerto Rico, Lituania y a la postre, contra Argentina en las semifinales. A este varapalo se añadía también la derrota contra Grecia en semifinales del Mundial 2006, dos fracasos inaceptables para la mayor potencia baloncestística del planeta.
A Estados Unidos le temblaban un poco las piernas, para que nos vamos a engañar. España se acercaba a dos puntos tras un triple de Rudy, y el 91-89 del marcador les hacía recordar un poco los fantasmas de un pasado no tan lejano. Kobe asumía galones y volvía a estirar la ventaja entre los ocho y los diez puntos. Y de repente, el momento del partido. Rudy recibía el balón, iniciaba la penetración y su osadía fue tal que reventó el aro en la cara de Howard, haciéndole un poster para la eternidad, 103 a 95 y volvíamos a coger aire. Cinco minutos para el final.
Bryant a lo suyo, anotando. Navarro guiaba a España hasta el final del sueño, no queríamos pellizcarnos aún. Todo en un puño, 108-104 para Estados Unidos y 120 segundos por disputarse. En ese momento, España estaba jugando el mejor partido de su historia, estábamos viendo algo legendario y poco importaba lo que pasara en el mundo en esos minutos.
Wade castigaba desde el perímetro, y cosas del destino, Jiménez tenía un triple desde la esquina para dejar a España a solamente tres puntos. Pero la fortuna es así, la misma que hizo que Nocioni fallara, iba a hacer que el Doctor Honoris Causa del baloncesto español también lo hiciera. El aro expulsaba el triple, y el partido moría sin poder remediarlo.
España, fruto de la pelea y de haber estado tan cerca, pierde los nervios y se suceden varias técnicas por las protestas ante nuevos pasos del combinado americano, que se resumen en el 118-107 final. Duro castigo este 11 arriba para Estados Unidos, ya que la realidad del partido fue mucho menor.
España había perdido, pero eso era casi lo de menos. Las caras de los jugadores se fueron alegrando a medida que pasaban el mal trago de la derrota, eran conscientes de que habían llevado hasta la extenuación a la mejor selección del planeta. Durante 40 minutos, habían llevado a un país entero a soñar con el oro. En definitiva, eran Historia del baloncesto. Una plata que vista a la luz de nuestros ojos, era de oro.
Y como la fortuna siempre te depara una segunda oportunidad, España jugaría a los cuatro años otra final olímpica contra Estados Unidos. Pero de eso hablaremos en otro momento. Ahora, saboread esta plata, pues jamás sentí tamaño orgullo por unos jugadores. Éramos los amos del mundo (FIBA), pero amos al fin y al cabo.
Periodismo. Hablo de baloncesto casi todo el tiempo. He visto jugar a Stockton, Navarro y LeBron, poco más le puedo pedir a la vida. Balonmano, fútbol, boxeo y ajedrez completan mi existencia.
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