Se acabó el sueño. El día del debut de Gary Neville como entrenador. El Valencia dijo adiós a la Champions de la peor manera posible. Perdiendo en Mestalla ante un Lyon que ya no se jugaba nada y dando una imagen de equipo ramplón y ordinario. La victoria no hubiese supuesto la clasificación para octavos de final, ya que el Gent hizo su trabajo y derrotó al Zenit (2-1), pero sí hubiera dejado un emboque distinto. Primero por dar continuidad a la gran imagen que se dejó ante el Barça, segundo por formar parte de la hemeroteca con eso de “a entrenador nuevo, victoria segura” y tercero y principal, porque se hubiese sido cabeza serie en la Europa League. Ahora, salvo milagro, un coco será el rival del Valencia en los dieciseisavos de final de la segunda competición europea.
Afirmó Gary Neville al acabar el encuentro que se van a tomar de manera muy seria la UEFA Europa League, y no me cabe duda. Pero, antes, tendrá que construir un equipo casi desde la nada. Aunque parezca una entelequia. Los futbolistas viven en un pírrico e insufrible estado físico y mental. Como si la plantilla al completo viviera capítulos personales pavorosos que les desvinculara del trabajo diario. Cuesta identificarlos. Solo Jaume escapa de esos apartados apocalípticos manteniendo un nivel soberbio partido tras partido. Y competición tras competición. Aunque ya hace muchos meses que vengo patrocinando la falta de nivel de esta plantilla, qué duda cabe que los jugadores son mejores de lo que están demostrando durante toda la temporada. Recuperar un grupo no será obra sencilla para el ex jugador del Manchester United pero es su gran reto para que el Valencia comience a carburar como todos deseamos.
Un fantástico golpeo de Cornet y una contra maravillosa de Lacazette – Lim fíchalo- fue suficiente para devolver al valencianismo a la inclemente y cruda realidad. Sin una estructura deportiva reconocible es muy complicado que haya un estudio futbolístico trabajado. Y, en la actualidad, hay una laguna tremenda en lo que a pirámide se refiere. Jugártela a ojo puede salirte bien, pero lo normal, es que el príncipe acabe saliendo rana. El Valencia, por historia y tradición, ha de tener futbolistas de primer orden. Hechos (no churruscados). Preparados para competir desde el primer instante y ante los mejores equipos del continente. Justamente de lo que adolece. Es el momento para reflexionar de verdad. Las competiciones no descansan y la rueda sigue girando pero Peter Lim debería rumiar y masticar todo lo ocurrido desde el pasado verano en materia deportiva para no volver a cometer los mismos errores. Abogo por el sí a las jóvenes promesas pero ayudadas por futbolistas verificados. Y no se trata de la llegada de jugadores con edades avanzadas sino con cualidades evidentes para liderar una entidad de mucho más que de octavos de Champions League.
No conocemos si será el mercado invernal el primer escaparate donde comprar los regalos de los Reyes Magos, pero sí sabemos la gran oportunidad que se tiene para hacer feliz a los más jóvenes. Con agasajos o no, ojalá Gary Neville sea capaz de sacarle todo el jugo posible a una plantilla cogida con pinzas y con ausencia de líderes naturales. Experiencia en los banquillos no atesora pero sí muchas batallas y logros al lado de superdotados de este deporte. Su suerte será la de todo el valencianismo. Y la de Peter Lim, que vio en primera persona el primer fracaso de su mandato. La conocida y aguda ilusión del magnate de Singapur por la Champions quedó disuelta como un azucarillo tras una participación indigna de un club como el Valencia. Ahora es momento de ir al rincón. Al de pensar. A ver si allí con sus cabildeos y presunciones es capaz de vislumbrar la necesidad de un organigrama deportivo que dote al equipo de piezas de nivel. De esa manera se estará preparado para volver a la Champions. No de comparsa sino para competir de verdad.