ALEGATO
Señoras y señores del jurado, no somos como ellos. El Real Madrid es esa mujer rubia, de ojos azules y lujoso descapotable rojo, a juego con sus labios colagenados, y con la que uno está condenado a ser feliz. Pero, amigos, seamos claros. El Atleti es otra cosa. Es la morena misteriosa, tentadora y de ojos verdes, capaz de destrozarte el corazón, el juicio o la cartera.
Miembros del jurado, no tenemos sus trofeos. Ni su enorme campo ni su presupuesto para comprar hasta el vacío varias veces. Ni, por supuesto, lo queremos. La historia ha marcado para cada club una identidad, unos rasgos definidos. Los del Atlético son la lucha, el esfuerzo y el coraje. El ADN rojiblanco destila un modo de vida a contracorriente, superando obstáculos, que con los años incluso ha calado en su forma de jugar: el contraataque. ¿El motivo? Señoras y señores, déjenme volver a las metáforas con mujeres: por el mismo por el que preferimos una mujer que nos haga perder la cabeza, que otra con la que la posibilidad más excitante sea intercambiar los lados de la cama.
En mi clase del cole sólo éramos dos atléticos. Mis compañeros no comprendían como no pertenecíamos a Madrid o Barça. Yo tampoco a ellos. Durante años me sentí como un abogado haciendo el alegato de defensa cada vez que tenía que explicar los motivos de mi pasión. Tiempo después, en clase, vimos Doce hombres sin piedad, e inmediatamente la identifiqué con mi sentimiento atlético: un hombre sólo contra el resto, fiel a sus convicciones. Y mientras mis compañeros madridistas se quejaban por lo que decían que era una película lenta, yo andaba sin resuello por el ritmo de sus diálogos. Ese día comprendí que es fácil ser como los demás, pero es maravilloso ser uno mismo. Ser del Atleti.
LAS PRUEBAS
El madridista concibe el fútbol por las dimensiones, como una competición por el tamaño. El club más grande, la vitrina más repleta, el fichaje más caro o el campo más enorme. Acumula trofeos con el desprecio del que sólo contempla el esfuerzo como una molesta burocracia. Esa visión madridista me recuerda al jovencito Harvey de Capitanes intrépidos, con la solvencia para pagar el precio de todo sin conocer el valor de nada; discutir con ellos —con los madridistas— me deja la sensación de que ya no hay Spencer Tracy capaz de enseñarle nuevos valores.
¿Le gusta ganar a los Atléticos? Por supuesto. Pero no creemos que todo se base en eso. O, al menos, sólo en eso. Nos gusta ganar, pero sabemos que cuando se hace desde el descaro y con el atrevimiento del que lucha, se disfruta el doble. Porque nos encanta ver como a los jugadores del Atleti les sienta como un traje el esfuerzo y el sudor.
Hablemos de uno de los elementos que los madridistas tienen como seña de identidad: el Señorío. Si ese es el argumento utilizado por un madridista para fundamentar el amor por sus colores, échense a temblar. Ni Atticus Finch les convencería de lo contrario. La etiqueta autoasignada permanece firme. ¿Motivos para pensar lo contrario? Los que quieran: desde un entrenador metiendo el dedo en el ojo a otro, hasta una leyenda del club, el portero que repartía milagros, echado por la puerta de servicio. O, también, otro muy doloroso:
«Lisboa, sábado 26 de mayo de 2014. Un cabezazo de Sergio Ramos deja el corazón de todos los Atléticos en bancarrota. Minutos más tarde CR7 ejecutó el golpe de gracia lanzando un penalti que suponía el 4-1 cuando restaban las migajas del partido». Aquella celebración desmesurada, exhibiéndose, vejando al herido de muerte, siempre será uno de los episodios futbolísticos más deleznables que recuerde. Más todavía, para los que entendemos la vida como Tom Hanks en La Milla verde y creemos que hasta un sentenciado a muerte merece un trato digno en sus últimas horas.
Pase lo que pase siempre presumirán de esa etiqueta. Para los demás será tan sólo un señorío de bisutería. De dandi con lamparones, que dijo el maestro.
TESTIGOS
El club realizó algunas campañas publicitarias que, a la larga, se demostraron equivocadas. Transmitían una imagen de equipo perdedor, de pupas, de cierto malditismo que, además de no ser cierto, durante demasiadas temporadas dieron coartadas para justificar los fracasos. Sin embargo, algunos de estos spots reflejaban valores muy Atléticos. Porque ser del Atleti es una forma de vida. De existir, de comportarse, hasta de afrontar los problemas, que trasciende más allá de lo futbolístico. Va con el carácter, la personalidad. Hasta con algo tan personal como la marca de cerveza. Ser del Atleti conlleva un sentimiento de pertenencia, de manada, muy unido a los que compartimos esta formidable pasión.
Cuando uno rescata sus primeros recuerdos del Atlético, suelen ir ligados a seres queridos que ya no están con nosotros. Al que te acompañó en tu bautizo en el Vicente Calderón o te regaló tu primera camiseta rojiblanca. Son los colchoneros que entran al Calderón por la puerta 58 (gracias a Javier Olivares por descubrirla). Seres que nos transmitieron el amor imborrable por estos colores y a los que sentimos cerca, tanto en los éxitos como en las derrotas. Aunque anónimos para el resto, son íntimos nuestros que compartieron esta forma de vida. Ahora lo hacen con otros colchoneros de mucho más renombre, como Luis Aragonés, el Chaba Jiménez o Andrés Montes, y estoy convencido que han llevado esta pasión allá donde estén. Y que, como ellos, ejercieron de Atléticos como forma de vida.
El Atlético y la puerta 58 del Ministerio del Tiempo
Porque aunque lejos de nosotros, siempre serán Uno de los nuestros.
ALEGATO FINAL
El carácter se forja por las victorias pero mucho más en las derrotas. El descenso o las Champions League perdidas dan fe de ello. Habrían bastado para que otros cambiaran de equipo, ciudad e incluso de familia. Pero aún así, el Atlético no es un equipo perdedor; basta con ver su vitrina para comprobarlo. Ligas, copas y títulos europeos demuestran su condición.
Pero amigos, si ha de perder, que sea de forma épica. Que la última imagen del equipo sea luchando. Que sea el último fotograma de Butch Cassidy y Sundance Kid, con las pistolas desenfundadas. Valientes. Eternos.
Señoras y señores del jurado, si ha de perder, que todo el mundo nos recuerde como a Luke Jackson en La leyenda del Indomable. Peleando con sus puños contra Dragline. Levantándonos una maldita vez más de las que nos han derribado.
Alter ego de Pablo Albert Martínez y José Felipe Alonso Simarro (29-12-78. Sí, los dos). Pasión por el Atletico de Madrid y el cine. Y es que las comedias, los dramas, las emociones y las tragedias siempre nos sedujeron.
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