Es la una de la tarde en Liverpool, hace un sol de justicia, y los jugadores del Everton llegan con sus coches a Goodison Park con tiempo de sobra, ya que deben firmar algunos autógrafos a las decenas de espectadores que aguardan con un póster o una foto. Todos llegan en su particular automóvil que va cambiando de precio según el sueldo de cada uno. Jonjoe Kenny, canterano, llega con un Clio y mientras Mirallas, con un contrato bastante más alto, aparece con un increíble Lamborghini.
Pero hay algo que llama la atención. Un chico, que parece sacado del instituto del barrio, sale del coche de sus padres sabiendo que va a ser titular por primera vez en la Premier League. Ya jugó unos minutos dos jornadas antes y no da el más mínimo atisbo de nerviosismo.
Ese joven, que tiene 17 veranos, no tiene ni la edad para tener el permiso de conducir pero sí para dar unas cuantas clases de cómo jugar al fútbol en el centro del campo. Tom Davies, que llegó con 9 años al club, sabe que el partido frente al Norwich va a ser como uno de esos que tiene en el recreo. Con calidad y visión, provoca jugadas peligrosas y hace levantar a más de uno de sus asientos.
Pero no son solo los destellos de clase que desprende. Su finura en el tackling, algo apasionante para todo amante de este deporte en las islas, hace enfervorizar más a los aficionados toffees que no caben en sí de alegría tras ver la promesa que ha cuajado en el nuevo Finch Farm, centro de entrenamiento del Everton.
Ante tal recital, después de una cómoda victoria por 3-0, tan solo cinco días más tarde, los blues deciden blindarle con un nuevo contrato por cinco años. A pesar de que el nuevo entrenador ni había llegado. Ahora Koeman, que le gusta confiar en los jóvenes, querrá darle minutos porque, aunque aun no lo conozca, pronto sabrá que tiene un diamante entre sus manos. Y, con el dinero del nuevo contrato, y su cumpleaños hace tan solo unos días, tendrá recursos para sacarse el carnet. Esta vez, las clases magistrales las recibirá él.
