Cuesta mucho decir adiós. Cuesta mucho dar por terminada una era exitosa y admitir que es necesario reinventarse. Cuesta mucho despedir al hombre que te hizo alcanzar cotas desconocidas. Cuesta mucho aceptar que urge un nuevo comienzo.
España se negó a hacerlo. No quiso o no pudo. Tras años de gloria, de practicar un futbol espectacular y de ser el espejo en el que el resto del mundo buscaba mirarse, algo cambió. No es fácil mantener el hambre tras un atracón de títulos, no es fácil realizar un relevo generacional que se veía necesario. Se confió en Del Bosque para seguir comandando una nave que se parecía no carburar. Se equivocaron.
Punto de inflexión
El Mundial de Brasil debió ser el punto de inflexión. España llegaba con la vitola de favorito (pese a la goleada encajada ante Brasil en la Copa Confederaciones) pero se estrelló. Dos claras derrotas ante unas (a priori) inferiores Holanda y Chile les mandó para casa a las primeras de cambio. El mundo entero pareció estar de acuerdo, era el fin de una era.
Van Gaal y Sampaoli tenían perfectamente estudiada a una España que llevaba años jugando igual. Encontraron sus puntos débiles y los explotaron como nadie antes. Del Bosque no mostró reacción. No parecía el hombre indicado para renovar un modelo que parecía caduco.
Nadie se atrevió a dar el paso. La brillantez del pasado les cegó a la hora de definir el futuro. Dos años después, España ha vuelto a fracasar.
Una nueva debacle
El forofismo de un sector de la prensa no ayuda a cambiar las cosas. Argumentos como “porque somos los campeones” no solo ciegan a la afición, sino que carga a los jugadores con una responsabilidad y una presión que no les hace ningún bien. España juega un buen partido ante una selección claramente inferior como Chequia o una selección caótica como Turquía y se disparan las expectativas. Con titulares como “Nos temen” o “Iniesta balón de oro” no hacen más que menoscabar al rival y preparar el terreno para un nuevo batacazo.
Antes del partido ante Croacia se hablaba de que la selección iría por el lado fácil del cuadro, olvidando que enfrente había un rival de mucho nivel. Los balcánicos, sin su estrella y con varios suplentes, volvieron a desnudar las carencias de España. Se sobrepusieron a un inicio en el que fueron sometidos y, comandados por un soberbio Perisic, dieron la vuelta al partido. Croacia mostró el carácter del que la roja careció; cuando las cosas empezaron a no carburar el equipo colapsó una vez más. Faltó futbol, pero también faltó fortaleza mental. Italia esperaba.
Ante el primer rival de verdadera enjundia, en el primer todo o nada, España fue superada. El baño táctico de Conte a Del Bosque fue tremendo. Los azzurri incomodaban la salida española, obligando a los zagueros a pegar pelotazos que Morata nunca pudo ganar. De Rossi jugó a su antojo, sin oposición, superando líneas con una facilidad pasmosa; la presión española brillaba por su ausencia. VDB volvió a errar en la búsqueda de soluciones siendo incapaz de desarbolar una defensa que puede acabar valiendo un campeonato. Bonucci, Chiellini, Barzagli y Buffon, la vieja guardia juventina, salió victoriosa una vez más. Italia se tomaba una merecida venganza.
Ay Italia. Ese equipo que, cuanto peor pintan las cosas, más da la talla. Nadie daba un duro por ellos; la ausencia de talento y la lesión de pilares como Machisio o Verrattí les hacía parecer débiles. Pero comandada por un fantástico entrenador y una defensa numantina, han demostrado ser algo poco habitual en las selecciones: un equipo. Conte ha dotado a los suyos de una fortaleza mental inquebrantable, les ha hecho creer que son capaces de vencer a cualquiera; la fe mueve montañas. Que se preparen los alemanes.
Conte: “Las ideas ganan al talento”
¿Y ahora qué?
Parece claro que España necesita un cambio de rumbo. Sobra talento pero es necesario un nuevo timonel que lo ordene. Los aires de cambio, personificados en los jóvenes talentos que vienen por detrás, traerán a su vez el hambre de vuelta; pero para lograrlo se antoja necesario un entrenador que potencia sus virtudes (distintas de las estrellas del exitoso ciclo). Hay que tener claro que vida más allá del tiki-taka. España debe aceptar que un ciclo se acabó, para así poder florecer de nuevo. Renovarse o morir. Villar tiene la palabra.