Si no hay tragedia no es historia o al menos no traspasa fronteras como tal. El Borussia Dortmund recibe este sábado en el Signal Iduna Park a un Bayern de Múnich cabizbajo y pensativo; tras su derrota frente al Mainz por 1-2 en el Allianz Arena y tras dejarse empatar una eliminatoria que a pocos minutos del final parecía solventada. En cambio las abejas de Tuchel no presentan los mismos síntomas sino todo lo contrario, no han perdido en todo 2016, solo un empate entre los 14 partidos del nuevo año. Vivos en la DFB Pokal, amenaza con paso firme en Europa y al acecho en Bundesliga, los números invitan a soñar en que este año algo se puede levantar.
Einstein seguro de sus palabras, no hace mucho tiempo, advirtió: “Al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida. Sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”. En Dortmund, ocurre más o menos lo mismo. Si desapareciera el BVB del panorama futbolístico quizás lo hiciera la ciudad del mapa. Los 80.000 fervientes que acuden semana tras semana no sabrían con que llenar el vacio de sus vidas, supondría la caída del muro, la desaparición de la esperanza, del único a día de hoy con la capacidad de desafiar al todopoderoso Bayern. Ahora suena a chiste o a cuento irreal pero en 2005 estuvo muy cerca de producirse.
A mediados de año, la acciones del Borussia se desplomaban hasta un 80% en la bolsa de Frankfurt. Una historia que venia cocinándose a fuego lento desde varios años atrás, exactamente desde la coronación como Rey de Europa en 1997, los alemanes temporada sí, temporada también realizaban gestiones nefastas que le suponía pérdidas millonarias. Las cuentas se habían falseado mientras el equipo se reforzaba cada mercado.
La deuda fue creciendo hasta su punto álgido cuando alcanzó 170 millones de euros, aunque se rumorea que fueron muchos más. Los dirigentes del club no tenían opción, había que vender. Fue vendido todo su patrimonio incluido el tesoro más preciado, el Westfalen Stadion. Molsiris, una sociedad de inversores se hizo cargo del estadio al menos de manera momentánea hasta que los dirigentes pudieran volver a comprar las instalaciones deportivas. Con el paso de las semanas, la situación no fue por el camino indicado, no mejoró y el club parecía abocado a la desaparición.
En ese momento, cuando la abeja parece así muerta y la región de Westfalia del Norte casi que también, es cuando entra en escena Hans-Joachim Watzke, actual manager general. Con la dimisión del anterior presidente, Watzke centró sus objetivos y bolsillos en salvar al club. El Borussia a través de su figura logró un pacto con los propietarios del estadio que les permitía evitar la quiebra de manera momentánea, gracias al aplazamiento de los cobros por arrendamiento de 2005 y 2006 y la posibilidad de volver a adquirir el 42 por ciento del estadio.
Fue el primer paso hacia la salvación, el primer respiro de los aficionados. Había luz al final del túnel. Más tarde, hubo acuerdo comercial para el cambio de nombre del estadio pasándose a llamar Signal Iduna Park debido a una suculenta oferta comercial de una compañía de seguros. Con estas medidas, habiendo salvados numerosos pagos y una política de despilfarro cero, el equipo trabajó la cantera y salió hacia delante. A día de hoy, el Signal Iduna Park sigue siendo el mismo monstruo o mejor que en antaño, el equipo ha vuelto a primera escena mundial y sus aficionados respiran con vida.