‘Hay tres maneras de hacer las cosas: la correcta, la incorrecta y la mía’. Con esta frase, Martin Scorsese definía lo que ocurría dentro de un ‘Casino’, y lo hacía utilizando a Robert De Niro como voz principal. Una consigna que bien podría acuñar una de las grandes promesas que tuvo el fútbol alemán a principios del siglo XXI, justo cuando el mundo de las apuestas empezaba a conquistar la industria del juego.
René Schnitzler nació en la que quizás sea una de las ciudades más futboleras de Alemania: Mönchengladbach. Lo fue gracias a aquella época dorada de los años 70, cuando el padre de René aún no sabía lo que era la responsabilidad de tener un hijo. Schnitzler era canterano de una de las mayores fábricas de talento del fútbol teutón, un internacional U20 que incluso llegó a debutar en Bundesliga ante el Bochum, un nombre que más tarde volverá a marcarle su vida.
Schnitzler tendría la oportunidad que muchos jóvenes querrían tener. Sin estudios, René ha sido uno de esos casos de adolescentes que muy pronto se ven con una cantidad de dinero desproporcionada en sus bolsillos, llenos de agujeros por donde las monedas caen con la misma celeridad que van entrando. En su búsqueda por encontrar un sitio en la élite, Schnitzler se marcha a St.Pauli, a uno de los barrios más atractivos de Hamburgo pero también a uno de los más gamberros de Europa. Para llegar hasta allí, el delantero recorrió algo más de 400 kilómetros en poco más de 2 horas. «Con un coche de 100.000 euros, uno es un poco más rápido» llegó a decir el nuevo jugador de ‘Los Piratas’.
Pero el barrio atrapó a un chico que ya anunciaba con su actitud, que podía ser retenido sin presentar oposición alguna. Las colillas de una noche de poker, la oscuridad de las partidas ilegales, el carácter influenciable que le llevaba a apostar por cualquier situación que le planteara el día a día, le llevó lo más cerca posible de la mafia que quería utilizarlo como vía para adentrarse en apuestas sobre fútbol profesional. «Cuando solo trabajas dos horas y media, tienes que rellenar el tiempo de alguna manera. Es normal que muchos futbolistas apuesten», comentó el que un día era considerado el doble de bueno que Mario Gómez, según Michael Skibbe, seleccionador de las categorías inferiores de Alemania por aquel entonces.
A René Schnitzler le ofrecieron mucho dinero por dejarse perder, y el delantero del St. Pauli lo aceptó, fruto de una enfermedad tabú en el deporte como es la ludopatía. René siempre defenderá que no manipuló ningún resultado, porque nunca propuso nada a sus compañeros, porque directamente, el dinero que recibía lo gastaba en el casino de manera inminente. De hecho, el entramado sale a la luz tras no producirse ciertos marcadores que deberían haber acabado de otra manera. La policía detuvo a Schnitzler y lo llevó a una cárcel de Bochum, la ciudad del equipo ante el que debutó en Bundesliga. Paradojas de la vida. Allí pasó unos días, hasta que el Juez del Tribunal Regional de la ciudad de la cuenca del Ruhr absolvió al futbolista del delito de manipulación, aunque lo sancionó con delito de aceptación de pagos antideportivos. Una condena que se redujo a 900 € cuando el futbolista llegó a aceptar unos 100.000 € de la mafia holandesa.
Pero la pena que más daño le hizo fue la de la Federación Alemana. 3 años y medio sin poder jugar al fútbol en Alemania. La carrera del delantero promesa de Mönchengladbach se dio por finalizada. Ahora, Schnitzler pisa los terrenos de juego de la Kreisliga, siendo el máximo anotador del Rheydter SV. «Por mi experiencia podría ganarme un sueldo como jugador de poker, pero sería fatal para mi adicción», sentenció René, que siente que desde aquel día, siempre será un caballo perdedor en el juego de la vida.