Es fácil fichar por el nombre. Posiblemente es la apuesta más sencilla posible, un nombre que la afición respalde y con una trayectoria incontestable. Si luego eso ya no encaja no es problema de nadie, como si fuera impensable pensar en el fracaso cuando firmas a un nombre que a todos alegra pero que pocos encajan en el equipo. En los últimos años se ha moderado el ansia del nombre en la MLS. Sí, llegan jugadores con pasado en Europa y contratos acompañados de muchos ceros pero cada vez más se piensa cómo encaja ese nombre en el equipo. A excepción de New York City, pero de esa historia ya hablamos hace tiempo.
Cuando se habla de los equipos poderosos de la MLS no siempre se menciona a Montreal Impact. Lógico. Los canadienses tienen una historia escasa de apenas unos años y no han tenido opciones reales de ganar el campeonato jamás, pero son una de las mejores gestiones cuando fichan algo más que nombres. Este año tras el fiasco de perder la Concacaf Champions tocaba dar una vuelta de rosca al proyecto.
Y se produjo otro acierto más en su admirada lista de jugadores franquicia, exceptuando a Nesta: Didier Drogba. El marfileño aterrizó en Montreal con un baño de masas en el aeropuerto, el nombre estaba ahí y la gente quería verle. Deportivamente su fichaje ha supuesto el impacto necesario para llegar a Play-Offs y pensar en seguir escalando.
Tres nombres, tres jugadores franquicia, tres aciertos: Ignacio Piatti, Laurent Ciman y Didier Drogba. El argentino llegó a un equipo desmoralizado incapaz de amenazar, él dio movilidad y creatividad; las ocasiones empezaron a llegar, los goles no. Bueno, sí pero en la portería equivocada. Sin líder, ni moral atrás, los billetes se gastaron en Ciman, central internacional belga, que ha solucionado la ausencia de liderazgo atrás y ha mejorado la salida de balón. Una vez que se aseguraban atrás se necesitaba gol.
El acierto de Montreal Impact no es dejarse llevar por los nombres de atacantes que empezaron a llamar a la MLS al ver el contrato de Giovinco. Montreal identificó claramente que el balón llegaba al área rival y ahí nadie remataba, los centros se ponían pero no tenía ningún ariete que chocara: faltaba un hombre de área, de movilidad limitada y pese a un año flojo en el Chelsea –en parte por haber restringido su influencia al área y poco más-. Si a eso le sumas el peligro a balón parado, Didier Drogba era el hombre.
Los datos están ahí: 11 partidos, 11 goles. Drogba es un talento único, pero son cifras que no se entienden sin el ecosistema que ya tenía preparado en Montreal. La realidad es que el nivel de Drogba no es ninguna maravilla, pero pone el último toque, ese que hace ganar partidos. Los centros ahora tienen destinatario, los pases de Piatti tienen un nueve que los interprete y los extremos saben quién está esperando sus centros. Lo peor para el rival es que ellos también lo saben.
Drogba lleva en un tercio de la temporada la mitad de goles que Giovinco, le han bastado 11 partidos para colarse entre los 15 máximos goleadores de la temporada. Y queda la postemporada. Cifras que sólo se entienden por el acierto de la dirección deportiva, leyendo lo que necesitaba el equipo y lo que ofrecía Drogba. Una dirección que años atrás, cuando necesitaban un delantero de más movilidad y para trabajar en inferioridad, firmó a Di Vaio que respondió con una media cercana a 0’5 goles por partido.
Si por algo mejora la MLS es por la inversión con más cabeza, pensar bien qué clase de jugador se llevará los millones, no sólo qué nombre.