En esta vida lo fácil es perder y lo difícil es ganar. Lo normal es perder y lo extraño, es ganar siempre. Hay ciertas personas que siempre ganan, que hacen de lo extraño lo fácil, y de lo difícil algo normal. Son personas elegidas, o que se han esforzado al máximo posible. Un ejemplo de esa lujosa colectividad es Novak Djokovic, y él también pierde.
El serbio que llevaba 30 victorias consecutivas en Grand Slams, quería conseguir el hito de los cuatro grandes en la misma temporada, algo solo al alcance de la leyenda Rod Laver. Desde 2009 en Paris (contra Kohlschreiber) no se quedaba sin estar entre los ocho mejores en un Grand Slam. Pero Novak perdió.
Esta temporada estaba siendo perfecta para el serbio. Djokovic no dejaba casi ningún resquicio para que sus rivales le pudieran atacar. Infranqueable. Además el serbio consiguió una de las victorias más sufridas y celebradas por el número uno, conquistó Paris, y así el único Grand Slam que le quedaba para entrar en la historia del tenis. La guinda que coronaba esa tarta de sabor a leyenda. Pero ayer Novak perdió.
Una persona marca la diferencia, en cualquier ámbito, cuando consigue que una derrota sea noticia. Novak ha convertido algo normal, como es fallar, en algo extraño. Seguirán siendo noticia las derrotas del serbio hasta que se conviertan en lo que son, algo normal. Porque no siempre se puede ganar, y Novak esta vez perdió.