Para llegar al Emirates Stadium, los aficionados deben pasar por el puente Danny Fiszman, ex directivo del Arsenal ya fallecido que impulsó el traslado al nuevo estadio gunner. En ese puente, banderolas con fotografías de leyendas de la historia del club acompañan el paseo con aroma a fútbol. Tony Adams, Thierry Henry, Dennis Bergkamp… Y Cesc Fàbregas.
Ayer, el antiguo 4 del Arsenal volvió a la que fue su casa durante 8 temporadas. Allí se convirtió en el futbolista más joven en debutar en la historia del club, también fue el más joven en marcar un gol con la camiseta gunner, recibió la medalla de campeón en la Liga de los invencibles por haber jugado un partido con el primer equipo con el dorsal 57, ganó una Community Shield y una FA Cup, último título que levantó con el conjunto londinense en el año 2005. Después llegó a la final de la Champions en 2006 y desde entonces, con la marcha de Henry, se convirtió en el capitán, en el emblema del club sobre el césped, el jugador franquicia sobre el que giraba uno de los grandes de Inglaterra.
Hablar del Arsenal era hablar de Arsene Wenger y Cesc Fàbregas. Pero el catalán se hartó de no ganar nada con su club (con la Selección había sido ya campeón de Europa y del mundo), soñaba con volver al Barça de su infancia, con jugar a las órdenes de Guardiola. Se marchó de una casa donde era el hermano mayor a otra en la que había una familia numerosa de centrocampistas talentosos. El cadete azulgrana en el que destacaba junto a Messi y Piqué no era lo mismo que el primer equipo. Ahí estaban Xavi e Iniesta, y aunque durante los primeros meses Guardiola le buscó un encaje, Cesc se fue apagando y sus tres temporadas en Can Barça se redujeron a: una Liga, una Copa y dos Supercopas de España.
Uno piensa que si dejó de ser el cabeza de cartel del Arsenal para actuar de telonero en el Barça era para ganar la Champions, pero no lo hizo. ¿Y si lo hubiera hecho qué? Sería uno más de ese flamante equipo que vive su década prodigiosa. Sin embargo, si hubiese apostado por quedarse en el Arsenal, aguantar un par de años más de vacas flacas hasta que pudieran llegar fichajes más ambiciosos (en 2013 Özil, en 2014 Alexis Sánchez), destinar su carrera a la carta del club que apostó por él y lo hizo grande, intentar volver a ganar una Premier más de diez años después y, sobre todo, soñar con ganar una Champions, una, la primera del Arsenal… Si Cesc hubiera apostado por todo esto, no sólo tendría una banderola en el puente Danny Fiszman, no sólo le habrían hecho una estatua de bronce en los aledaños como a Bergkamp o a Henry, sino que le habrían puesto su nombre al campo cuando en 2021 acabe el contrato con Emirates.
Sé que todo esto es fútbol-ficción, pero no lo es que ayer la afición del Arsenal pitó a su antiguo capitán. No lo hizo porque ahora juegue para un rival de la ciudad como el Chelsea, sino porque Cesc renunció a ser la gran leyenda de la historia del Arsenal.