Arsène Wenger es en la actualidad uno de los técnicos más reconocidos y mediáticos del mundo, sin lugar a dudas. El entrenador francés marcó una época en el fútbol inglés con su Arsenal y, a día de hoy, es el técnico que más años lleva en su cargo del primer escalón británico (llegó en 1996).
Hizo historia con una plantilla Gunner que entró en la memoria y en el Hall de la Fama del Arsenal y de la Premier League. Tras ganar títulos, en 2004 lograría la eternidad, cuando el conjunto de Highbury, por aquel entonces, se coronaba Campeón de la Premier League de forma imbatida, sin perder un sólo partido.
Actualmente, tiene galones suficientes para decir lo que quiere, a quien quiere y como quiere. Un técnico respetado, pese a que su estilo ya no convenza ni a conocidos ni extraños como hace unos años. Lo cierto es que tiene vida profesional más allá del Arsenal, y muchos recuerdan sus diferentes etapa en los banquillos franceses, cuando dirigió al Nancy (1984-1987) y al Mónaco (1987-1994). Sin embargo, existe un corto periodo que pocos recuerdan, que ocurrió, que lo vivió Arsène Wenger, pero que queda en el olvido, ya que desde allí firmó por el Arsenal y el poder mediático eclipsó todo.
Wenger entrenó en Japón. Sí, un periodo corto de tiempo, sólo una temporada cuando dejó el banquillo del Mónaco para convertirse en entrenador del Nagoya Grampus japonés. Un entrenador francés dejando su país para hacer frente a una exótica etapa en el país nipón, a miles de kilómetros de casa, con una cultura totalmente antagónica a la occidental. Firmaba en enero de 1995, y convencía a su asistente, Boro Primorac, para embarcarse a una etapa que, quizás, sea una de las más especiales de su carrera deportiva.
En Japón, Wenger dirigió un total de 56 partidos al Nagoya Grampus, con el que no empató ni uno sólo, con un balance de 38 victorias y 18 derrotas. Balance, a priori, positivo, pero que no fue suficiente para que continuara. Algo más de un año, 18 meses, en una etapa casi olvidada, pero que al ser rescatada deja entrever que el francés buscaba nuevos retos, alejados de los tópicos, quizás buscando valores personales, y no tanto deportivos. Se asegura que, tras ser despedido por el Mónaco, llegó a rechazar una oferta del Bayern de Múnich (club que ya era potencia continental) para marcharse a Japón.
Eran otros tiempos. En la actualidad es común que futbolistas acaben firmando por ligas exóticas, de menos poder mediático tales como Japón, China o la India, entre otros, pero en la década de los 90 parecía otro horizonte. Wenger conquistaría la copa del Emperador con el Nagoya Grampus, y la experiencia nipona seguramente le sirvió para aprender valores de la sociedad oriental, que también se deja ver en el deporte, en este caso fútbol.
Arsène Wenger es en la actualidad un técnico prestigioso, reconocido a nivel mundial, que ha supuesto algunas de las épocas más doradas de la historia del Arsenal, y aquella etapa en Japón fue un paréntesis que años después quedaría en el olvido cuando el técnico francés llegaba a la prestigiosa Premier League Inglesa, con sus posteriores éxitos en el banquillo Gunner.