La vida, en continuo cambio, nunca deja de asombrar, y en muchas ocasiones ni siquiera deja entrever cuál será su próxima sorpresa. En febrero de 2012, Stéphane Zubar era poco menos que un ídolo en Bournemouth. Todo un veterano en el cuerpo de un chico de 25 años que soñaba con triunfar en el fútbol, y en el que en la ciudad de Hampshire veían un futuro de oro. Hoy, apenas tres años después, su situación ha cambiado absolutamente por completo… aunque no tanto su dorado porvenir.
Vayamos por partes. Zubar llegó a Bournemouth en el verano de 2011 desde el Plymouth Argyle, donde había despuntado en League One la temporada anterior, pese a no lograr eludir el descenso, y donde consiguió labrarse un puesto en la selección de Guadalupe, de cuya exótica isla de las Antillas Francesas es oriundo. Y lo hizo como petición expresa del entonces entrenador cherrie, el exfutbolista Lee Bradbury (ex de Portsmouth, Crystal Palace o Manchester City, entre otros), y que hasta aquel enero venía de disputar 126 partidos en cuatro temporadas en Bournemouth. A sus 35 años, su compromiso y trabajo sobre el verde llevaron a la directiva a ofrecerle colgar las botas y asumir la dirección técnica del equipo tras la marcha del míster, un tal Eddie Howe, al Burnley.
Bradbury no lo dudó. Cogió las riendas del equipo, al que dejó a un paso de subir a Championship, y se marcó la promoción como objetivo para la 11/12. Veía a su equipo en la segunda categoría del fútbol inglés. Y en su cabeza, Zubar lucía como el incontestable líder de su zaga y como base fundamental de su proyecto. Pese a solo tener 25 años, el defensa ya había debutado en las primeras divisiones de Bélgica (con el FC Brussels) y Rumanía (en el Vaslui), y con el Caen, de la Ligue 1 francesa. Su hermano mayor, Ronald, también central, jugaba en la Premier, en el Wolverhampton, después de haber brillado en Caen y Olympique de Marsella, y había sido el instructor perfecto para el joven Stéphane.
El técnico convenció a Zubar para fichar. Firmó por una temporada, y poco tardó en hacerse fuerte en la retaguardia cherrie. Su contundencia y fortaleza hacían de él todo un muro atrás, y pese a su gran envergadura (mide 1’87), iba rápido al cruce. A Bradbury le fascinaba, y tal era el talento y potencial que veía en él, que en febrero convenció a la directiva para hacerle un opulento contrato, que aumentaría de manera ostentosa sus emolumentos y le uniría al Bournemouth por tres temporadas y media más.
El fútbol parecía sonreír a Zubar. Había firmado un gran contrato en un equipo en el que se sentía valorado, que estaba luchando por subir a la Championship, y donde gozaba de la total confianza de su técnico. Parecía. Porque poco tardaron las cosas en truncarse. El equipo sufrió una pájara seria, que le llevó a vencer solo uno de once partidos en dos meses y a alejarse mucho de la zona de ascenso. Y en estos casos, ya se sabe quién es el que siempre paga. La directiva tomó la decisión de cesar a Bradbury, y ahí comenzó el principio del fin de Zubar. Sus últimas actuaciones no habían sido demasiado acertadas, y el nuevo manager, Paul Groves, le relegó al banquillo, de donde apenas volvió a salir en el resto de la campaña.
El Bournemouth terminó en undécimo lugar, a quince puntos de la promoción, y Groves continuó como técnico la siguiente campaña. O esa era la intención, porque pronto fue destituido después de un pobre bagaje de una victoria en las diez primeras jornadas. Y en sus dos últimos partidos optó por alinear a Zubar, al que había sentado en el banquillo los ocho primeros. Curiosamente, el último encuentro de Groves como entrenador del Bournemouth (derrota por 3-1 ante el Crawley Town) también lo fue el de Zubar como jugador.
Entonces, Eddie Howe, el hijo pródigo, regresó desde el Burnley para comenzar a gestar una leyenda que le ha llevado a guiar a los cherries a la Premier. Pronto sacó a Zubar de las convocatorias, y en invierno le mandó a préstamo al Bury, también de League One, donde jugó seis partidos antes de desguazarse el ligamento cruzado y el menisco interno de su rodilla izquierda en febrero.
Lo que le faltaba ya al bueno de Stéphane. Operación de urgencia, y un periodo de recuperación estimado de unos nueve meses. Zubar volvió al Bournemouth, que por fin había logrado subir a la Championship. Howe no contaba con él, pero su lesión encasquilló su salida, encaminada al Bury, en el verano de 2013. La 13/14 se la pasó entera en el dique seco, tratando de recuperarse del todo de su complicada lesión, y de volver a su mejor nivel.
Un mejor nivel que desde luego, no volvería en Bournemouth. Para Howe era invisible, y le volvió a mandar que se buscase equipo. Y en septiembre de 2014, regresó a la League One. Estuvo a punto de recalar en el Crewe Alexandra, pero finalmente se marchó a préstamo al Port Vale, donde apenas jugó tres encuentros hasta noviembre. Entonces, Russ Wilcox, el que había sido el segundo de Bradbury en Bournemouth, y que recientemente se había hecho cargo del York City, de la League Two, acudió a su rescate y le reclutó como cedido hasta el final de temporada.
Bajo la confianza de Wilcox, volvió a rendir, a brillar con luz propia, y a sentirse futbolista. Su contrato en Bournemouth estaba próximo a su fin, y el técnico deseaba más que nada en el mundo convencerle para que se quedase como pieza clave de su proyecto en York. Pero entonces, todo cambió de nuevo.
Aquel famoso contrato que había firmado Zubar en Bournemouth tres años y medio atrás, contenía una cláusula controvertida y de lo más sorprendente e inesperada. Si el Bournemouth ascendía alguna vez a la Premier League mientras durase el contrato, éste debía prolongarse por otra temporada más inmediatamente con un salario considerablemente más alto, y el futbolista debía pasar a formar parte de la primera plantilla. La disposición se hizo efectiva, y el bueno de Zubar logró, sin comerlo ni beberlo, un millonario contrato en Premier cuando menos lo esperaba.
Ahora, apartado por Howe del equipo, y por el club de la web oficial, Zubar, entrena a diario con el equipo sub-21 cherrie a la espera de resolver su futuro. Viendo lo visto, se antoja más que imposible que a sus 28 años logre debutar con el Bournemouth en Premier, y su destino se ha inclinado, de vuelta al York City con Wilcox. Aunque de momento, lo único claro es que, le pese a quien le pese, Zubar es a día de hoy, casi tres años después de su último partido como cherrie, uno más dentro de la primera plantilla en Premier de este costero conjunto del suroeste de Hampshire, debido a una cláusula de la que se tienen que estar arrepintiendo (y mucho) en la ciudad de Frankenstein. Pero a él, al fin y al cabo, que le quiten lo ‘firmao’.
Madrid, 1992. Periodismo y Comunicación Audiovisual. Escribo en el Diario MARCA. También Deporte de Alcorcón y el periódico 'Al Toque'. Premier League y Southampton FC en Sphera Sports. La verdadera historia está en lo que no se ve.
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