Hay un puesto de entrenador que se ha revalorizado en la última década de manera irresistible. No es sólo un puesto al que aspira buena parte de los entrenadores sudamericanos, es además una posición que ha llamado poderosamente la atención de buena parte de los aficionados del fútbol mundial. Hablamos, claro está, del cargo de entrenador de la Federación de Fútbol de Chile. Un interés que fue creciendo con la eliminatoria mundialista de Bielsa con el país trasandino hacía el mundial de Sudáfrica 2010 y la propia y aceptable participación del seleccionado en dicho mundial, donde cayeron eliminados ante la Brasil de Dunga por tres goles a cero en octavos de final.
Bielsa había encendido la llama, una llama que vaciló y se acercó a extinguirse durante la etapa de Claudio Borghi. El argentino naturalizado chileno tuvo una destacada carrera como entrenador en Colo-Colo (tetracampeonato, final de la Copa Sudamericana) y recientes éxitos en el fútbol argentino antes de hacerse cargo de un seleccionado chileno que Bielsa había dejado por diferencias con la dirigencia de la Federación de Fútbol de Chile. Entre febrero de 2011 y noviembre de 2012 la Roja de Borghi acumuló resultados irregulares que se saldaron con la eliminación en cuartos de final de la Copa América 2011 ante Venezuela y varias derrotas en el proceso de clasificación mundialista que complicaron el camino hacia Brasil 2014.
En esas, surgió Jorge Sampaoli, un entrenador argentino que lo quemaba todo con su pasión. Famosa es ya la anécdota de como todo comenzó cuando en la Liga Casildense, siendo expulsado, se encaramó a un árbol para poder seguir al tanto del partido y hacer llegar con gritos las instrucciones a sus jugadores. La foto del diario no pasó desapercibida para algún dirigente de Newell’s Old Boys y así se comenzó una carrera más profesional, que tardó en despegar, sí, pero que cuando lo hizo en la Primera División de Chile arrasó con los campeonatos locales. En 2011 obtuvo los campeonatos de liga de apertura y clausura (precisamente el título de apertura se lo ganó en la final a la Universidad Católica de Juan Antonio Pizzi) y la Copa Sudamericana como campeón invicto. Entró a la Selección de fútbol de Chile con fuerza, conjuntando a estrellas de talla mundial en un equipo internacional de primer nivel, sin complejos, capaz de retar a cualquier potencia y potenciar a todos sus jugadores, sin importar su nivel. A la Copa del Mundo de 2014 que terminó con el fatídico travesaño de Pinilla, le siguió el año más glorioso de la historia del seleccionado, el 2015 en que se coronaron campeones de la Copa América derrotando a la Argentina de Messi en penales. La felicidad no es perpetua y todos conocemos los recientes devaneos de Sampaoli con los dirigentes de la Federación, que han culminado con su salida de la selección en enero de 2016.
Pero en este camino se destacan poderosamente dos hechos de peso. El primero es que el banquillo de la selección chilena ya es un puesto importante a nivel mundial. No sólo acapara reflectores a nivel mundial, sino que además sus futuros meses estarán en primerísima plana de competición internacional. Este año se celebra la Copa América Centenario, en Estados Unidos y se viene el apasionante camino para asistir a la Copa del Mundo de Rusia 2018. Y si a eso agregamos la calidad de una plantilla que cuenta con jugadores de, por ejemplo, el Fútbol Club Barcelona, Arsenal o Bayern de Múnich, nos damos cuenta del nivel que es dirigir dicho seleccionado.
El segundo hecho, y el que nos atañe precisamente en este artículo, es que a partir de la salida de Bielsa los dirigentes se han fijado en entrenadores argentinos con exitoso paso en el fútbol local para tomar el cargo de entrenador del combinado nacional. Es así como a los mencionados éxitos de Borghi y Sampaoli que les justificaban como elegibles para el cargo, debemos añadir los de Juan Antonio Pizzi, que le hacán candidato natural al banquillo. Pizzi llegó al humilde Santiago Morning de la liga chilena, y alcanzó con ellos una semifinal. Su buena actuación lo hizo llegar a un equipo importante del país, la Universidad Católica, donde logró un título de liga en diciembre de 2010. Al año siguiente llegó a cuartos de final de la Copa Libertadores y perdió la final del Apertura contra la Universidad de Chile de Sampaoli, como comentamos más arriba. Partió después a la Argentina, donde después de estar con Rosario Central en la segunda división pasó a un San Lorenzo que con problemas porcentuales mejoró su situación deportiva y terminó campeonando en la Primera División en 2013, situación que le abrió la puerta a Pizzi para llegar a dirigir al Valencia de la mano del “Ratón” Ayala para el segundo semestre de La Liga 2013/2014. Como sabemos, su despido, con el cambio de aires propiciado por la llegada de Peter Lim tuvo más de decisión administrativa que deportiva.
Hablamos entonces de que Pizzi, el ex jugador de Club Deportivo Tenerife y FC Barcelona, cumple con importantes requisitos para dirigir al Campeón de América. Éxito en Chile, en Argentina, experiencia Europea como entrenador… hablamos de que se ajusta al perfil. Por eso es tan importante que valoremos su último año futbolístico, que se desarrolló en México al mando del Club León.
El último año futbolístico de Pizzi: Liga MX y Club León
En diciembre de 2014 se anunció la contratación de Juan Antonio Pizzi por el Club León, equipo que seis meses atrás se había convertido en Bicampeón del Fútbol Mexicano pero que venía en decadencia tras una temporada en la que no alcanzó a calificar a play-off. La salida de su entrenador Matosas, emblema del ascenso y campeonatos al Club América contó con la respuesta rápida de Jesús Martínez M., presidente del club, quien ficho a Pizzi saliéndose de lo usual en clubes mexicanos, acostumbrados a rotar entrenadores de la baraja local.
Precisamente la primera prueba de Pizzi con el Club León fue visitar al Club América de Matosas, vigente campeón. En el Estadio Azteca, los visitantes cayeron por tres goles a dos. Pizzi salió aquél día con un 4-2-3-1, más próximo a un esquema que le salía natural, pero que fue cambiando conforme fue conociendo su plantel y adaptándose a la Liga MX. Precisamente el interés en su último año futbolístico antes de tomar la selección chilena es en cuanto a esquema y sistema de juego mostrado, para conocer sus ideas y cómo puede adaptarse a su nuevo trabajo.
Distingamos entonces la evolución táctica del León de Pizzi por fases. La primera fase constó de experimentación, como es natural, por parte del entrenador argentino hasta encontrar un esquema con el que logró buen juego y resultados. La segunda fase fue marcada por el regreso de Luis Montes, quien se perdió la Copa del Mundo por fractura y baja de larga duración, y por querer resolver errores de defensa posicional. La tercera fase, en la que Pizzi y el Club consolidan el sistema, corresponde al torneo de Apertura 2015, el semestre entre julio y diciembre.
Primera fase (enero-marzo 2015) Ensayo y error
En la llegada al Club León Pizzi parte de una base de utilizar un 4-2-3-1. Su interés parte de dotar al equipo de un juego posicional aceptable, conservar la pelota y buscar juego interior que repercuta en pases entre líneas. Así, sus dos primeros encuentros, por lo imberbe del proyecto se saldan con derrotas: sencillamente la idea rebotaba con la falta de precisión en tres cuartos y sus rivales castigan con transiciones rápidas por los costados las intenciones de Pizzi. En dichos partidos se detecta el problema para defender en los costados del equipo, que cuenta con dos laterales ofensivos pero con problemas para defender tácticamente su espalda. Destaca además el uso que da Pizzi a Carlos Peña, centrocampista mexicano. Lo considera en su esquema como un recuperador móvil que apoye en doble cinco al mediocentro posicional. De hecho, cuando quiere volver al equipo más ofensivo, lo retira del encuentro.
Tras esos dos partidos, llega el primer ajuste de tuerca: Pizzi decide prescindir de la figura de un enganche o mediapunta y apostar por un doble nueve con dos delanteros centros. Coloca en punta a Mauro Boselli (Gol con Estudiantes contra Barcelona en 2009) y a Miguel Sabah, histórico de la Liga MX. Comienza a soltar más a Carlos Peña para que ataque el espacio entre líneas y suple el déficit creativo con sus laterales: en vez de recorrer la banda, se colocan en fase ofensiva como interiores, a la altura del mediocentro. Desde ahí, ellos administran la posesión del balón para buscar a los siempre bien abiertos extremos o contactar directamente con los delanteros, que juegan de espaldas o atacan el espacio con desmarques de ruptura. Las dos líneas de cuatro retroceden para dar solidez al equipo en fase defensiva, mientras que si el rival trata de salir los delanteros presionan y ensucian la salida rival. En clara fase ascendente, el equipo suma dos empates y encadena dos victorias de las cuales, la última, un 1-3 como visitante a los Pumas de la UNAM se salda con un juego brillante, especialmente por los laterales-interiores, que escalonando en ataque gestionan la creación y en defensa retrasan el contragolpe rival.
Pizzi realiza otro ajuste: para defender posicionalmente y de paso resolver el problema de las bandas decide que cerca del área formará una línea estática de seis jugadores: los cuatro defensas sobre la línea que marca el inicio del área grande y los extremos bajando como segundos laterales. Mientras, los centrocampistas Vázquez (mediocentro de México en Brasil 2014) y Peña se encargaran de vigilar el juego entre líneas. El Club León mejora un poco más pero cae derrotado en su visita ante Pachuca, precisamente por dos distracciones de su doble cinco (2-1).
En el siguiente encuentro el Club León no contará con sus dos laterales ni su delantero titular, Mauro Boselli. La situación de las bajas y la dificultad de cerrar la frontal con sus mediocentros empujan a Pizzi a realizar un radical y arriesgado cambio que en principio sale bien: sale con un esquema que en fase ofensiva podemos definir como 3-3-4. La línea de tres centrales duros pero no rápidos (el líbero puede salir a cortar y participar en la salida, pero no así sus acompañantes), tiene por delante un mediocampo de mediocentro y dos interiores. Adelante, los extremos siguen abierto e incluso ganan más altura y el doble nueve se conserva, aunque por la lesión de Boselli entra Martín Bravo, por características más un segundo punta. Hay que hacer hincapié en que cuando decimos 3-3-4 hablamos de que Pizzi no tiene intención de usar carrileros, tanto así que nominalmente su hombres de banda (Caicedo y Elías) carecen de vocación defensiva, aunque el primero por su fútbol arranca más atrás y cerca de los mediocampistas. Con dicho esquema se logra como local una victoria (2-1 a Santos, equipo donde llegó Marc Crosas a México) donde por muchas fases de juego el Club León logra imprimir un ritmo alto al juego por la facilidad para encontrar hombres en ataque y por la cantidad de jugadores que se encuentran cerca de la segunda jugada en el saque largo. Sin embargo, en la visita siguiente, las cosas se complican: Veracruz exhibe las carencias de las línea de tres zagueros y la lejanía de los mediocampistas de las bandas con un solo hombre: el extremo Villalva explota la zaga en velocidad sin oposición ni marca y a pesar de que ajusta sobre la marcha, el equipo de Pizzi se lleva una derrota de 1-0, pero con sensaciones muy negativas y encima, tres expulsados. Con este partido se cierra la primera fase de experimentación, pues por el mal funcionamiento Pizzi dejará la idea de jugar con tres centrales atrás y además Luis Montes inicia como titular el encuentro, volviendo definitivamente a la dinámica del grupo ya superada su lesión.
Segunda Fase (marzo-mayo 2015) Dar con la tecla… en el último suspiro
El mal funcionamiento en la visita a Veracruz, junto con las expulsiones y lesiones obligaron a Pizzi a volver al 4-4-2 para enfrentar a un grande de México, el Cruz Azul. El partido se saldó con un empate a dos goles, con un León que se acercó durante muchos minutos al clásico rombo argentino, con Luis Montes ocupando la mediapunta. La indefinición del equipo lo llevó a ser goleado a la siguiente jornada, contra Monterrey, cayendo por cinco goles a uno y perdiendo la solidez defensiva y capacidad de ataque. Las lecturas del partido cambiaron porque los laterales volvieron a ocupar las bandas en ataque y no se volvió a ver rastro de la defensa posicional de 6+2. Era evidente que se aproximaba un cambio y en la siguiente jornada llegó, cuando Pizzi por fin pudo juntar a los tres mediocampistas que fueron claves en el bicampeonato conseguido. Entonces el equipo comenzó a caminar hacía un 4-3-3 nominal en el que Vázquez ejercía de mediocentro defensivo, Peña como interior con llegada y Montes como interior con libertad para ocupar posiciones entre líneas. El aporte de los laterales se basó ahora en diagonales para pisar área mientras los extremos realizaban enganches para asociarse por dentro. Adelante quedó un punta.
El problema fue que el equipo de Pizzi ya no tenía una base sólida para trabajar en un torneo de síes meses. La dinámica negativa ya no pudo ser revertida y el Club León terminó la campaña como penúltimo lugar de la tabla, con apenas dieciséis unidades producto de cuatro victorias y cuatro empates, lejos de la fase de clasificación.
Tercera fase (Apertura 2015) Consolidación, pero de más a menos
Llegados a esta fase Pizzi tuvo tiempo de elegir refuerzos y planificar la pretemporada. El Club León arrancó la fase con el 4-3-3 (4-1-4-1 en fase defensiva) goleando a Santos, vigente campeón, como visitante. A partir de ahí, logró una serie de victorias de mérito tanto en la Liga MX como en la Copa MX, en la que clasificó como equipo con mayor puntuación de fase de grupos. El semestre, sin embargo, terminó con un equipo que fue desinflándose por variaciones tácticas en momentos desafortunados, goleadas en contra como visitante e irregularidad de juego. Se perdió la final de Copa MX como local ante Guadalajara, y a pesar de clasificar a la liguilla, el Club no pudo superar la primera ronda, donde Pizzi presentó por necesidad a Carlos Peña como falso nueve. Si tocamos tan rápido está fase es precisamente porque Pizzi ya no movió en demasía el esquema, apostando por potenciarlo y trabajarlo sin importar las bajas por lesión. Pero debemos destacar que en los tres últimos partidos de Liga MX, es decir los que corresponden al Clausura 2016, mostraron mejorías en cuanto a sistema defensivo, pressing y fases de ataque posicional, pero también una evolución del sistema que le permitía cambiar, en pleno partido, entre el 4-3-3 y el 4-4-1-1. A día de hoy, este es el Juan Antonio Pizzi que llega a Chile.
Sistema de Juego: 4-3-3
La razón del esquema tenía su todo en Luis Montes y la evolución de Carlos Peña, un centrocampista potente que pasó de formar el doble cinco a convertirse en un interior con llegada y al finalizar el año de Pizzi y antes de pasar a Chivas de Guadalajara, en un rol de interior pero que estaba más pendiente de ser el segunda punta del equipo. Su potencia le permitía recomponer el dibujo en transición defensiva y pisar el área como segundo rematador en ataque.
Conformado el esquema en medio campo con dos interiores, el encargado del equilibrio defensivo era Vázquez, como mediocentro posicional. Propiamente quien tenía el sentido de pase y el criterio para recibir y mover el equipo era Luis Montes, quien sólo daba el primer pase cuando recuperaba la pelota cerca de su área, pues que bajará a recibir de los centrales no era uno de sus trabajos. Entonces tenemos que de sus tres centrocampistas cada uno tenía tareas diferentes: el equilibrio defensivo, el pase con idea y organizar, la llegada de segunda línea y presencia en el área.
No hay dudas en cuanto a la formación de una línea de cuatro en el fondo, pero si quisiera explica por qué presentar el esquema como un 4-3-3 y no un 4-5-1. La razón es el propio ecosistema del Club, el cual Pizzi respetó. A la hora de formarse, los tres mencionado hasta ahora mantenían el triángulo isósceles del cual sólo se separaban según el devenir del partido. Es por ello que a pesar de que los extremos no fuesen finalizadores, sino que se encargasen uno de ir adentro a combinar y generar espacios y otro de desbordar y colgar centros, los consideramos aparte. Adelante, ya hemos mencionado que quedaba Boselli en punta.
Salida de Balón
Quizá, junto con la transición defensiva, el aspecto en el que más quedó a deber el León de Pizzi. Jamás buscó León hacer salida Lavolpiana, aunque sí involucraba mucho a los centrales en esa fase. La prioridad eran las bandas, por lo que los laterales permanecían a baja altura es espera de colaborar como receptores o para devolver pases. La idea era que en esa relación lateral-central apareciese un mediocampista como tercer hombre. Tanto Montes como Peña podían, uno por pase, otro por conducción, hacer progresar la jugada hacía delante, ya fuese con los extremos o conectando con Boselli en la punta.
Si el rival apretaba sumando hombres al frente vigilando los receptores, los de Pizzi no tenían miedo a bajar para sumar opciones. Ere frecuente ver a Elías y Burbano, los extremos, bajando tanto que desplazaban a los laterales para tomar la pelota, ir hacia adentro y encontrar pases diagonales o apoyos, todo esto, detrás de la media cancha. Si el rival buscaba al Club León muy arriba, el recurso era el pelotazo largo del arquero o los centrales hacia el delantero. Cuando mejor funcionó el pase largo fue en febrero-marzo de 2015, donde Miguel Sabah y Martín Bravo jugaron juntos. El primero era bueno descolgando balones y el segundo tenía movilidad para buscarlos y llevarlos a banda, en espera de que el equipo ganase metros y se juntara arriba. Sin embargo, y en especial el segundo semestre, la carencia de un delantero que pudiese ser referencia por alto hizo que Pizzi trabajase muy bien las segundas jugadas, donde la presión era intensa de extremos, delantero y centrocampistas, quienes ejercían un pressing muy efectivo y en espacio reducido para recuperar y mantener.
Finalmente, una opción efectiva era buscar al centro delantero Mauro Boselli con pase raso, batiendo líneas. Ahí Mauro es excelente aguantando de espaldas y tomándose tiempo para elegir a quien pasar. De hecho, progresó mucho en ese aspecto y logró ser garantía en pase corto para habilitar la dejada de cara a Peña y el pase largo a los extremos con espacio.
Progresión del Juego y ataque posicional
Superada la primera línea de presión del rival, o una vez que se logró llegar a mediocampo, el Club León realizaba su ataque con calma. La participación de los extremos era importante, al igual que en la salida, para llevar la pelota en diagonales en busca de generar espacios entre líneas. Claramente la gestación estaba en el interior, pero las bandas eran importantes para buscar después la finalización. Era importante en ese aspecto la subida del lateral derecho Navarro, quien activaba los espacios por dentro que generaba por arrastre el extremo derecho con movimiento fuera-fuera. Por el otro lado, lo contrario, con un Burbano que iba fuera dentro y el espacio en la banda lo ocupaba el lateral Velarde, subiendo toda la línea de cal.
Si los extremos no encontraban posición para centrar, desbordar o combinar, podían ir atrás para que la pelota circulara hasta la otra banda, con paciencia, siempre en busca de generar el espacio. Ya en fase de ataque posicional, el nueve no abandona el área y Carlos Peña se le une como segundo delantero. Entonces un movimiento podía ser la aparición de Montes entre líneas, buscando el disparo lejano o la pelota a la espalda de la defensa. Otra modalidad era la combinación extremo interior para genera el espacio que un lateral pudiera atacar entre central y lateral rival.
Transición ofensiva
El León de Pizzi nunca hizo el feo a un vertiginoso contragolpe y lo practicó en dos modalidades. En la primera era Carlos Peña quien conducía en velocidad atravesando el campo por potencia hasta que tenía oportunidad de encontrar a Boselli cerca del área para que rematase. En la segunda, era importante que las bandas estuviesen ocupadas. Llegando la pelota al extremo, este tenía que colgar la pelota a la espalda de la defensa, hacia el segundo central. Los delanteros de Pizzi marcaron goles con la ventaja posicional a los centrales con ese movimiento.
Defensa posicional
El modo de defender sin balón para Pizzi consistió durante todo el segundo semestre de 2015 en un 4-1-4-1. La idea cuando no se podía recuperar la pelota arriba era formar un bloque replegado, bajo si se gusta con dos líneas de cuatro, donde el mediocentro se encargaba de ejercer de apagafuegos, cortar el juego entre líneas. Si el rival atacaba las bandas, el mediocentro debía incrustarse entre centrales para anular espacios y cazar rebotes.
En sus últimos partidos, sin embargo, Pizzi recuperó la modalidad de la línea de seis, los cuatro defensas con los dos extremos bajando hasta ser segundo laterales, y los mediocentros por delante para vigilar espacio entre líneas, la frontal y receptores de pases. Precisamente esta segunda forma le dio más solidez a su equipo, y una ventaja en la salida, ya que le permite mantener descolgados a dos hombres. La intención era más propiciar el centro lateral que permitir combinaciones rivales cerca del área.
Transición defensiva
Fue un gran problema de la era Pizzi en México. Durante su año, los rivales hicieron sangre atacando el espacio que dejaba durante muchos partidos a la espalda de la defensa, lo cual se solucionaba con un bloque más bajo en cuanto el rival salía con claridad y cuidando de terminar las jugadas para dar tiempo al regreso.
Pero el verdadero problema fue siempre el uso de los laterales. Una vez que Pizzi decidió abandonar el concepto de juego interior de sus laterales, estos dejaron de estar escalonados, Más aun, Pizzi les pedía que subiesen en la jugada al mismo tiempo, atacando uno el espacio generado y otro la línea de cal hasta el fondo para dar amplitud. El resultado fueron autopistas que los rivales aprovechaban para sacar a los centrales de posición e ir directamente a portería o encontrar con pases a delanteros en mano a mano.
Pressing
Corresponde más lo visto en el nuevo año y sus últimos tres partidos. En la segunda jugada de un saqué largo pero también cuando se pierde la pelota en campo contrario, el Club León ha ejercido una presión muy intensa en la recuperación del balón. Dirigidos por el mediocentro, hasta seis jugadores se ocupan de atacar al poseedor y a los posibles receptores. Dicho movimiento se logra gracias a que en fase de ataque posicional, los jugadores ponían cuidado de no estar muy alejados pero atentos a la pérdida para ejecutar el movimiento, de una duración no mayor a seis segundos. La regla para hacerlo es estar en campo contrario.
Como aclaración, en los últimos partidos Pizzi ha dudado entre el 4-4-1-1 o el 4-3-3. Las condiciones de jugar con el doble cinco y poder incluir un segundo punta muy móvil repercutieron en el equipo positivamente. Sus ataques se volvieron más frecuentes en las bandas, con combinaciones y aparecieron nuevamente pases verticales en busca de delanteros, pero ejecutados por los interiores.
Conclusión
Puede sonar algo confuso hablar de laterales interiores o pegados a la cal, extremos que desbordan, que bajan a recibir, cambios de sistema. La realidad es que el proceso de Pizzi en México fue de un constante buscar y aprender. Pero además, de muchos defectos. Podemos señalar entre ellos y más propio de club que de selección, la mala distribución de minutos que hizo Pizzi entre los suplentes. En la fase final del torneo y ante bajas de importancia, se encontró con suplentes totalmente fuera de ritmo. Evidentemente, no será un problema cuando un seleccionador elige precisamente a sus jugadores por su estado de forma al día.
Pero lo verdaderamente difícil fue ver como su León cambiaba de mentalidad sin más de un partido a otro. A un juego donde regalaba cuarenta metros a la espalda de la defensa como visitante, le sucedía uno de local donde esperaba replegado el rival, ganando el partido por aprovechar los errores del mismo. Fue particularmente curioso ver como se abandonaban principios efectivos, no se sabe si en busca de evolución o cediendo al ímpetu del grupo. Hay finalmente, algo que debe decirse, y es que si bien Juan Antonio Pizzi fue profesional en su contrato y un caballero a la hora de pedir su salida del Club para ir a dirigir al seleccionado chileno, su mente nunca estuvo concentrada totalmente con el proyecto. Prueba de ello fue que en un mes, demostró desconocer dos veces las normas mexicanas para clasificar a Copa Libertadores, tanto por puntos como por ser campeón de Copa. Pero el reto que se le viene es de los mejores que un entrenador puede desear en el mundo y quizá nos quede por ver lo mejor de Pizzi como entrenador.
¿Qué aplicara en la selección Chilena? A ciencia cierta, habrá que esperar para saber, pero parece que habrá cambios. De entrada, por su último año parece difícil que Claudio Bravo se vea muy involucrado en la salida de balón del equipo y a que mantenga la pelota en los pies mucho tiempo. Los laterales probablemente sigan atacando carriles largos y la duda viene en el sistema. Arturo Vidal es un jugador muy capacitado si Juan Antonio quiere repetir ese rol de interior con mucha llegada, en un posible doble cinco, pero Alexis Sánchez, por otro lado, puede ejercer el rol directamente gracias a su gran crecimiento como conductor de jugadas y generador de ocasiones. Tendrá jugadores para posiciones como el enganche, que nunca encontró en León y eso, por ejemplo, habla de más posibilidades, de variantes. El tiempo lo dirá.
1990, León, Guanajuato. Abogado mexicano. Apasionado y estudioso del periodismo deportivo.
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